Hay una noticia que, sin duda, es la de la semana. Y la del mes. La salida del rey emérito Juan Carlos de nuestro país tras los vergonzantes escándalos de enriquecimiento ilícito, aprovechando su condición de jefe de Estado.

Pero justo dos días antes se producía otro suceso, también deleznable, al que se le ha prestado poca atención. Mientras la Casa Real pensaba en si el rey emérito debía regularizar su fortuna, que posteriormente descartó porque implicaba pagar unos 60 millones de euros, Eleazar Blandón perdía su vida en un centro de salud murciano, por un golpe de calor debido a una negligencia por parte de sus responsables. Abandonado por su jefe a las puertas del establecimiento sanitario, sin pulso y en coma, Blandón trabajó, como sus compañeros, en las plantaciones de sandía bajo unas circunstancias extremas, sin las condiciones laborales adecuadas para realizar ese trabajo. Hasta 44 grados se alcanzaron ese mismo día.

El caso de Blandón vuelve a avisar de las precarias condiciones de muchos trabajadores

El caso de Blandón sirve para (volver a) dar un toque de atención sobre las inhumanas condiciones que tienen estos trabajadores agrícolas en muchos puntos de nuestro país. Hace pocas semanas, veíamos como las chabolas (que no casas) de los temporeros en Huelva prendían y estos perdían toda su vida.

En mayo de este mismo año, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y el ministro de Agricultura, Luis Planas, anunciaban una campaña para realizar inspecciones en el campo, precisamente para evitar terribles sucesos como el de Eleazar Blandón y sancionar a aquellas empresas que tuviesen como modelo la práctica esclavitud de sus trabajadores.

No obstante, la muerte de este trabajador no es un caso aislado, sino que responde al modelo neoliberal de máximo enriquecimiento con el menor coste posible, aunque eso suponga la esclavitud de las personas que generan el beneficio. Desgraciadamente, se extiende en otros muchos sectores en los que la precariedad de las condiciones del trabajo es el requisito indispensable para poder aceptarlo.

En España tenemos que mirarnos al espejo

Esa fue una de las conclusiones del informe del relator de la ONU sobre la pobreza en España, que realizó a principios de 2020 mientras recorría numerosos puntos de nuestro país, para ver de cerca cómo era la situación española.

La idea general que podemos tener sobre nuestro país es que somos un país más o menos próspero, con dificultades, eso sí, pero siendo la cuarta economía más potente de la zona euro. Pero si nos salimos de nuestras burbujas, de los centros de las grandes ciudades y nos miramos al espejo, miramos un poco más lo que nos rodea, quizás eso cambie.

Veremos que casi 3 de cada 10 personas está en riesgo de pobreza o exclusión social (26,1%). Que casi la mitad de españoles llega ahogado a final de mes y que uno de cada tres niños vive en riesgo de pobreza. Y, mientras tanto, algunos justifican los excesos de un rey al que se le paga con dinero público.

La pobreza es una opción política

Ahora, en medio de la pandemia, que también es social y económica, estos datos se verán acrecentados, quizás aliviados, en parte, por las ayudas estatales como los ERTEs o el Ingreso Mínimo Vital. Y eso seguirá siendo España, en la que compatriotas no lleguen a fin de mes, se vean expulsados de sus casas y despedidos de sus trabajos.

El informe del relator nos dejó una sentencia monumental: la pobreza es una opción política. Lo es porque los gobiernos tienen la capacidad de intervenir en estas situaciones para evitar que su gente (tanto sus propios votantes como los que no) no tengan una vida indigna.

Pero en este país, Mariano Rajoy, el presidente que pilotó la salida de la crisis, decidió no intervenir, que en realidad también es intervenir. El propio relator afirmó que «España ha salido de la crisis gobernando para los ricos y olvidándose de los pobres». Se optó por favorecer lo privado y recortar lo público, el único garante de la vida digna para todas las personas independientemente de su situación socioeconómica. Se intervino a favor de las grandes fortunas, de las grandes empresas. Se rescató a los bancos y se perdonaron los desfalcos fiscales a los ricos.

No podemos dejar atrás a nadie en situación de pobreza

Y mientras tanto, la brecha social (la distancia social) no paraba de aumentar, a pesar de la recuperación. El ascensor social se estancó y los hijos están condenados y atados al nivel socioeconómico de sus progenitores porque solo crece y se puede desarrollar quien es rico.

Y permítanme decirles: si la pobreza es una opción política, que lo es, yo no quiero apoyar esa opción. El caso de Blandón es uno más de un sistema estructural que precariza (y esclaviza en algunos casos) y hace más rico a quién ya lo es y mantiene pobre, a costa de aquel, a quien lo ha sido siempre. Y ese sistema puede ser atacado desde la fortaleza del Estado, que puede ser equilibrado para que las oportunidades sean las mismas independientemente de los dígitos en la cuenta bancaria o los apellidos que se tengan. Es una decisión moral, porque no podemos dejar en la pobreza a nuestros vecinos, amigos y compatriotas.

Así que mientras algunos perdonan y olvidan los desmanes clamorosos del exrey, que ha hecho y deshecho lo que ha querido porque se ha creído impune y porque tenía una institución opaca que le permitía hacer lo que quisiera, a Eleazar Blandón le arrebataban la vida. Solo trabajaba para que su familia pudiera salir adelante y pudiese llevar una vida digna, como todos deseamos.

Va por ti, Eleazar. Haremos justicia.

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Estudio Ciencias Políticas y Sociología en la UC3M y combino mi pasión por los fenómenos políticos y sociales con la cultura, elementos indisociables de una misma y compleja realidad. Desde pequeño me ha encantado escribir y lo utilizo como manera de evasión y difusión.


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