Un cuerpo que late y respira, a veces, alberga, cobija y nutre otro cuerpo que late y mueve los músculos, que sube riscos, lee y escribe un libro. Cuerpos que se piensan, que se acarician y se hacen preguntas. Cuerpos como territorios y como hogares, cuerpos politizados, cuerpos que sufren violencias injustas, cuerpos resilientes. Cuerpos que habitamos y a través de ellos nos relacionamos, con el mundo y con la persona que tenemos delante. ¿Podremos pensarnos sin pensar en la forma de nuestros cuerpos, de nuestros cráneos, de nuestras costillas?

Yeray Barroso (Tenerife, 1992) habita uno de esos cuerpos canarios que tienen mucho que escribir, que crear, que alegar. Estudió Español, Lengua y Literatura en la Universidad de La Laguna y ha publicado dos poemarios: Huida al centro del agua (2015) y Ceremonia (2018). Ahora, en este pandémico mes de febrero, publica un nuevo libro —desde el 21 en librerías y desde ya en preventa—: Nunca seré mi madre y no pariré a mi hermana (Libero). Un cuerpo que mira el mundo y nos devuelve belleza, literatura.

¿Por qué crees que deberíamos leerte? «Es una buena pregunta y no me la había planteado… Creo que se me da muy mal venderme (risas). Es un libro que habla de una cuestión directamente relacionada con todos: la propia vivencia del cuerpo y qué somos. El libro se plantea desde el principio si es posible pensar en alguien sin que exista un cuerpo. Si yo te conozco y soy amigo tuyo, ¿podría pensar en ti sin pensar en tu cuerpo? ¿O siempre va a estar tu cuerpo detrás cuando me haga una imagen de ti? Está relacionado con todos y con la identidad de cada uno, que en la adolescencia empieza a existir en conflicto y que de adultos ya la sentimos más sólida. El libro juega con la idea de “nunca voy a ser los otros”, aunque ya Rimbaud lo anunció “yo soy otro” cuando escribía. En la literatura es posible, pero en la vida real al final yo tengo unos elementos de identidad que no tiene otra persona».

«Escribo a partir de preguntas que todo el tiempo estoy buscando responder»

¿Las palabras, la literatura, nos acercan a una verdad de la existencia, del cuerpo, a la que no podemos llegar de otra manera? ¿Qué nos da la literatura? «Yo soy de esas personas que no desliga tanto la literatura de las búsquedas filosóficas, aunque es verdad que la literatura es una experiencia estética, al final y sobre todo la poesía, se nutre de preguntas. Por lo menos cuando yo escribo, lo hago a partir de preguntas que todo el tiempo estoy intentando responder, aun sabiendo que no voy a obtener, ni estéticamente ni en las respuestas que consigo, lo que yo realmente quería alcanzar en estas búsquedas filosóficas. Estas relaciones yo creo que se llevan dando en toda la historia de la poesía: directamente ligada la poesía y el pensamiento. No puede existir un poema sin ideas detrás, aunque sean puramente estéticas, la idea de querer plasmar algo».

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Portada de Nunca seré mi madre y no pariré a mi hermana (Libero Editorial) de Yeray Barroso. Diseño de la portada por Nuria Pazos.

¿Cómo te convertiste en escritor? «Para hablar del escritor, primero tengo que hablar del lector. Más allá de la sensibilidad que se pueda tener o no, al escritor hay que alimentarlo con lectura. Aunque yo no soy nada elitista en ese sentido, para mí la literatura se tiene que nutrir de todos los discursos: de una anécdota que me cuenta mi abuelo, de una canción popular, de una canción rock, de un poema popular, de una copla y también de los grandes poemas. Yo nací en la típica familia canaria, con una casa de autoconstrucción, en la que mis abuelos venían de la pobreza del franquismo; después mis padres no estudiaron, mi padre se dedicaba a la construcción y mi madre a limpiar. Recuerdo que, al principio, en mi casa no había libros. Respecto a otros niños que sí podían tenerlos, creo que eso es una desventaja. Mi primer encuentro con la literatura fue porque yo estaba en clases extraescolares en el colegio y un día llovía así que nos llevaron a la biblioteca. En esa hora en la biblioteca de mi colegio, que solo abría por las tardes, recorrí la biblioteca con un amigo que tenía que leía mucho. Hasta que llegué a un libro de Manolito Gafotas. Me lo llevé a casa y, después, me leí todos los libros de Manolito Gafotas que había en la biblioteca. A partir de ahí, con 13-14 años, fui yo quien empezó a pedirles libros a mis padres. La escritura llegó más tarde, con 16 -17 años».

«Para hablar del escritor, primero tengo que hablar del lector»

¿Quiénes habitan en tu cabeza? «Todos tenemos lo que creemos que somos. Pessoa hablaba de eso: somos lo que creemos que somos, lo que los otros creen que somos y lo que realmente somos. Además, tenemos una voz dentro de la cabeza que puede ser quien queramos que sea. Dentro de nuestra cabeza, en silencio, se nos pueden ocurrir todas las locuras y todos los mundos posibles, y los imposibles también». ¿Entonces tu dirías que en tu cabeza vive un ser que lee? «No, que lee y que piensa. Puede ser muchas cosas, a veces instintivo, a veces es un poco policía y elige callarse. Puede ser lo que quiera, el cuerpo está más limitado que la mente».

