Cuando puse término al primer volumen de este reportaje, me consagré a la tarea (o más bien, al reto) de trazar una línea transversal que caracterizara al tríptico de creadores suicidas. Es indudable que las experiencias vitales y las veleidades que va presentando el destino cuentan con un peso enorme a la hora de decidir en qué momento termina nuestra propia vida. Indagando un poco en estas tres historias y subrayando algunas evidencias, pude revelar ciertos lugares comunes que compartían como escenario estas tres fotografías.

Vincent Van Gogh, Virginia Woolf y Rembrandt Bugatti no solo compartían su afán creativo, sino también su preocupación por los problemas sociales. Todos ellos se habían acercado, además, a un análisis exhaustivo de la naturaleza humana que dejaba poco espacio a la esperanza. El pintor, la escritora y el escultor, pese a su procedencia de alta alcurnia, a lo largo de su vida se habían aventurado por cuenta y riesgo a la desgracia y la penuria. La incomprensión y el rechazo fueron, asimismo, esquinas que frecuentaron a menudo. Con el transcurso de los años, la exposición a la depresión de estos artistas se agudizó hasta el punto de conducirlos a una muerte prematura.

Con la esperanza de visibilizar los trastornos mentales como patologías de gran incidencia social, esta semana recupero la fugaz pero potente trayectoria de Óscar Domínguez, Sarah Kane y Ernest Hemingway. Con la esperanza de haber marcado las distancias entre el sentimiento y la enfermedad, doy por clausurado un reportaje que es también prueba fehaciente de que tal vez la depresión sea un componente innato en el ADN del artista.


ÓSCAR DOMÍNGUEZ (1906 – 1957)

Este pintor y escultor tinerfeño se eleva como una de las eminencias del surrealismo pictórico del siglo XX. El que pasara su infancia en la lagunera calle de Herradores, llegó al mundo teñido de un rosa intenso, color premonitorio de la desgracia. Nació fruto de la reconciliación de un matrimonio denostado por el adulterio, y su afligida madre, en su lecho de muerte, le hizo prometer a su marido que jamás permitiera llorar a aquel crío. Sin embargo, Domínguez lloró. Y lloraría mucho más a lo largo de su vida.

En las distintas biografías de Óscar Domínguez, se le describe como un muchacho altivo y travieso, con una juventud asediada por la muerte. Al año de su nacimiento, su madre daría a luz a una niña enferma que tardaría poco en fallecer. Algún tiempo después, la propia matriarca correría la misma suerte. Por otro lado, el recuerdo de su prima Mariquita, compañera de juegos y aventuras de niñez, influiría al pintor incluso en su edad adulta, evocando siempre la imagen de aquella muchacha enterrada en una urna de cristal. También en sus primeros años de vida, él mismo se vio afectado por el mal de San Vito, propiciado por un traumático episodio relacionado con un perro.

Al mudarse su padre, el terrateniente Antonio Domínguez, a su casa de veraneo en Tacoronte con el fin de controlar más de cerca la explotación de sus tierras tras el deceso de su esposa, el primogénito varón comenzó a construir un imaginario paisajístico que más tarde volcaría en sus cuadros. En el barrio en el que residía, sin ir más lejos, crecía un antiquísimo drago que pronto se convertiría en el pilar axiomático de sus obras más excelsas. Aquel caserón costero, no obstante tampoco estuvo exento de desgracias; según relata el periodista Elfidio Alonso, un amigo personal de la familia, una cortesana que había okupado la casa apareció empalada una mañana y se convertiría en el fantasma infantil que por las noches aparecía en las pesadillas de los más pequeños de la casa.

Inestabilidad económica y servicio militar

Óscar Domínguez | Artistas / Artists | Pinterest

Según algunos testimonios, la primera visita de Óscar Domínguez al París bohemio y desenfadado del siglo XX sucedería en el año 1927, fecha que daría nombre a toda una Generación de artistas, escritores e intelectuales de la que él mismo formaría parte. En primera instancia, se presentaría en Francia como abanderado del negocio de exportación de plátanos que gestionaba su padre desde Tenerife. No obstante, aquel primer contacto con las vanguardias artísticas despertaría sus inquietudes por el dibujo y la pintura. Su entusiasmo fue tal, que su familia se vio obligada a pagar cinco mil pesetas para evadir el servicio militar. Sin embargo, cuando al cabo de un año se le fue denegada su prórroga, tuvo que regresar a Tenerife para cumplir con sus obligaciones en el ejército español. Arrancado del enclave ilustrado de aquel París que regaba su caudal creativo e insertado en el pozo tinerfeño de oscurantismo maniqueo, Óscar Domínguez se enfrentaría a su primer encontronazo con la frustración y el desengaño.

