Allá por finales de noviembre del año 2015, cuando España se encaminaba a las elecciones del 20D tras cuatro años de gobierno de mayoría del PP, Albert Rivera y Pablo Iglesias aceptaron un debate cara a cara en el Aula Magna de la Universidad Carlos III de Madrid. Eran los líderes de los nuevos partidos, que posteriormente obtuvieron 40 y 69 diputados.
El debate duró unas dos horas y se trataron cuestiones que iban desde política económica hasta la lucha antiterrorista. Pero alguien del público preguntó que cuáles eran las principales propuestas en materia educativa de los dos partidos. Se palpaban los nervios en el ambiente. Preguntar por educación en un auditorio lleno de catedráticos. ¡Vaya tela!
Deslices kantianos que son comunes
Rivera estuvo comedido: habló de la filosofía y de la música aduciendo que «es difícil que la gente valore y pague la cultura si no se inculca desde pequeños». Habló de la necesidad de «enseñar a pensar». Respira aliviado, se ha salvado; simple, sencillo y para toda la familia… Hasta que de repente se cuela en el discurso un: «no sé, yo vengo del mundo del derecho y Kant es un referente» (los no sé dichos por un político los carga el diablo). Le preguntaron por una obra de Kant y dijo que no había leído nada suyo, pero que todo lo recomendaba. «Mierda, me he liado yo solo», habrá debido pensar.
Turno para Iglesias. Se puso en modo profesor universitario con ese tono aleccionador y, ante la misma pregunta, no se anduvo por las ramas («directo, necesito un golpe a la mandíbula») y respondió: «Ética a la razón pura». Error. El título es incorrecto.
Pero, ¿qué más da esto? Tenemos a dos líderes políticos sin saberse al dedillo la obra de Kant, pero, como todo el mundo, ¿no? ¿O acaso vas a la frutería y hablas del imperativo categórico? Efectivamente, da lo mismo. Que el suceso no tuviera repercusión más allá de cotilleos en los pasillos de las facultades de Políticas («viste lo de…») y algún que otro meme en Twitter es un hecho.
¿Los políticos como solución universal?
No obstante, les pedimos a los políticos que sepan de todo, que tengan la respuesta a cualquier pregunta y aunque la contestación sea una evasiva o una chorrada, al menos ya es algo. Queremos que con su aura mágica lleguen a una sala y, de repente, (¡plof!) la iluminen cuando cogen el micrófono o se ponen delante del atril. Y no sé si es porque hemos idealizado la figura del político o porque confiamos en ellos ciegamente y pensemos que resolverán todos los problemas, sean de la índole, gravedad o urgencia que sean. Buscamos que nuestros representantes estén cualificados: cuanto mejor hayas escrito la tesis doctoral, más preparado estás para ejercer de voz de la ciudadanía. Tenemos en la cabeza la misma idea que tuvo Platón: que nuestros líderes sean los más cualificados para gobernarnos.
Pues, por un lado, sí. Porque no seré yo el que niegue que no le gusta ver a un político formado, con altura de miras en situaciones complicadas y siendo consciente de los retos a los que se enfrenta a diario, ejerciendo sus funciones de cargo público. Que se desenvuelva en varios idiomas durante cumbres europeas o internacionales y sea capaz de rodearse de gente de sobrada cualificación para tratar de mejorar un poco la situación en la que se encuentra todo.
Pero, por otro lado, creo que hay que reivindicar la mundanidad de los políticos. Que tomen el metro o que compren en el supermercado. Que tampoco necesitan un máster en Harvard (y menos si te quieres apuntar el tanto de la prestigiosa universidad y resulta que es un curso de tres días en Aravaca) para poder ser elegidos diputados. Gente corriente con vocación de influir en lo público, de mejorarlo o cuidarlo, sin mucho espectáculo. Si no, miremos a Stefan Löfven, que es primer ministro de Suecia (ese país en el que nos fijamos tanto) y es simple, y llanamente, un soldador (¡un soldador!).
Ni tanto ni tan poco
Queremos políticos capaces y que sean resolutivos con los problemas que percibimos. Para que así sea, necesitamos que estén medianamente preparados para afrontarlos. No sé si buscamos tanto grandes líderes como grandes respuestas a las preguntas que nos formulamos: ¿qué pasa con el cambio climático (Green New Deal)? ¿Y las pensiones? ¿Quién pierde y gana en la globalización? ¿Qué hará el Estado con los desfavorecidos por el mercado laboral? ¿Renta básica universal? Cada uno tiene sus propias respuestas. Luego, se ve qué políticos casan con nuestra visión sobre dichos temas, para así determinar el color de nuestra papeleta. Seguridad, confianza y estabilidad suele ser lo que busca la gente en un político a la hora de votar, pero no estaría mal recordar que a veces no tenemos ninguna de las tres cosas, sino simplemente buenas intenciones que pueden salir mal.
Lo siento, pero no creo que los políticos sean tan mediocres como nos los venden ni tan listos como tendemos a pensar. A veces aciertan (y se suele hablar poco de ello) y a veces se equivocan. Tampoco creo en el escudarse en el poco nivel o altura de miras de los políticos como respuesta a porqué el panorama actual se ve tan gris. Me parece un atajo mental, creado para no tener que pensar qué nos ha hecho llegar a esta situación.
Debe haber un punto medio entre que nos gobierne un ‘filósofo-rey’ y cualquier tipo gris sin expectativa alguna. Tal vez, y solo tal vez, ese punto medio sea el darnos cuenta, de dónde estamos y qué podemos hacer para seguir avanzando. Pura deliberación pública entre y para todos los ciudadanos.
Si pudiera pensar en futuro condicional acabaría disfrutando del gerundio ¿Acaso no es lo que hacemos todos? «Sapere aude».
En mi opinión es un problema global y no solo de España donde se ve el progresivo fracaso del idílico sistema de democracias implantados tras la IIGM. Que a pesar de tener muchas características positivas y el sistema mas “justo” ha traído y cada vez trae mas problemas estructurales de ineficiencia, crisis a nivel mundial debido a la interdependencia de los Estados, corrupción, bandazos políticos y muchos mas problemas que hace que se deje preveer a largo plazo una fractura de estas democracias. Puesto que a pesar de ser el mas puro de los sistemas conocidos está dejando un atraso palpable frente a otras potencias emergentes con distintos aparatos políticos. La esencia para que una democracia funcione es la información del pueblo ante la actuación de sus gobernantes y en la actualidad (vuelvo a España) la gente se preocupa menos de la política que de que va a preparar para la cena.
¡Gracias por el comentario, Javier! Es interesante lo que comentas pero no me refería al sistema político o económico en el que vivimos ni en sus consecuencias, sino simplemente en nuestra visión de la figura del político.
La figura de los políticos quedó dañada hace mucho tiempo, y es lógico teniendo en cuenta que han actuado casi todos de la misma forma, es decir hacia intereses personales. Creo que la formación de estas personas seria algo irrelevante si sus intenciones y ganas de ayudar al Pueblo fueses honestas, porque cuando desconoces alguna materia pues te rodeas de gente competente dispuesta a ayudarte y aconsejar. Actualmente tenemos ciertos Políticos, que no esconden su ignorancia teniendo en cuenta las barbaridades que dicen y constantes ataques a sus oponentes, y la ya sabida corrupción, desgraciadamente parece que va en aumento este tipo de dirigentes, véase algunos países. Un saludo y gracias por el artículo.