En La Laguna suceden cosas íntimas, mágicas con una aura especial. Hace un tiempo nació uno de esos proyectos, que ahora nos llega, y que está generando una hilera de luz y esperanza a su paso. En esta ciudad del norte de Tenerife, nos asentamos miles de estudiantes que soñamos con poder vivir de lo que brota de nuestro diafragma: artes plásticas, letras, arte audiovisual, música, teatro, cine. Son muchas las disciplinas nobles, en palabras de Robin Williams, que nos dan con las puertas en las narices a quienes somos jóvenes y aprendices. Que nos vayamos con nuestro hambre a otra parte: hambre de conocimientos, de espacio, de altavoz, de perspectivas de futuro. En esta marejada de noes, surgió Canela y Limón Producciones: un sí.
Nazara Hernández, productora ejecutiva de Canela y Limón, actriz y abogada, y Greg Rodríguez, director creativo de Canela y Limón, actor y psicólogo se tomaron un día un barraquito juntos y dieron a luz una idea para intentar cumplir su sueño: poder vivir del arte. O en otras palabras, sueñan con que el arte pueda darnos de comer y lo están logrando. Este proyecto es esperanza y luz entre las sombras: para quiénes vayamos después, Nazara y Greg van iluminándonos el camino. Ahora estrenan su primer espectáculo: Esto NO es un cabaret. Lo podremos ver el 4 de septiembre en Estudio PARA (Santa Cruz de Tenerife), el 11 de septiembre en La Bowie Bar (La Laguna), el 1 de octubre en Regia Comedy (Santa Cruz) y el 16 de octubre en 4densayo, también en La Laguna (para cualquier de las fechas, las entradas se pueden adquirir online).
Primer acto: el proyecto
¿Qué es Canela y Limón?
Nazara Hernández: Canela y Limón es un proyecto que nace de la falta de oportunidades y la necesidad de intentarlo una vez más. Para mí es la manifestación de un inconformismo mutuo en el que transformamos el desamparo de la dificultad que supone pretender desarrollar una carrera artística en impulso creativo, profesionalización y autogestión para llevar a cabo iniciativas propias, impulsar las ajenas y poner en valor nuevas formas de entender, encauzar y disfrutar la cultura. Canela y Limón aspira a ser una empresa cultural dentro de las Islas Canarias en la que se promueva la creación de espectáculos, la difusión de artes escénicas y la representación de profesionales de las distintas áreas artísticas y técnicas.
Greg Rodríguez: Ahora mismo estamos centrados en dos de esas líneas: en la parte de creación tenemos Esto NO es un cabaret que es el espectáculo que vamos a estrenar ahora y, en la línea de difusión, está Un barraquito con que son una serie de entrevistas que hacemos los fines de semana en nuestra cuenta de Instagram con profesionales de la cultura.
Sobre el espectáculo Esto NO es un cabaret, ¿cómo nace la idea?
G.R.: Por un lado, es una especie de continuacion lógica del último espectáculo que creé, y que pudimos llevar a las tablas junto a Teatroscopia, que fue Divest. Era un espectáculo muy interesante pero con un equipo muy grande, que hacía que mantenerlo en el tiempo y moverlo fuera inviable. Se me ocurrió hacer algo parecido en un formato más pequeño. Por otro lado, está la necesidad de empezar a buscarnos las garbanzas en el mundo artístico por nuestra cuenta porque a base de esperar a que alguien llame no se puede tirar. Entonces, para este proyecto, que ya quería hacer sí o sí en algún sitio, pues creé ‘Canela y limón’ con Nazara y así darle soporte. Además, surge también de una urgencia que siento de poner en orden mis ideas. Yo para ordenar mis pensamientos lo que hago es escribirlos, y muchas veces escribo pensando que los textos sean representados. Entonces, de alguna forma es, puede que una excusa, pero también un espacio para quemar el ciclo de la vida de los textos que escribo.
N.H.: La idea, tal y como yo lo veo, surge de la necesidad de Greg de contar en el escenario lo que ya nos ha contado con un café delante a sus amigas, esta vez para llegar a más personas. Nos apetecía un formato pequeño, cuidado con mucho mimo y contando con profesionales de la música a los instrumentos, para probar si nuestro deseo de narrar lo que nos pasa por dentro hace “match” con lo que le pasa también por dentro a nuestro público.
Sobre el subtítulo Masculinidad y miseria, ¿qué pueden contarnos?
G.R.: El título es Esto NO es un cabaret pero en estas ocasiones hablaremos de la masculinidad y de lo miserable que es la existencia humana. Nosotros en cada función, o cada cierto número de funciones, cambiaremos el contenido del espectáculo y en esta primera tanda hablaremos de esto: de género desde las perspectiva de un hombre cis, y de la precariedad en la que vivimos particularmente las personas de nuestra generación pero en general todas las personas que estamos vivas hoy. Es una situación que se ha visto agravada por la pandemia pero que ya venía de mucho antes, desde la primera crisis económica profundizada quizás o marcada por ese momento en el que los científicos nos dijeron que íbamos a ser la primera generación que íbamos a vivir peor que nuestros padres.
