Cada 10 años, el British Film Institute publica las 100 mejores películas de la historia del cine en la revista Sight and Sound. Para ello está vez ha consultado a casi un millar de profesionales del cine, desde conocidos realizadores hasta críticos, productores y otros miembros del equipo tras las cámaras que han tenido que seleccionar sus 10 películas favoritas de todos los tiempos. El único criterio, de libre interpretación, era la «grandeza». Inspirado por ese reto, aquí van las mías que apenas abarcan un período de seis décadas. Como respondió Guillermo del Toro, si me preguntaran otro día, la lista sería otra.

1. El gran dictador (Chaplin, 1940)

La primera película sonora de Charles Chaplin no es solo desternillante, sino perfecta. La historia disparatada le da la oportunidad a su director para lucirse en una doble interpretación tan cómica en los momentos de slapstick —todos esos golpes, tropiezos y caídas— como convincente en los tramos más serios de su argumento. Muchos se olvidan de que esta comedia es, ante todo, una película política. En plena II Guerra Mundial, Chaplin —un judío— se atreve a parodiar al mayor dictador de todos los tiempos sin miramientos. Me refiero, claro está, a Adolf Hitler. Quizás por esa bravura logra eso llevarnos de la risa —las escenas en las que el pobre impostor habla en un alemán inventado son para morirse— hasta la lágrima —sobre todo con el discurso final—. Si no han visto nada del director, empiecen por Tiempos modernos y continúen con esta. Luego, todas las demás.

2. La ventana indiscreta (Hitchcock, 1954)

En la lista oficial de Sight and Sound, Vértigo está en segunda posición. Aquí podría haber sucedido lo mismo con ese thriller trepidante del director inglés. Sin embargo, si me decanto por La ventana indiscreta es por la maestría absoluta con la que Hitchcock trabaja en los espacios cerrados, jugando con los planos e intrigándonos con aquello que no se ve en pantalla. James Stewart está sobresaliente con la escayola y los prismáticos, pero yo revisitaría cien veces esta película solo por ver a Grace Kelly entrando por la puerta del apartamento con un modelito nuevo cada vez. Una película visual y narrativamente brillante que no deja ningún cabo suelto.

3. Los 400 golpes (Truffaut, 1959)

Esta cinta es una de mis favoritas de la Nouvelle Vague, junto a otras del calibre de Un hombre y una mujer (Claude Lelouch, 1966) y el musical Los paraguas de Cherburgo (Jacques Demy, 1964). Si esta y no otra ocupa un lugar aquí es por su director: François Truffaut. Él, sin lugar a dudas, es uno de los cabecillas de este movimiento francés que renueva la forma de contar historias en el cine. La cámara en mano, la narración original, la historia de introspección y rebeldía, el uso estético del blanco y negro… Los 400 golpes no es una revolución, sino muchas. Y la presentación de Jean-Pierre Léaud, que aquí era un niño pero luego se convertiría en uno de los grandes intérpretes europeos.

4. Hiroshima, mon amour (Resnais, 1959)

Hiroshima es un drama romántico desgarrador, un poema fílmico sutil y sincero. Me hipnotiza la belleza de Emmanuelle Riva, me sumerjo en los recuerdos de un romance antiguo marcado por la bomba atómica, me deshago ante el encuentro frugal de la actriz francesa con el joven japonés. La cocción es lenta, pero eso no importa. Lo que importa es lo que pasa en pantalla, dejarse invadir por las portentosas imágenes y los sonidos. La película del talentoso Alain Resnais —otro representante de la Nouvelle Vague— me recuerda a la también excelente Deseando amar (2000), del hongkonense Kar-wai. Mi única pena es no haber podido disfrutar de ninguna de las dos en pantalla grande.

