Dónde estamos ahora

Hace tres años, no éramos los mismos. Teníamos más fuerza, sentíamos la juventud como una esperanza y el ímpetu nos hacía creer que podíamos con todo. Ahora estamos a las puertas de la edad adulta y no sabemos muy bien qué hacer. Las vacaciones empiezan a ser más cortas, las responsabilidades aumentan, mantenemos nuestra casa o ayudamos a nuestras familias, cerramos nuestra etapa estudiantil y abrimos o compaginamos nuestra vida laboral… En definitiva, todo es un caos. Todo cambia, nosotros incluidos. Pero nuestra cruzada sigue siendo la misma: proteger Tripticum como nuestro oasis particular, un ágora digital donde debatir sobre arte y cultura, donde repensar el mundo sin renegar de nuestras identidades y sumar nuestro modesto proyecto a la construcción de un lugar mejor. Mejor para crear, para ser y para convivir.

Empecemos por el principio

El teléfono de Ricardo sonó. Era Mario. Se habían conocido hacía muchísimos años, siendo adolescentes en un campus científico de verano. Ahora tenían ya 19 años. Le habló de una idea: fundar un blog para hacer periodismo cultural, con la ayuda de Jose, otro compañero de su edad. Pasaron el verano diseñando el proyecto, debatiendo el nombre y los conceptos que lo definían, repartiendo las secciones, elaborando manuscritos, guías de estilo, montando la página web, creando las redes sociales, fortaleciendo la comunidad y diseñando una estrategia de comunicación. Llegó septiembre. Concretamente, un día 18. Y lo celebramos por todo lo alto: triple artículo de los tres fundadores para inaugurar lo que por entonces solo era una página más de WordPress. Meses después, se abrió la veda a los colaboradores mensuales, firmas invitadas que proyectaban una mirada amplia, juvenil y alternativa al medio.

Con el tiempo, compramos un dominio, renovamos la imagen, ampliamos las temáticas y cambiamos el equipo. Se sumó al proyecto Carla y tomó las riendas de la dirección junto a Mario y Ricardo. Era mayor que ellos y su experiencia era un plus. No todo en este tiempo fue fácil. Hubo que tomar muchas decisiones complicadas, con todo lo que eso implica: trabajar hasta la madrugada, discutir con buenos amigos, poner toque de queda en los grupos de WhatsApp y mucho más. Por suerte, el fin siempre era mucho más gratificante que los egos, las rencillas sobre el enfoque o las dificultades coyunturales.

El pasado año, el equipo se reunió al completo por primera vez (aquí la crónica del encuentro). La distancia, pese a los lazos que nos unen, provoca una brecha digital que hemos aprendido a superar a lo largo de estos tres años con disciplina y, sobre todo, mucha dedicación y pasión por un trabajo humilde pero bien hecho.

El confinamiento: paréntesis y oportunidades

El confinamiento derivado de la crisis sanitaria nos pilló en el peor momento, justo cuando poníamos en marcha nuestro tradicional especial de marzo feminista. Fueron semanas de mucho ajetreo: llamadas de última hora de colaboradoras, repatriaciones exprés, cambios de vuelos, regreso a casa precipitadamente y, al final, encierro. Como el resto del mundo, vimos consternados las noticias día tras día; la pantalla del televisor nos enfrentaba a una curva que no cesaba de crecer y debíamos lidiar con la impotencia de no poder remediarlo y fingir que no ocurría nada. Seguíamos acudiendo a clase, ahora en línea, hablábamos por Meet, nos echábamos de menos y nos preocupábamos los unos por los otros.