¿Qué significa escribir desde Canarias? «Creo que escribir desde Canarias es como escribir desde cualquier lugar: ni mejor ni peor que escribir desde Madrid, Nueva York, Londres o Murcia. Hay estructuras de pensamiento que nos hacen tener una mentalidad de tener que ir a un centro, ¿por qué el centro lo ponemos en Madrid y no en México que tiene más de 100 millones de lectores potenciales frente a los 50 millones que tiene España? Nos hemos creado una idea, ligada a la historia política y social de Canarias, de que somos una periferia. A veces, esto nos hace auto-sentirnos inferiores. Hay muchas editoriales canarias, ¿por qué ninguna editorial canaria se plantea de partida distribuir directamente en toda España? Todo el tiempo los autores canarios han tenido ese problema, publican con una editorial canaria y solo se ven distribuidos en Tenerife y Gran Canaria y por tanto son unos grandes desconocidos para el resto de la comunidad de la lengua. Deberíamos ampliar la mente, ampliar fronteras, y decir: bueno, yo escribo desde aquí, con la idiosincrasia que yo tengo, sin necesidad de escribir una copla a la Virgen de Candelaria, pero sin necesidad tampoco de imitar estilos, modelos, como pasa a algunos escritores que se quieren iniciar. No todos porque en la historia de la literatura ahí está Rafael Arozarena e Isaac de Vega que localizaban perfectamente sus novelas en Canarias, Luis Alemany que escribió Los puercos de Circe, una crítica muy interesante a la aristocracia de Santa Cruz».

«Escribo desde aquí, con la idiosincrasia que yo tengo, sin necesidad de escribir una copla a la Virgen de Candelaria, pero sin necesidad tampoco de imitar modelos»

Parece que siempre las voces de la gente joven tienen menos que decir… «No creo que generacionalmente estemos produciendo un pensamiento nuevo en ese sentido, porque ya se ha hecho, pero sí que creo que durante mucho tiempo se intentó ser universal a través de copiar modelos. Fueron muy inteligentes algunos escritores en este sentido, como Agustín Espinosa que cuando estuvo en Lanzarote escribió como una especie de guía turística integral de Lanzarote, creándole una mitología literaria y escribió Lancelot. Yo creo que el choque generacional forma parte de todo el pensamiento. Queramos o no, se generan unas estructuras de poder y la gente joven siempre intenta desestabilizar las estructuras de poder anteriores. Como esa idea de “matar al padre” y luego, al final, tú también eres uno. Eso se puede ver en algunos grupos de creación que empezaron siendo muy laterales, y finalmente se posicionaron en el centro».

¿Para escribir necesitamos una postura política? «Yo cuando escribo no hago panfletos políticos, no escribo política o digamos que no escribo con la intención de crear un mensaje político, sino con la intención de hacer un mensaje literario. Sin embargo, creo que al mero hecho de existir hay que añadirle el ser político. Incluso, no adoptar una postura política es adoptar una postura política que está de acuerdo con el status quo. Si tú estás cómodo así, no necesitas pensar, criticar y te enuncias como “apolítico”. Yo creo que eso no existe, que el mero hecho de vivir te convierte en un animal político. Evidentemente en la literatura también está eso, desde que escribimos un poema o en una novela, hay una forma de entender el mundo que es filosófica y política».

«Para llegar a Las flores del mal hay que escribir muchas flores marchitas por el camino»

¿A quién escribes? «En el proceso de escritura escribo para resolverme preguntas a mí, no pienso en escribir para alguien, aunque es verdad que escribo con mucha gente y muchas voces en la cabeza. A mí me gusta trasladar a la poesía anécdotas de conversaciones con alguien, con mi novia, con mi abuelo, con mi primo. Me interesa jugar con la cotidianeidad. Cuando soy consciente de que eso va a ser publicado, entonces sí que tiendo a sentir ese vértigo del escritor, me pregunto cómo lo van a escribir los otros, me planteo qué valor estético tiene lo que hago».

¿Qué le dirías a alguien que quiere escribir y publicar? «Lo primero que lea, que escriba y que tire mucho a la basura, sobre todo en las primeras etapas. Que no piense que el primer texto que escriba en su vida va a ser Las flores del mal, de Baudelaire. Para llegar a Las flores del mal hay que escribir muchas flores marchitas por el camino».

Un libro, una canción y una película. «Un libro: Elegías del Duino, de Rilke; una canción: The guns of Brixton, de The Clash; y una película: El Sacrificio, de Tarkovsky».

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Nunca pude elegir entre ciencias y letras: por eso hice las dos. Hubo un tiempo en el que creí cambiar Periodismo por Medicina. Ahora creo que sin las palabras no se cura. Me gusta caminar, leer en la calle y hablar de política. Danzad, danzad o estaréis perdidos.


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