La revolución rusa y la caída del régimen zarista marcó un antes y un después en la historia. El halo misterioso y dramático que ha rodeado desde siempre los últimos días de la familia imperial rusa y la trágica manera en la que murieron fue aprovechado incluso en la película de animación Anastasia (también musical en Teatro Coliseum) en la que se narra la historia de la princesa, de la que se sospechaba que había sobrevivido a la matanza. Ahora es Netflix quien intenta exprimir la historia en Los últimos zares, una serie documental de seis episodios que mezcla ficción y realidad, acompañada de declaraciones de historiadores y expertos que hacen que nos situemos en el contexto de la Rusia de principios del siglo XX y entendamos mejor el entorno político y social.

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‘Los últimos zares’ disponible en Netflix desde julio de 2019. Foto: FilmAffinity

El tenso clima que rodeaba al zar Nicolás II

La serie comienza con la llegada del zar Nicolás II al poder, tras la muerte de su padre. Pronto nos damos cuenta de que no estaba capacitado para gobernar y que su falta de liderazgo y sus malas decisiones pusieron fin a una de las dinastías más longevas de Europa, los Romanov. Además de no saber reaccionar a los cambios que estaba viviendo Rusia, la fama del zar entre el pueblo no era precisamente buena. Desde el día que presentó en el entierro de su padre a su esposa, la zarina Alejandra, adquirió la fama de atraer esa mala suerte que lo perseguiría hasta sus últimos días.

Las tensiones y el descontento del pueblo ruso, en especial, del campesinado se hicieron notables desde el mismo día que el zar Nicolás II asumió el trono. Una estampida en la que murieron 200 personas por falta de seguridad durante la celebración de su nombramiento sería, tan solo, un avance para lo que vendría después. En el conocido como Domingo Rojo, o más bien Sangriento, los soldados imperiales asesinaron a buena parte de los 120 000 trabajadores que se manifestaban ante el Palacio de Invierno. Pero la gota que colmó el vaso para el declive absoluto fue la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, que solo aportó mas victimas y gastos.

Una familia no tan idílica

También se muestra la faceta más sensible y familiar del zar. Se casó con la princesa Alejandra, una de las nietas de la reina Victoria de Reino Unido y prima de la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII. Al igual que su prima, pasaría a la historia por ser una de las reinas portadoras de hemofilia más célebres y según afirma la escritora Cristina Morató en su libro Reinas malditas fue «una de las reinas más desgraciadas de la historia» cuyo desequilibrio la llevó a consumir opio regularmente. La pareja imperial tuvo cinco hijos: Olga, Tatiana, María, Anastasia y el deseado heredero, Aleksei, enfermo de hemofilia y débil desde el día que nació.

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La familia imperial en 1910. De izquierda a derecha: Tatiana, María, Nicolás II, Alexandra, Anastasia, Alekséi y Olga. Foto: Wikipedia

La desesperación de los zares por el delicado estado de salud de su hijo los llevó a recurrir al Monje Loco, el místico ruso Rasputín. Con Rasputín en palacio, el heredero Aleksei parecía mejorar (algunos investigadores sostienen que fue mediante hipnosis) y la zarina Alejandra confiaba en él ciegamente, llegando a establecer una fuerte dependencia disfrazada de amistad que levantó rumores de una relación sentimental entre ambos. Rasputín adquiere un gran protagonismo en cada episodio de la serie, mostrándolo como un ser manipulador y obsesionado por el sexo.

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Gregori Rasputín (Ben Cartwright) y la zarina Alejandra (Susanna Herbert) en ‘Los últimos zares’. Foto: Semana

La «desaparecida» princesa Anastasia

La serie desarrolla paralelamente dos historias: una que transcurre hasta julio de 1918 en Rusia y otra, casi diez años después en un hospital alemán. En ella se nos muestra a una mujer que dice ser Anastasia postrada en una cama tras haber intentado suicidarse. El parecido físico con la princesa hace que se contemple la idea de que Anastasia pudo sobrevivir.

La leyenda de que la gran duquesa estaba viva estuvo vigente durante todo el siglo XX y muchas fueron las que se hicieron pasar por ella. La mas conocida fue Anna Anderson. Muchas personas cercanas a la familia real creyeron en su identidad, entre ellas la que fue su nodriza y su tía Olga, hermana del zar Nicolás II.

El fatal desenlace

Tras la abdicación del zar y el comienzo de la era de los Sóviets, la familia fue trasladada a Ekaterimburgo, en los montes Urales. Recluidos en la llamada Casa del propósito especial, la medianoche del 17 de julio de 1918 los siete miembros de la última dinastía Romanov junto con cuatro sirvientes fueron asesinados en el sótano de la vivienda, con la excusa de hacerles una fotografía.

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Lugar en el que fue asesinada la familia imperial rusa. Foto: Cartas al Mediodía

En 1979, dos historiadores descubrieron unos cuerpos en los bosques de Ekaterimburgo que podrían ser los de la familia imperial asesinada. No fue hasta 1991, con la caída de la Unión Soviética, cuando desenterraron los cuerpos. Las pruebas de ADN confirmaron que se trataba de la familia imperial rusa. En 1998, se enterraron en la catedral de San Pedro y San Pablo, en San Petersburgo junto con el resto de los zares rusos. Pero faltaban dos cuerpos. Finalmente, en 2007, los cuerpos de Alexis y su hermana Maria fueron encontrados. A día de hoy, siguen sin ser enterrados.

Entre toques de intriga, drama y acción conocemos los motivos que propiciaron el fin de una dinastía que gobernaba en Rusia desde el siglo XVII y la instauración del régimen comunista. Tanto la complejidad de los personajes como su ignorancia y confusión respecto a lo que estaba pasando en el pueblo ruso hace que la serie documental de Netflix, Los últimos zares estrenada en julio de este año, despierte el interés del espectador que llega incluso a interesarse personalmente por la Revolución Rusa. Además, la magnífica caracterización y el logrado parecido físico entre los actores y el personaje que interpretan hace que empaticemos y nos traslademos de inmediato a los muros del Palacio de Invierno un día cualquiera de principios del siglo XX. Al mismo tiempo que transcurre la trama, las declaraciones documentadas de historiadores y escritores especializados en la última dinastía Romanov dan a esta nueva propuesta de Netflix una buena dosis de realidad.

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Creo que no es casualidad que haya nacido y crecido en una ciudad que se llama igual que uno de los grandes poetas de la historia: Lorca. Lorqui(a)na de corazón y estudiando Periodismo y Humanidades en Madrid, siempre me ha interesado todo lo relacionado con el mundo de las letras, en especial, el arte y la literatura.


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