5. La gata sobre el tejado de zinc (Brooke, 1958)

Elizabeth Taylor y Paul Newman. Ya está. Toda explicación está de más. He perdido la cuenta de las veces que he incluido este título de Richard Brooke basado en la obra de teatro de Tennessee Williams —hay que leerla, los cambios son notables— en diferentes listas. La irreverencia de la gata que interpreta Liz Taylor marca el drama de esta familia sureña en decadencia: el patriarca se muere, el hijo predilecto se derrumba, el hermano resulta ser un codicioso cazafortunas. Este filme, además, demuestra de lo que era capaz el Hollywood de mediados de siglo pasado y que las grandes producciones son compatibles con las buenas historias.

6. Cléo de 5 a 7 (Varda, 1962)

La sobrerrepresentación de la Nouvelle Vague en la lista no es baladí, sino un reflejo de mis preferencias personales. Lo que no es discutible es la pertinencia de Agnès Varda en esta lista. Una cineasta imbatible y comprometida, tan innovadora en la técnica como implacable en su estética y su activismo social. Cléo de 5 a 7 sigue en tiempo real a su protagonista, una joven obsesionada con la belleza que descubre que pronto morirá. Cada fotograma es la mejor fotografía que se ha hecho jamás. Qué grande Varda y qué genial el cine francés con vocación universal.

7. 2001: Una odisea del espacio (Kubrick, 1968)

No hay duda de que Stanley Kubrick es uno de los grandes cineastas del cine. Sus películas tienen tanta vida que aún parecen recientes, incluso contemporáneas. El británico es uno de los pocos cineastas de los que se puede decir que tiene una película de cada género y que se desenvuelve con maestría en cada uno de ellos. Tenemos el terror de El resplandor, la acción de La chaqueta metálica, la comedia del Teléfono rojo, el erotismo de Eyes Wide Shut y Lolita, la épica histórica de Espartaco. No obstante, 2001, su gran obra de ciencia ficción es la más original, pero también la más controvertida y arriesgada. La icónica escena de la evolución de los primates, los planos espaciales, la máquina rebelándose, la impresionante fotografía… Todo está hecho para salir del cine haciéndonos las grandes preguntas de la humanidad. La banda sonora hace un uso tan magistral de la música de cámara que todavía sigue influyendo en la actualidad.

8. Tiburón (Spielberg, 1975)

Steven Spielberg es uno de los directores veteranos más reputados de nuestro tiempo. Pero no siempre fue así. En 1975 era un principiante con mucha imaginación y poco presupuesto dispuesto a hacer la película del verano. No solo lo consiguió con creces, sino que infundó un miedo colectivo al gran blanco e inauguró un nuevo género en sí mismo: el blockbuster o taquillazo. Desde entonces, encadenó un éxito tras otro: E.T., Parque Jurásico, Salvar al soldado Ryan, La lista de Schindler, entre tantas otras. Aún hoy no hay nadie como este cineasta para conciliar las pasiones de crítica y público.

9. Manhattan (Allen, 1979)

Cuando elaboraba esta lista trataba de pensar en grandes directores. La polémica eterna en la que se envuelve Woody Allen no le ha impedido convertirse en un creador de largo recorrido, con casi un película al año desde los 70. No sé qué tipo de persona es este neoyorquino hipocondríaco, pero como artista roza la excelencia. Negar eso sería negar la propia historia del cine. Incluso sus peores títulos escapan siempre de la mediocridad. Manhattan es el paradigma de su filmografía: el amor, la contradicción, el miedo a la muerte, la comedia y la tragedia se dan cita en una ciudad que se convierte en un personaje más. Y Diane Keaton, ¿qué más se puede pedir?

10. El Señor de los Anillos: El retorno del rey (Jackson, 2003)

La película de Peter Jackson es la única de este siglo que aparece en la lista, quizás por su cadena de buenas decisiones que se inició desde La comunidad del anillo, la primera entrega de esta trilogía. Este filme cumple el requisito con nota alta. No solo es grande por mérito del universo narrativo imaginado por Tolkien, sino por los impresionantes efectos especiales —el maquillaje de El Señor de los Anillos ha envejecido mucho mejor que el CGI abusivo de El Hobbit—, el reparto estelar y la épica, que combina a la perfección aventura, belicismo y desarrollo de personajes.

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El periodismo me queda de paso. Escribo. Arte, misantropía y revolución. Excelsior.


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