Ni siquiera durante este tiempo faltamos una sola vez a nuestra cita de los miércoles. Un hito, por otra parte, que no ha sucedido jamás en nuestros tres años de historia. Cuando la vorágine de la primera ola se calmó y el verano dio paso a la desescalada, decidimos contribuir con nuestro granito de arena a la lucha social que se estaba gestando: reivindicar la cultura no solo como fuente de ocio, sino como método de supervivencia. Por eso programamos entrevistas en directo por Instagram y nos encontramos cara a cara, en el terreno virtual, con miembros del grupo de teatro Abubukaka, con la cantautora Tori Ferrer, fuimos uno de los primeros en charlar con la (por aquel entonces desconocida) escritora Andrea Abreu…

Sin perder de vista la responsabilidad y consciente de nuestro modesto papel, lo hicimos lo mejor que supimos y procuramos divulgar el arte con naturalidad y cercanía, creando juegos interactivos por redes sociales y solventando la distancia física con encuentros en vivo. En el apartado logístico, renovamos la imagen por última vez, esta vez con la ayuda de un gran profesional y durante meses trabajamos hasta dejarnos la piel en un proyecto exclusivo: Posdata, que nació para llenar el vacío de actos presenciales que teníamos planeados y que no pudimos llevar a cabo por culpa del coronavirus.

Posdata es el proyecto epistolar de Tripticum, un buzón virtual donde cualquiera de nuestros lectores puede enviar sus cartas de forma anónima, bajo pseudónimo o con su propia firma. Nosotros nos ocupamos de revisarla, adaptarla a nuestros formatos y de publicarla en la plataforma. La novedad fue acogida con fervor y a día de hoy se ha convertido en un espacio honesto, sensible y creativo que poco a poco va recibiendo más atención.

Pero entonces, ¿por qué c*** existe Tripticum?

Tripticum existe por la sencilla razón de que creemos en él.

Suena romántico, pero esta fe ciega plantea inconvenientes que no lo son en absoluto. A día de hoy, invertimos dinero (fundamentalmente, para el mantenimiento web) que no se ve recompensado, ya que no monetizamos las visitas ni contamos con fuentes de ingresos alternativas. El tiempo que le dedican los directores, redactores y colaboradores tampoco tiene ninguna compensación económica. Su espíritu es el de una barricada estudiantil, pero el compromiso con la calidad textual y temática es muy superior.

En la actualidad, Elena ha sustituido a Carla en el equipo directivo y se encarga del diseño y la comunicación. Además, conforma el vértice de la Tríada junto con Ricardo y Mario. Ellos se ocupan de la redacción y el estilo y, por otro lado, del desarrollo digital, respectivamente. La Tripulación, compuesta por los colaboradores permanentes, la representan María, Alexis y Carla. Los seis son el corazón de Tripticum, quienes hacen funcionar la máquina de forma altruista.

Retrato actual (y sincero) de nosotros seis

Mario y María son nuestro Chandler y Monica del grupo y a los demás nos toca lidiar con sus escenas de matrimonio. Uno aporta frikismo y pasión y la otra, seguridad y sentido común. Pasan casi todo su tiempo juntos en Getafe, aunque Tenerife y Lorca son lugares a los que siempre suelen regresar. Carla es, de entre todos, la mejor periodista. Por eso no deja de trabajar, cada vez en puestos más relevantes: después de Las Palmas le siguieron Granada y Sevilla y, ahora, Alcalá de Henares. Elena estudia Medicina, su segunda carrera, y lo compagina con un Máster en Género e Igualdad. Tiene siempre un pie en Gran Canaria y otro en La Palma, y entre tanto y tanto se detiene en La Laguna. Nadie sabe cómo lo hace. Alexis está a punto de graduarse como periodista y sigue leyendo y escribiendo con tal voracidad que nos sorprende: es el intelectual del grupo. Y Ricardo ha dejado Francia atrás —quién sabe por cuánto tiempo— y ahora su destino temporal es Barcelona, para investigar en humanidades y buscarse a sí mismo en lo poético y lo personal.

Tercer aniversario: Un agradecimiento breve

De parte de todo el equipo, queremos darte las gracias. Otros periódicos perciben a los lectores como números porque son su fuente de ingreso. Nosotros nos situamos al margen de las exigencias económicas, de las presiones publicitarias o del nepotismo institucional. No existe ningún compromiso más allá del de la voluntad de escribir con libertad para que alguien nos lea al otro lado. En nuestro caso, todos ustedes son lo que siempre debieron ser: una familia, el tercer componente de nuestro tríptico. Y un tríptico no puede funcionar sin una de sus partes. Gracias por dejarnos existir. ¿Contamos contigo para nuestra próxima locura?

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