En 1928, el Círculo de Bellas Artes de Tenerife lo inicia y confirma como un competente pintor al acoger su primera exposición de cuadros puramente vocacionales. La buena recepción de su obra lo animaría a inducirse aún más en el mundo de la vanguardia, afán que solo saciaría con su regreso a la capital de la República. No obstante, el éxito profesional pronto devino en un halagüeño disfraz de la desgracia, puesto que su padre moriría al cabo de un par de años. Lo haría, además, cargando en el apellido familiar las cuantiosas deudas que había contraído en sus últimos años como gerente del negocio agrícola.

París, reducto de paz y libertad

Así pues, sumido en la inestabilidad económica, Domínguez se vio abocado a trabajar como publicista, maquetador e ilustrador de comercios e instituciones públicas, oficio que si bien le reportaría beneficios en su bolsillo, dejaría un gran vacío y desencanto en su corazón de vanguardia.

Tras su regreso a París en 1933, ahora ya como artista consagrado (había sido incluso publicado en La rosa de los vientos, una revista cultural canaria de prestigio nacional), se dedicaría a la reproducción de grandes artistas como Monet o Sisley para avanzar en sus estudios pictóricos. De este mismo modo, recibe el tinerfeño las influencias de El Greco (Homenaje a El Greco), Dalí (Cementerio de elefantes), Miró (Pájaros aviones) o Picasso, por quien profesaría una fascinación inconmensurable.

El gigante hecho de salitre, sangre y vanguardia

Además de codearse junto a algunos de estos grandes exponentes nacionales, también es reseñable la andadura internacional del surrealista, que abarca desde Tokio hasta Estados Unidos; todo ello combinado, asimismo, con recurrentes recopilaciones de su obra en su Canarias natal. Michel Duchamp y Paul Éluard son otros nombres de vanguardia que resuenan en la biografía del escritor, que, tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, tuvo que abandonar su residencia en Montparnasse para exiliarse en Marsella.

La producción artística que el tinerfeño va reuniendo a lo largo de todos estos años es tan extensa que resulta complicado enumerar todas las etapas en las que se deriva. La etapa surrealista, la cósmica, la metafísica, los grabados y las decalcomanías son solo algunos ejemplos de su prolífica carrera. Entre las constantes más reconocibles del pintor, se encuentran los pianos, las mariposas y las referencias a la cultura guanche como parte de un simbología críptica y personalísima.

Al igual que su admirado Picasso, la vida de Óscar Domínguez se caracteriza por una irrefrenable tendencia a los líos de faldas. De este modo, hacia sus últimos años, beodo y desprestigiado, se abandonó a la vida nocturna y a la farándula, que no hizo más que agravar su acromegalia. La víspera del año nuevo de 1958, Óscar Domínguez fue hallado muerto en su apartamento, con las muñecas y los tobillos repletos de cortes. Sin embargo, la autopsia del pintor finalmente reveló que no había muerto desangrado, sino de un fuerte traumatismo en la cabeza producto de una caída en el baño. Óscar Domínguez se resbaló en su propia sangre, triste metáfora de todos los golpes que la vida le había propiciado.


SARAH KANE (1971 – 1999)

La dramaturga Sarah Kane se distingue del resto de artistas que componen este necrofágico listado por ser la más joven en cometer el acto de suicidio, con tan solo 28 años. Su caso es, asimismo, el más próximo al presente de los aquí recogidos. Igual de curioso es el dato de que la cúspide de su producción artística llegara de la mano del agravamiento de su desequilibrio mental.

La vocación por las letras de Kane surge en su más temprana niñez, guiada por el amor que sus padres, ambos periodistas, profesaban hacia la palabra escrita. Tanto es así, que en la secundaria pasa a liderar el grupo de teatro aficionado de su instituto, iniciándose de este modo en el mundo de la dirección llevando a los escenarios obras shakespearianas de máxima complejidad. Su formación sobre las tablas continúa en la Universidad de Brístol, donde finaliza sus estudios de Arte Dramático con matrícula de honor.

17 of Sarah Kane’s Most Beautiful Quotes | Art-SheepDesde ese momento, la británica ya empieza a padecer síntomas de una profunda depresión, motivada a su vez por lo que podría calificarse como una arraigada misantropía. Durante su formación universitaria, así pues, abandona la idea de dedicarse a la interpretación o la dirección y se comienza a decantar por la redacción de libretos, influenciada por escritores de diversa índole como Samuel Beckett y Georg Büchner. En sus primeras obras escritas, como en el tríptico de monólogos Sick, Kane explora temas de acuciante interés social, como la bulimia y la sexualidad. Junto a estas preocupaciones, el sufrimiento humano, la tortura, la crueldad y el desamor conforman las grandes obsesiones que se desprenden de sus guiones.

Rechazo, incomprensión: primeros éxitos

Las espinas que la hacían sangrar por dentro, sin embargo, pronto comenzaron a producir los primeros frutos. Partiendo de esta premisa, Sarah Kane estrena su obra Blasted en Londres. El tratamiento que la autora ejerce sobre sus propias inquietudes, además de provocar un enorme rechazo entre gran parte del público, genera una fuerte controversia que se asienta entre la crítica teatral londinense. No obstante, salieron en su defensa escritores consolidados del calibre de Harold Pinter, ganador del premio Nobel en 2005. El rechazo inicial que sufrió Blasted pronto se tornó una campaña publicitaria de éxito que la llevó a comenzar una exitosa gira por toda Europa.

