Una invitación
Te confieso que mi objetivo no es hablar solamente de ese peculiar aspecto erizado de la superficie corporal conocida como piel de gallina o pelos de punta, quiero mostrarte que vivimos en un mundo gigantesco y asombroso, pero nuestras vidas se desarrollan aquí, en el diminuto rincón donde estás tomándote un momento para leer. Así de curioso puede ser el planeta, el universo o el propio cuerpo humano, ¿qué estará sucediendo mientras disfrutas de esta lectura?
La realidad es que existen muchos acontecimientos que pasamos por alto y pueden ser importantes. Nuestros queridísimos mayores tienen razón cuando afirman que la vida es una caja de sorpresas. De hecho, esa es una de las motivaciones de este artículo, invitarte a comentar lo invisible y ayudar a comprender mejor uno de los tantos acontecimientos que, a veces, pasan desapercibidos en nuestras vidas.
La piel de gallina (también denominada piloerección o cutis anserina) es conocida, coloquialmente, como el acto de «ponerse los pelos de punta» y se produce gracias a unos diminutos músculos que mueven verticalmente el vello por encima del resto de la piel. Sin embargo, ¿realmente conocemos las causas que provocan esta respuesta corporal?
Las influencias del arte y la naturaleza
La primera vez que me hablaron detenidamente sobre la piel de gallina fue en el instituto. Recuerdo que las explicaciones de los profesores se basaban en las conclusiones de Charles Darwin, es decir, comentaban que los animales responden al frío o el miedo mediante la piloerección y los seres humanos, aunque tengamos un pelaje muy corto, reaccionamos de la misma forma porque provenimos de una raíz biológica común.
Realmente, el gran responsable de este suceso es el sistema nervioso autónomo, parte fundamental en la regulación de las actividades involuntarias de nuestro cuerpo. Por ejemplo, si el cerebro interpreta que existe un peligro para el organismo como una posible agresión, el sistema nervioso autónomo sería el encargado de preparar al cuerpo para sobrevivir mediante diferentes estrategias como el aumento de la frecuencia respiratoria y cardiaca para dar energía a la musculatura, entre otros. No obstante, su actividad también está ligada a la emoción humana y un indicador relacionado con las experiencias emocionales es la «piel de gallina».
De hecho, esa sensación de estremecimiento y escalofrío que acompañan a la piloerección podrías sentirla cuando vas al cine y observas una escena con cargas emotivas fuertes como, por ejemplo, en Titanic cuando Rose se da cuenta de que Jack ha fallecido. Además, la música puede inspirar esa reacción, al escuchar la canción de tu grupo favorito o la primera vez que estás cara a cara con el Réquiem de Mozart en concierto. Tal vez, una visita a lugares naturales asombrosos o las obras de autores que lleguen a los lugares más inhóspitos de ti también te pongan los pelos de punta. Y si, aun así, no se te ponen los pelos de punta —ya bastante difícil me lo estarías poniendo— ¿qué me dirías sobre el amor? ¡Oh, mon amour! ¿A quién no se le ponen los pelos de punta si recuerda su primer beso? Y es que la excitación sexual también fomenta esta respuesta.
¿Qué dice la ciencia?
Actualmente, la ciencia ha comprobado la influencia del teatro, la música, la poesía o el cine en la respuesta de la piloerección, llegando a la conclusión de que esa reacción corpórea es un indicador adicional muy valioso para estudiar la emoción en futuras investigaciones, pero ¿es posible que experimentar emociones relacionadas con este suceso puedan ayudarnos a ser mejores personas?
En 2015, Piff y sus colaboradores realizaron un estudio muy curioso donde provocaban reacciones de asombro situando a los participantes en un entorno natural inspirador. El experimento se basaba en que varios estudiantes fueron divididos en dos grupos, el primero observó durante un minuto una arboleda de Eucaliptos de Tasmania situada en el campus que superan los 60 metros de altura y el segundo veía durante un minuto la fachada de uno de los edificios de la universidad que carecía de cualidades específicas. Al pasar los 60 segundos, el investigador se acercaba a los participantes con un cuestionario y una caja llena de bolígrafos, y los derramaba delante de ellos, aparentemente por accidente. Los científicos observaron que el primer grupo tuvo una mayor reacción de asombro ante el paisaje y ayudaron a recoger más bolígrafos en comparación al segundo grupo. Por tanto, concluyeron que el sobrecogimiento asociado a la emoción, aunque a menudo es fugaz y difícil de describir, cumple una función social vital porque puede contribuir al bienestar de los demás.
Dos ramas, una realidad
Académicamente, existe una barrera entre las ciencias y las bellas artes que muchas veces hace que los estudiantes nos separemos de una de las dos ramas. No obstante, acabamos de comprobar que ambas partes han contribuido a conocer ciertas emociones que ayudan a las personas a dejar de ser el centro de sus propios mundos individuales y se centren en un contexto social más amplio. ¿No es precisamente eso lo que necesitamos en esta época tan difícil para todos? Dejemos que la piel de gallina haga su trabajo y nos emocionemos porque las bellas artes son terapéuticas y la ciencia es un arte en sí misma.
Un día decidí estudiar fisioterapia, otro aprendí a escribir con el corazón y el resto de días vivo con un libro en la mano y unos interrogantes rondando por mi cabeza.