26IX21 – Si el amor fuese un pájaro
¿Abandonaré la tarea? Antes habría de emprenderla acaso. No sé. Si el amor fuese un pájaro quizás me apetecería vivir en este mundo, en esta noche. ¿Pero quién puede abrirse paso ante esta tormenta que nos cala de pena? Los huecos en mi estantería me hacen daño y siempre me recuerdan las clareas de mi cabeza. Todo cuanto gira a mi alrededor me es ajeno, ¿entonces por qué se me clava? Quiero morderme las uñas y lanzarlas a un pozo y enterrar ese pozo en medio de un desierto y que la luna se muera de sed y me beba. Los retales de mi cuerpo se irán muriendo despacio (el oxígeno que respiras hoy será el mismo que oxidará tus huesos), pero no me importa. Todos hemos empezado a morir… y el pájaro sobrevuela nuestras cabezas y no nos dice nada. Ni siquiera nos dedica la última canción.
27IX21 – Ajenos a la tristeza
que alguien me atrape y me saque y me reviente las costillas contra la infinidad del tiempo y que me devuelva al barro como a un perro maldito con los colmillos sangrientos grrrrrrrrrrrrrrr una tristeza ladra en medio de mi estómago y retumtumtumtumba en mis tímpanos y me duelen los centros me duelen no me quiero más aquí no me quiero ver más así no quiero despertarme en medio de la guerra grrrrrrrrrrrrrrrrrr gruñe araña ruge rasguña guuuuuafffffffff como el motor de una motocicleta el perro me ha devorado las tripas y ahora se expande por las carreteras de mi cuerpo y no se da cuenta que son todas todas todas calles sin salida ¡¡¡¡¡¡grrrrrrrrrrrrrr!!!!!! y luego mmm… mmm… mmm…
Alguien gime en la habitación contigua. Unos turistas están haciendo el amor, ajenos a la tristeza del mundo.
28IX21 – Con los puños apretando
Paseo con las manos en los bolsillos. Esta vez, no es solo costumbre. Qué miedo me da que me roben. Que me quiten la cartera o quedarme sin móvil. Cuando voy de camino a la universidad, no puedo evitar asirme fuerte a la mochila. ¿Por qué este apego mío a las cosas si apenas me importan? Si no pasa nada (porque nada pasa) y todo sigue igual y yo voy creciendo y haciéndome fuerte dentro de este armazón de desaliento, ¿por qué insisto en vincularme con lo inánime como si pudiese habitarlo? Las cosas me poseen, me amordazan, me clavan en el suelo y me hacen sudar las manos. Y quiero cosas, siempre quiero nuevas cosas: guardo las entradas al cine, los regalos que no me gustan y las fotos que me envías.
El otro día, aún en la isla, hablaba con B. en un banquito frente a la Universidad. Me contaba sus hazañas y sus despedidas, todas sus dolencias y las cosas que la llenaban de ilusión. Es una mujer mucho mayor que yo, con familia y responsabilidades de verdad. Por eso me animaba a proseguir mi viaje: lucha, lánzate, cómete el mundo. Pero yo no sé hacer eso. Soy una comadreja asustadiza y solo me gusta moverme agazapado entre las piernas de alguien más sabio que yo. Me invitó a leer «Prospecto», de Wislawa Szymborska. Y en las últimas páginas de mi libreta negra apunté algunos libros más que me recomendó.
Poco después me enteré de que me iban a publicar un libro. Pero yo solo pensaba si B. había conseguido un cuidador para su padre.
Cuánto nos quema la ausencia incluso antes de padecerla.
Si no existiese el subjuntivo y las hipótesis se fueran a la mierda…
Félix, me acuerdo de ti.
Pero ahora debo seguir andando con los puños apretando las asas de mi maleta.
1IX21 – La luz es ámbar
Aquí la luz es ámbar. He visto el mar, pero no he ido a la playa. La nueva universidad me agobia. Las consignas y los criterios de evaluación se me enredan, tentaculares, alrededor de la garganta. Quiero gritar y no puedo. Quiero decir ¡qué tontería! y reír. Quiero ir a tomar cañas con M. y reír y reír sin parar. Quiero poner un billete sobre la mesa y perder la conciencia de clase y que me importe todo una mierda.
En lugar de eso, llego al hotel y echo cuentas. La compra, el alquiler, los imprevistos, la ropa de cama, los productos de limpieza, ¡joder! Consulto una y otra vez mis ahorros (años de trabajo sin un día cotizado) y trato de averiguar cómo estirar el presupuesto para llegar a final de mes el tiempo que pasaré en esta ciudad.
