Carente de sentido me encuentro en la búsqueda constante de este. Como en esta foto.
Vagando sin rumbo las calles surge inevitablemente la duda, que sin quererlo se fuga con una suave caricia a través de las asperezas de mis dedos cuando intento atraparla de manera eterna sobre el negativo. El error nace de este miedo, miedo constante a un rendimiento absoluto pero engañoso tal vez, a la acogida y al desprecio, que le da la mano de manera violenta a un vacío en el alma, un vacío generalizado.
¿Cómo explicar lo que es la fotografía para mí? ¿Acaso existe algo más allá de la exaltación de los sentidos? ¿Sentidos propios a mí mismo o al todo? Sin saberlo, de manera impulsiva me anclo en la creencia de que nace de un error, un hermoso error que nunca cesa.
Porque duele al quebrarse. Ese error que nunca cesa, es el mismo que queda grabado en un instante, separado eternamente de la historia que narra, quebrando sentimientos de su creador que se ve incapaz de expresarlos de un modo distinto.
En esos instantes me muestro y lloro, llora la esencia de la pena sobre el escozor de la negritud impoluta, del vacío y de aquello que, tal vez, me niegue a identificar.
Veo cómo se desmorona el mundo en cada rostro, en cada gesto que cae como una súplica de no querer ser olvidado con violentos golpes del silencio.
La siento en la luz, que disfruta en su sexo con la penumbra, que se posa temerosa sobre su piel, regalando de manera omnipresente la fuerza de la duda.
La veo en mis piernas, que frágiles se entregan al caos atronador de la multitud mientras yo, vacilante, sólo soy capaz de rendirme ante el polvo que se levanta tras sus pasos buscando el perfecto momento de quietud entre tanto ruido.
Probablemente todo esto sea un error, un hermoso error constante por el tropiezo de mí mismo ante la vida, que como mero espectador solo quiero poner nombre a aquello que es incomprensible.
Belleza que sin saber que es belleza se muestra a través de las grietas que la dictadura de la monotonía no es capaz de descubrir.
¿Dónde quedo yo entre lo hermoso y la torpeza? Tal vez el ser necesita rebelarse en el desahogo, en una orgía de los sentidos capaz de consumir a uno mismo hasta el punto de hacerlo desaparecer para entregarse al mundo. Pero entonces, ¿por qué existe el arte por error?
El arte por error es la fotografía.
Tal vez, surge sin intención humana alguna; manifestaciones que, en sí, no son agradables o buscadas y que juntas forman poesía en la palabra de la casualidad. Casualidad a la que se atribuye un carácter divino de la fugacidad, que, momentánea, es la única existencia que ciegos no somos capaz de apreciar.
Por ello, establecerse por el error puede ser la última manifestación de belleza, un grito agónico y hermoso antes de que esta desaparezca por completo.
Tal vez mi cámara solo esté aquí para plasmar la existencia eterna de ese error, o puede que mi intento derive en uno propio. Pero cabe recordar que siempre existe una primera vez, un primer instante, que se agarra con fuerza aferrándose a la última ocasión de algo. Siempre hubo una primera vez en la que, de casualidad, el artista descubrió aquello que sería su puerta de escape de la muerte.
Al componer la vida misma a través de mi lente lo hago sintiendo sin sentido, siendo esto, lo que le da al conocimiento de esta disciplina su razón de ser y que, por ser emocional llega a aquel que, sin quererlo quiere sentir el arte, evidenciando de esta manera que nada es intencionado. Sino que surge por querer surgir y que la belleza de ese nacimiento, como cualquier otro es una mera casualidad del estar vivo.
Esta es la esencia de que el querer es una mera casualidad. Así comenzó y así sigue.
Fotógrafo. Queriendo ser espectador de la propia vida, espero a que la necesidad de expresarme venza a la de inspirarme. En busca de lo etéreo para matar el tiempo. Amante de la libertad, el arte y del progreso. Aquí sigo.
Exquisita la mirada con la que reflejas los instantes, Jorge.
Gracias por tu arte.