Cada vez que veo las chimeneas de la imagen que acompaña a esta publicación -situadas en La Pedrera, Barcelona-, me evocan el momento en el que, en mi infancia, cobraron vida. Fue en un capítulo de Las Tres Mellizas, una serie de dibujos animados. En ese episodio, las tres niñas eran las protagonistas, junto al arquitecto Gaudí, al que estas mismas chimeneas, en forma de fantasmas, persiguen al artista catalán entre luces y sombras, como una pesadilla dentro de su propia obra.
Entre luces y sombras también se movían las personas que habitaban la caverna de Platón, aunque mucho más atrás en el tiempo. Dentro de la cueva, estaban atados a unas cadenas, y lo único que veían eran los reflejos que se proyectaban en la pared, ayudados por la tenue luz que proporcionaba una hoguera. Las siluetas que podían observar eran creadas por hombres que portaban objetos entre el muro y la hoguera, sin que los prisioneros se pudieran dar cuenta de que eran puras ilusiones y no la realidad.
Dejando atrás esta pequeña analepsis, retornemos al presente. Los párrafos anteriores no dejan de recordarme a lo que está sucediendo en el movimiento independentista en Catalunya. Unos dirigentes que decidieron lanzar a la caverna a miles de personas mientras empezaban a contar una historia, un mito, que llevaba por lema el famoso Espanya ens roba. Una obra de teatro que triunfó y fue captando adeptos no sólo por la representación, sino también auspiciados por la inactividad del Gobierno central (que pensó que todo pasaría y no haría falta hacer nada, al más puro estilo Mariano) y, en parte, por la denuncia al Estatut que presentó ante el Tribunal Constitucional el Partido Popular y que fue preparando el caldo de cultivo para el independentismo.
Con esto no quiero deslegitimar un pensamiento político (el ser independentista catalán), ni mucho menos. La crítica va en ambas direcciones: la primera, al uso partidista de instituciones públicas catalanas, como altavoz de los papeles que poseían los protagonistas de la obra de teatro; y, la segunda, a cómo han fracturado estos actores las relaciones entre los espectadores. Como dijo el filósofo José Luis Villacañas en esta entrevista, el verdadero momento populista en España sucedió en Catalunya. Paradójicamente, y al contrario que lo que sucedió en el 15-M, fueron los propios partidos tradicionales del sistema los que alentaron que se iniciase el conflicto dividiendo el tablero entre el ellos, lo malo, el Espanya ens roba; frente al nosotros, los que más aportamos y menos recibimos. Es decir, la raíz y la base del asunto no salió de una masa popular que, cansada, salió a la calle y que demostró que existía una gran crisis de representatividad en nuestro país con el bipartidismo, como sí ocurrió en mayo del 2015, de ahí luego nacería un partido que bebió de esas reivindicaciones. Al contrario, fueron algunos partidos del sistema -catalán- los que empezaron a separar el nosotros del ellos mientras representaban su particular mito.
Cuando me refiero a mito, de nuevo, no quiero deslegitimar la ideología sino los argumentos que se utilizan para conseguir su fin último. Los políticos independentistas, aunados, como dije antes, bajo la máxima Espanya ens roba, comenzaron a dar datos y cifras económicas para justificar el sentimiento de secesión frente a España. El problema de esto es que la inmensa mayoría de datos o son falsos, o se sustentan en tesis erróneas o cálculos incorrectos y sesgados, como se puede ver perfectamente ejemplificado en el libro Las cuentas y los cuentos de la independencia (aquí su reseña). La única manera de propiciar un apoyo que se tradujera en votos no era tanto apelando directamente al sentimiento de pertenencia -y de exclusión frente al resto, además-, pues había muchos catalanes que se sentían orgullosos de serlo, con un arraigo profundo a la cultura catalana pero satisfechos con el encaje de ese entonces -y el actual-; sino intentando dotar a la corriente de una base racional y justificada. La única manera de conseguir eso era revistiendo el movimiento de datos científicos, como se diría -en este caso, económicos-. De la misma manera, se tapaba el 3 per cent y casos parecidos por lo que el negocio era redondo: posesión del Govern y el paso desapercibido de los tejemanejes internos. Es como si partiésemos el escenario a la mitad, y en el punto central se pusiese un telón que tapase las desvergüenzas y las corruptelas; mientras tanto, delante se escenificaba un cuento que evitara que nadie intentase averiguar qué se escondía detrás del telón.
Hacer pasar una obra de teatro por una realidad tiene muchas dificultades y peligros. Sobre todo, esto último. Mi abuelo, con extensa preocupación, siempre me comenta: “Mario, España se rompe”. Y yo siempre pienso: “No, abuelo, quien se rompe es Catalunya”. No nos encontramos ante el peligro de que España se divida en Estados independientes (los otros posibles aspirantes, como Euskadi, están satisfechos con su más que autonomía), sino que es el territorio catalán el que está roto y fracturado entre el bloque PP-PSOE-C’s y el bloque PDECAT-ERC-CUP (y en medio anda En Comú Podem). La independencia no se va a consumar, a mi parecer, por un largo periodo de tiempo, tanto por la sencilla razón de que nadie les reconocería como Estado independiente, como por la inexistencia de la posibilidad de separarse -actualmente- de España.
Las dificultades radican en que han vendido todo el cuento y este no se materializa, y las personas que están dentro de la cueva nunca llegan a ver cómo se consuma esa realidad. Ni tan siquiera mediante el resultado del referéndum ilegal del año pasado, que toman como un “mandato del pueblo”.
Por tanto, el grupo que se encuentra dentro de la caverna está volviéndose contra sus propios dirigentes. Pero lo peor es que no lo hacen para salir de la cueva y darse cuenta de la farsa que les han montado, sino para quitar a esos actores que ya no les valen y traer a otros que les devuelvan a la comodidad y a la esperanza de una Catalunya independiente, como tenían antes. Mientras, los fantasmas de las chimeneas de la Casa Milá, rondan la cabeza de sus propios arquitectos, que se ven envueltos por su propia pesadilla.
Plató, ja està bé.
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Estudio Ciencias Políticas y Sociología en la UC3M y combino mi pasión por los fenómenos políticos y sociales con la cultura, elementos indisociables de una misma y compleja realidad. Desde pequeño me ha encantado escribir y lo utilizo como manera de evasión y difusión.