N.H.: Como yo no puedo quedarme callada sí puedo decir que cuando leí el guión terminado, en un Binter La Palma-Tenerife, por cierto, me tuve que contener las ganas de gritarle a mi desconocida acompañante que ese guión lo había escrito mi amigo y describirle con pelos y señales cómo había cogido su experiencia vital y la había hecho palabras para subirse a un escenario a enfrentarse a aquellas cuestiones existenciales que le traían de cabeza.
Segundo acto: el escenario como espacio transformador
En relación a lo que hablábamos de la miseria, ¿ustedes creen que el arte puede cambiar el mundo?
N.H.: El arte puede hacer más liviano, más humano y más acogedor un mundo que pinta difícil de cambiar. El mundo es una realidad tan grande, tan compleja y tan compartimentada, que dos amigos haciendo teatro desde Tenerife no van a poder parar. En cambio, mi mundo ha dado un giro desde que en 2017 regresé al teatro de mano de la Asociación Teatroscopia Lagunarte, donde conocí a Greg, y también ha cogido un nuevo rumbo desde que ese mismo Greg, barraquito en mano, hace más o menos un año, me pidió acompañarle en esta aventura.
G.R.: Yo soy un poco más optimista … pero tampoco mucho jaja Creo que el mundo se puede cambiar a través de dos vías, y luego está la política y lo institucional que articulan todo esto. Estas vías son la ciencia y el arte. La ciencia conduce a una serie de progresos físicos, matemáticos, médicos, etc. Y el arte conduce a otra serie de progresos que tienen más que ver con lo humano, con lo espiritual, lo social, con lo intrínsecamente humano. No es que crea que el arte puede cambiar el mundo, es que creo que el arte es lo único que puede cambiarlo. Lo que pasa es que hay que darle la oportunidad, generar espacios para que esto suceda y el público abierto al cambio.
A lo largo de sus carreras en el mundo de las artes escénicas, ¿han encontrado especiales dificultades para hacer arte desde Canarias o este contexto no ha influido?
N.H.: Sí, personalmente me resulta abrumador el desequilibrio que existe entre el potencial de nuestros y nuestras artistas y las oportunidades que tienen. En mi caso, no puedo plantearme aun “soltar” lo que me da de comer para sumergirme y profesionalizarme en aquello que me da el apetito. El arte en Canarias está, se hace a diario, lo podemos ver en las calles, en los escenarios y en los bares. Pero seguimos con el estigma de confundir con una afición sin más lo que es un trabajo y debiera estar remunerado como tal. Además, se suma la falta de voluntad política y el desinterés, hay municipios en las islas con sus teatros, casas de cultura o espacios escénicos cerrados a cal y canto, cuando hay una función miras la fila para entrar y reconoces cada cara, siempre vamos las mismas, es frustrante hablar con personas de 20, 30, 40 años y que no hayan ido a ver un espectáculo en directo en los últimos 2 o 3 años.
G.R.: Para escribir teatro, a mí lo que me ayuda es la música. Normalmente escribo en base a canciones que oigo, me transmite ciertas ideas o emociones con las que empatizo así que aprovecho ese impulso para proyectarlo en algo más, adaptar un texto a esas ideas. Cuando escribo para mí, lo hago desde una perspectiva casi terapéutica, poner mis ideas por escrito, ordenarlas y transmitírselas a otras personas. Hay como una especie de urgencia fisiológica detrás de esa necesidad de escribir. En ‘Esto NO es un cabaret’ se unen ambas cosas, hay textos que surgen desde la desesperación y textos que he escrito desde la inspiración de otra gente que está creando contenido sobre ese tema.
¿Crees que la situación pandémica y la crisis de la gente joven, la falta de perspectivas y la precariedad en la que nos vemos sumidas empeora la situación del sector cultural o puede ser una época prolífica para la creación artística?
G.R.: Por un lado, los primeros meses de inactividad y la frustración generada después, han conducido a mucha creación, hay mucha gente haciendo cosas y queriendo hacer cosas. Pero por otro lado, la posibilidad de llevar al público espectáculos de artes escénicas con música es mucho menor, porque la mayor parte de los espacios están cerrados, tiene un aforo muy limitado y esto hace que las condiciones económicas y laborales de las compañías se hayan complicado. Así que por mucho que las circunstancias sociales hayan fomentado la creatividad, el no poder llevar el producto al público es un obstáculo. Es verdad que hay otras formas de hacerlo, a través de streaming por ejemplo, pero esto choca frontalmente con los rasgos de las artes escénicas: requieren de un público presente y que esté viviendo contigo la experiencia, sino pues estaríamos haciendo pues cine o videoarte, música grabada o lo que sea, pero no son artes escénicas. Poner un streaming mata la esencia de estas disciplinas.