Es tan extraño pagar con una moneda que hemos inventado a cambio de vivir. Nacer es aprender a morir sin legado.
Poco importa nuestro empeño. Algo, todo y nada son la misma cosa. Un ser que nos mira y no nos comprende.
Hoy conocí la casa que será mi techo los próximos meses.
Siempre que me mudo a un sitio nuevo me embriaga el mismo poso amargo: ¿estaré haciendo lo correcto?
Todo a mi alrededor me da asco. El colchón mustio, el espejo lleno de cagadas de mosca, el armario de Ikea medio desvencijado, el mantel de la mesita que oculta los desconchones, la nevera completamente vacía junto a la cama, la cortina blanca de la ducha, la vitro de dos fuegos que me recuerda cuánto silencio habrá en este piso. Los amores transitorios ya no me bastan. No quiero más amantes pasajeros. Si el amor fuese un pájaro, quisiera que anidara justo aquí, en mi costado.
Luego limpio durante horas y la tristeza primeriza se me pasa. Las dudas se van despejando y todo empieza a tomar forma. Con mi agenda organizo mi primera semana de estudio-trabajo-turismo-casa.
Creo que si fuese rico sería tremebundamente alcohólico.
En el fondo solo temo que el semáforo cambie de color.
2X21 – Paloma hambrienta
Una vieja da de comer a las palomas en la Plaça Reial, custodiada por las farolas de Gaudí.
Veo transformarse mi propio cuerpo en el de un escorpión: el aguijón se me clava sin querer.
A veces me gustaría ser un monje asceta. Últimamente lo pienso casi a diario. Dedicarme al rezo y subir y bajar escaleras en silencio, con la nariz roma y la cabeza gacha. No me mueve ningún tipo de fe, claro. Pero debe ser guay elevarse hacia los cielos, abandonar todo lo terrenal y abrazar lo divino. Es un razonamiento estúpido, pero lo pienso a menudo.
Quiero ser un monje asceta y saber:
- A qué hora me despertaré mañana.
- Qué ropa llevaré.
- Qué palabras tendré que decir.
- A quién me encontraré por el camino.
- En qué debo pensar.
- Absolutamente todo lo demás.
Quiero ser un monje entregado a Dios y que su voluntad me atraviese y me haga suyo y me guíe y así no tener que tomar nunca más ninguna decisión. Quiero saber que lo que hago tiene sentido, me da igual cuán estúpida sea esa razón. Cualquier excusa será mejor que este naufragio que me conduce a la deriva con la vana aspiración de llegar a ser alguien.
Pero el monasterio se hace pequeñito y al fondo de la imagen aparece un escorpión que observa a una vieja alimentar a las palomas. Ellas tampoco saben qué hacer. Se dan empujones con las alas, se enfurruñan, se lastiman con fuertes picotazos, todas quieren su trozo de pan. Los humanos tenemos más de paloma hambrienta que de ser místico.
4X10 – adiós, adiós
La otra noche escribí un poema:
adiós, adiós
las cosas se van rodando
por mi cachete
y tú
te estremeces, tranquila,
tibia… y
taciturna
estoy callado desde hace
siglos
y solo me queda este poema
por entregarte
y así evitar tu partida
¿regresarás?
el ritmo del jazz pulula
por mi habitación y la llena de humo
y tú te apareces, tranquila,
fantasmagórica figura
de vaho de ayer
de aliento a lilas
regrésame
una vez más
solo una vez
…y otra
Es el primer texto que escribo en esta ciudad. Tiene una arritmia rara, casi desagradable. Pero me gusta. Normalmente, me suelen gustar todas las cosas que acabo de parir. Luego las termino despreciando. Supongo que soy un mal padre. Reniego de mis hijos cuando pierden su aroma de bebé, de criatura neonata, indefensa ante la grandilocuencia de todo lo que se erige ante ellas. Pero luego me doy cuenta de la insignificancia, del amago de esta querencia, ¿qué más dará?, me pregunto. Entonces la fascinación casi vanidosa por lo nuevo se transforma en odio y luego en abandono. Un abandono absoluto, como si nunca hubiera salido de mí y cada palabra no abriera una entrada hacia mi carne.
El periodismo me queda de paso. Escribo. Arte, misantropía y revolución. Excelsior.
Desgarras tu alma y vomitas el miedo a esa soledad que inconscientemente persigues. Barcelona está abriendo tus cicatrices. Déjalas respirar para que sanen.