Toca adquirir el equipo: instrumentos, un sinfín de cables, amplificadores, micrófonos… Toda una odisea para los principiantes que lleva detrás una considerable inversión económica. Tras el trámite burocrático (permisos, horarios, zonas, etc.) llega el momento de plantarse en la vía pública y es entonces cuando ocurren situaciones de todo tipo. Cuentan que cada vez es más difícil vivir de la música. Quienes se dedican a exponer su arte en las calles son conocedores de ello, e intentan cambiar este dicho con hechos.

Una acera, dos miradas

La acera puede ser un lugar de mágicas experiencias. Mucha gente habrá asistido a la interpretación de un músico callejero junto a una apasionada y expectante multitud que casi seguro esté cantando al son del artista esa canción tan conocida. En esos instantes la calle se convierte en escenario y la conexión entre artista y oyente se vuelve casi tangible.

Sin embargo, tocar en la vía siempre tiene el riesgo de tener que enfrentarse a comentarios desafortunados, miradas nocivas u otro tipo de expresión de malestar o descontento. Se trata de un cóctel agridulce compuesto de acordes que responden con indiferencia y sonoridad a los desprecios y que, en general, los intérpretes deciden no tomar.

Sangre, sudor y púa
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Ed Sheeran con 14 años. Foto: La Nación

Para romper con el tópico que rodea a la música y a vivir de ella pondremos dos ejemplos. El primero es el de Ed Sheeran. El británico tuvo sus inicios tocando la guitarra y cantando en las calles londinenses e irlandesas. Hoy uno de los artistas pop más reconocidos a nivel internacional. Su éxito es una prueba de que la sensibilidad, el talento y el trabajo pueden conducir al éxito.

El otro ejemplo es el caso de un tipo menos reconocido, pero de grandes virtudes. Se trata de Ren, también un músico británico que vierte su arte al completo por las avenidas de Brighton. Como él existen muchas más personas, pero su versatilidad en géneros y en manejo de instrumentos le hacen sobresalir del resto. Ren también es un ejemplo de la influencia de las redes sociales en el proceso de dar a conocer su música de la manera más intuitiva posible a los usuarios. Y es que la música callejera ahora es, además, un vehículo de información y de difusión en la red.

Cuerdas muteadas

La visión del arte callejero mantiene cierta opacidad. Las quejas del vecindario suelen ser estar bastante presentes por cuestiones de volumen y franja horaria. Por ello se toman medidas, en ocasiones restrictivas, para solucionar el conflicto que casi siempre perjudica a los músicos. A pesar de ello, acuden sin falta a su cita con los transeúntes. Ese es el factor determinante, porque la música callejera es necesaria para el aporte de riqueza cultural en las ciudades y, además de ser gratuita, la tenemos a la vuelta de la esquina.

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Soy muy práctico: todo lo que aprendo quiero plasmarlo en la vida cotidiana. Curso el doble grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual, por lo que comunicar es una de mis pasiones. Preocupado por el medio ambiente, apasionado por el arte, extrovertido por la vida… combino todo esto como puedo.


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