N.H.: Me gustaría pensar que viene una reinvención del sector cultural, que las ganas de salir, compartir espacios y ver en directo a las personas que durante casi un año vimos tras la pantalla van a hacer que nos sumemos a cualquier plan que nos pongan por delante, como dice Rigoberta Bandini. Soy consciente de que es una visión con exceso de positivismo pero me ayuda a pensar que todo lo que estamos impulsando tiene un sentido de llegar a las demás, que subirnos al escenario tenga algo de esperanzador. Es un misterio el futuro del sector cultural igual que el del resto de sectores, pero si tengo que pronosticar algo prefiero que sea que viene una nueva ola de creaciones artísticas hechas desde otro sitio, nacidas del silencio de la calle después del toque de queda y de la morriña acumulada de los abrazos que no pensamos que fuéramos a dejar de dar.
Tercer acto: crear y compartir
¿Qué se necesita para escribir algo que pueda ser representado? ¿De dónde parten las ganas de dar el paso a la creación artística? Se necesita un chispazo, la mítica ‘inspiración’ …
N.H.: Tener las notas del móvil siempre a punto de llenar la memoria. Escribir mucho y sin juzgarnos de más. Cualquier impulso que te lleve a coger bolígrafo y libreta, abrir las notas del móvil o un word en tu portátil podría ser representado. No hay musas ni inspiraciones divinas, siento romper el halo de creador turbiamente enamorado y torturado, las ganas de dar el paso a mí me nacen de la necesidad genuina que he tenido siempre de compartir, de compartirme, de hacer partícipes al resto de lo que me está pasando, no vaya a ser que tengamos trayectorias similares o radicalmente opuestas y vayamos a pasar por la vida sin contárnoslas. Yo cuento mi cuento, a veces autobiográfico, a veces fantasía, a veces una fusión de ambas creada por mi álter ego. Como público me satisface enormemente que las demás me cuenten sus historias.
G.R.: Para escribir teatro, a mí lo que me ayuda es la música. Normalmente escribo en base a canciones que oigo, me transmite ciertas ideas o emociones con las que empatizo así que aprovecho ese impulso para proyectarlo en algo más, adaptar un texto a esas ideas. Cuando escribo para mí, lo hago desde una perspectiva casi terapéutica, poner mis ideas por escrito, ordenarlas y transmitírselas a otras personas. Hay como una especie de urgencia fisiológica detrás de esa necesidad de escribir. En ‘Esto NO es un cabaret’ se unen ambas cosas, hay textos que surgen desde la desesperación y textos que he escrito desde la inspiración de otra gente que está creando contenido sobre ese tema.
¿Quiénes habitan en sus cabezas?
N.H.: Una adolescente envalentonada que finge no tener miedo, una mujer madura familiar y protectora, una soñadora frustrada suscrita al telediario, una tía muy normal que solo quiere divertirse mientras está de paso por el mundo y una amiga que no asume el escrache que el capitalismo le hace a la pasión de sus seres queridos.
G.R.: Hay dos personajes de ficción que tengo identificados en mi cabeza: uno de ellos es la madre de Leonard de Big Bang Theory: yo tengo en mi cabeza a esa señora que es psiquiatra, divorciada, estricta, que da una explicación médica para todo y que no está para aguantar tonterías. Por otro lado, tengo a Sam de la Espesura de Verania, que es un aprendiz de mago veinteañero, inexperto pero pervertidillo, con verborrea y al que le pasan cosas estrambóticas. Esas dos personas coexisten en mi interior y yo soy el resultado de esa convivencia.
¿A quien le hablan en sus creaciones artísticas?
N.H.: A mí misma, a mis amigas, a mi hermana y a mi madre. A veces también a quienes se creen que les veo como mis enemigos, que en realidad no son más que personas sin empatía que nunca ocuparán una butaca frente a un escenario en el que se vayan a sentirse cuestionados. A veces realmente escribo para personas que sé que no van a leerme nunca.
G.R.: Yo le escribo a mucha gente. Yo hablo con el público como si fuera un ente abstracto, pero el público está compuesto de personas y yo lo que hago es proyectar en ellos una serie de personas que justifican que yo escriba. Escribo a mucha gente y no precisamente para dejarles bonitos. Le escribo a los sinvergüenzas, a los desgraciados, a los pesados, etc. No hay muchas cartas de amor jajaja
Díganme una canción, una película y un libro que les haya acompañado
G.R.: Replay, de Lady Gaga, Sucker Punch, de Zac Snyder y El despertar de la señorita Prim, de Natalia Sanmartín.
N.H.: Nudito, de Ale Zéguer, La buena esposa, de Björn Runge y El final de todos los agostos, de Alfonso Casas.
Nunca pude elegir entre ciencias y letras: por eso hice las dos. Hubo un tiempo en el que creí cambiar Periodismo por Medicina. Ahora creo que sin las palabras no se cura. Me gusta caminar, leer en la calle y hablar de política. Danzad, danzad o estaréis perdidos.