La Feria del Libro de Madrid comenzó el pasado viernes 10 de septiembre. Una 80ª edición atípica (como todo en el último año y medio) pero que se celebró, como manda la tradición, en el Parque de El Retiro. Dos accesos de entrada y salida, aforo reducido al 75% y mascarilla obligatoria dentro del recinto. Dentro de este, hileras de casetas numeradas, en concreto más de 300, todas ellas repletas de montones de libros, libreros dispuestos a aconsejar al todo el que se asome, escritores firmando ejemplares y gente yendo y viniendo, cuyas bolsas esconden algunas de sus últimas adquisiciones.
Día 1
La cola para entrar a la Feria del Libro en el horario de tarde era interminable. El sol nos daba de cara, sin poder encontrar un lugar a la sombra. El evento abría sus puertas a las 17.00h. Cientos y cientos de personas esperaban para entrar. Mirábamos constantemente la página web de la Feria del Libro para comprobar el aforo disponible: 32% de ocupación. Hay bastantes esperanzas de poder entrar.
Una vez dentro, nos dirigimos a la caseta donde estaba Carlos del Amor, periodista y jefe adjunto del Área de Cultura de los Servicios informativos de Televisión Española. Una docena de personas esperaban también para la firma. Emocionarte. La doble vida de los cuadros era el libro que llevaba en mis manos. Ganador del Premio Espasa 2020, el escritor hace un recorrido por treinta y cinco obras de arte de todos los tiempos, impregnando su discurso del estilo personal que tanto lo caracteriza. Después de la firma del ejemplar, de cruzar algunas palabras con él y de pedirle inmortalizar el momento con una fotografía, caminamos en busca de otras firmas.
Cruzamos al lado derecho de la Feria y nos sorprendió una larga fila de lectores. Miramos a ambos lados, pero ninguna de las casetas que teníamos alrededor anunciaba firma alguna. Sin embargo, no fue díficil adivinar a qué (o a quién) esperaban esas personas, pues todos llevaban De ninguna parte entre sus manos o dentro de sus bolsos. El nuevo libro de Julia Navarro veía la luz a finales de agosto. Era de esperar que la Feria del Libro fuese una oportunidad única para dar a conocer la novela. La escritora estuvo más de tres horas y media firmando de forma ininterrumpida, sin apenas soltar el bolígrafo, y la cola para su firma no dejó de crecer conforme transcurría la tarde.
Día 2
El segundo día que fuimos a la Feria del Libro resultó más tranquilo que el primero. Esta vez iba en busca de la escritora cuyos libros me han acompañado este verano. María Oruña estaba en la caseta 281 y todos los que estaban colocados en la cola sostenían Lo que la marea esconde, su último thriller de la serie «Puerto Escondido». Yo, en cambio, llevaba otro título de esa misma serie, Un lugar a donde ir. Conversamos con la escritora durante un rato, incluso nos recomendó encarecidamente visitar Cantabria y me preguntó qué libro me ha había gustado más de los que me había leído.
Cerca de la caseta donde firmaba Oruña, un hasta entonces desconocido (para mí) Eloy Moreno firmaba libros sin parar. Muchísimas personas esperaban impacientes a que les llegase su turno. Realmente, iba en busca de María Dueñas, aunque solo fuese para verla en persona y mandarle una foto a mi madre, fan absoluta de Sira Quiroga. Grave error por mi parte, todos sus libros se habían quedado en mi casa y no me los había traído a Madrid. Mi madre inclusó se ofreció a enviarme Sira y El tiempo entre costuras por correo. La señora de detrás contestó a mi pregunta: Dueñas solo firmaba por la mañana.
En la caseta 315 estaba firmando ejemplares Sónsoles Ónega, rostro conocido de la televisión. No me pude resisitir a comprar Mil besos prohibidos. Ya de paso le dije que comía todos los días con ella y con su programa. Pero me quedé con las ganas de preguntarle cómo se peina el flequillo tan sumamente bien.
Día 3.
Cuando llegamos a esta última jornada de la Feria del Libro, eran casi las 18.30h y la pantalla de la entrada marcaba un 100% de ocupación. Aun así, nos colocamos en la cola de entrada. Sorprendentemente, avanzó bastante rápido y el nivel de ocupación del recinto fue bajando considerablemente. En algo más de un cuarto de hora, ya estábamos dentro.
Buscamos rápidamente dónde estaba firmando Irene Vallejo, mientras sacaba del bolso El infinito en un junco. En la caseta 52 no había ni rastro de la escritora, ni siquiera estaba el cartel que anuncia la firma. Comprobamos si estábamos en el lugar correcto y todo apuntaba a que sí. Preguntabamos a la librera y nos dijo que la firma se había cancelado, dado que Irene Vallejo estaba enferma. Mi gozo en un pozo.
Pepa Bueno, Rosa Montero, Pepa Blanes, Javier Cercas y más escritores, periodistas, filólogos de renombre también se encontraban firmando sus ejemplares. Fernando Aramburu presentaba su nueva novela: Los vencejos. En otra de las casetas, se encontraba Javier Sierra. Y, entonces, me acordé de El maestro del Prado, La cena secreta, La pirámide inmortal, que están en la estantería de mi habitación y de los que no tengo ninguno en Madrid. Esperemos que la próxima vez sea.
Los niños paseaban de la mano con sus padres, grupos de quinceañeros paseaban y charlaban sobre literatura juvenil, algunas parejas se tomaban una foto con el photocall de El País, otros compraban libros y la mayoría de ellos habían ido a conocer al artífice del libro que le había acompañado en algún momento de su vida. Y mientras tanto, atardecía en el Retiro.
Creo que no es casualidad que haya nacido y crecido en una ciudad que se llama igual que uno de los grandes poetas de la historia: Lorca. Lorqui(a)na de corazón y estudiando Periodismo y Humanidades en Madrid, siempre me ha interesado todo lo relacionado con el mundo de las letras, en especial, el arte y la literatura.