Con su siguiente proyecto, El amor de Fedra, Sarah Kane se estrena en la dirección combinando mitología clásica y cultura pop, ofreciendo una de las miradas más audaces y originales de los dramaturgos criados bajo el conservadurismo thatcheriano. Esa visión poética, entremezclada con su aguda sensibilidad, la conducirán a escribir el guion de un cortometraje producido por la cadena británica Channel 4.

La hora del suicidio

En 1999, después de haber estrenado dos obras de teatro de gran reconocimiento, Kane ingresa de forma voluntaria al Maudsley Hospital de la capital inglesa. Será en aquel lugar donde se gestará su ópera cumbre, 4:48 Psicosis. Según fuentes estadísticas británicas, la hora que da título a este drama es el momento en el que se produce el mayor número de suicidios en Gran Bretaña. En ella, la dramaturga plasmó el abuso por parte de los psiquiatras, el malestar que sufrían los pacientes y su propio sufrimiento. Pese a que 4:48 Psicosis también versa sobre sus ansias de vida y de amor, lo cierto es que la única salida que halló Sarah Kane fue el suicidio.

Así pues, una vez hubo finalizado el texto, fue encontrada inconsciente en su habitación del psiquiátrico tras la ingesta de más de 100 píldoras antidepresivas y somníferos. Tres días después, en un momento de descuido, Kane se terminó ahorcando con las ligas de sus zapatos. Su última obra sería representada de forma póstuma y el conjunto de sus escritos sería traducido a una docena de idiomas.


ERNEST HEMINGWAY (1899 – 1961)

El primer texto que publicó el novelista Ernest Hemingway fue, en realidad, una previa sobre una actuación local de la Orquesta Sinfónica de Chicago para un periódico de alcance regional. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial y apenas 18 años de edad, Hemingway se alistó al ejército para ejercer en el frente italiano.

El conflicto bélico, además de proporcionarle toda una batería de momentos esperpénticos que le servirían de inspiración en muchas de sus obras (Muerte en la tarde), también le procuró numerosos contactos. Uno de ellos fue la enfermera Agnes von Kurowsky, que traicionó la promesa de matrimonio con el joven escritor al fugarse con un general italiano. Este primer desengaño amoroso causaría un irremediable recelo en las posteriores relaciones románticas del norteamericano, quien desarrollaría cierta repulsión hacia el compromiso y la monogamia.

Tríptico bélico

En su regreso a su América natal, el desconcierto postraumático y el desamor lo golpearon tan fuerte que se vio Hemingway at Princeton | RBSC Manuscripts Division Newsobligado a partir hacia otras latitudes. Así, ejerció como articulista en Toronto y en Chicago hasta que finalmente arribó a orillas del río Sena. De todos los escritores e intelectuales que conoció en París, su mayor influencia la recibiría de Gertrude Stein, que muy pronto se convirtió en su mentora y su contacto principal. A través de ella no solo pasaría a liderar la denominada Generación Perdida, sino que desarrollaría una gran amistad con otros referentes del París de principios de siglo, como Miró, Picasso o Juan Gris.

Con motivo de las fiestas de Pamplona, Hemingway visitaría por primera vez la España republicana, donde regresaría para ejercer de corresponsal durante la Guerra Civil. Más tarde, se trasladaría a Florida con su nueva esposa y, algún tiempo después, viajaría por el Caribe. Durante ese período de tiempo, y antes de acudir como cronista a la Segunda Guerra Mundial, escribió las célebres Fiesta, Adiós a las armas y Por quién doblan las campanas.

En 1954, cuando ya llevaba algún tiempo sin producir nuevos escritos, recibió el Premio Nobel de Literatura. Dos años antes, había sido galardonado con el Premio Pullitzer por El viejo y el mar. Pese a su éxito profesional, Hemingway no gozaba de buena salud, y casi muere por una enfermedad que le afligió durante un viaje a España en el que conoció al escritor Pío Baroja. Además, el novelista sentía un horrendo sentimiento de acoso por parte del FBI por culpa de la afable relación que mantenía con Fidel Castro.

El ganador del Premio Nobel que se ahogó en una botella

Cuando Ernest Hemingway se pegó un tiro en la cabeza en su casa de Estados Unidos, nadie se llevó una gran sorpresa: su padre y dos de sus hermanos habían hallado la muerte de modo similar. Durante sus últimos días, su salud se había desmejorado notablemente, agravada en gran medida por un pérfido alcoholismo.

En cuanto a su obra, destaca por un estilo crudo y magro, que huye de los recovecos y de las filigranas literarias. Su obsesión por el enfrentamiento entre lo natural y lo humano, su brillante recorrido en el periodismo y el reconocimiento internacional por su producción literaria son algunas huellas reconocibles que hacen de su legado un conjunto brillante e irrepetible.

Aquí termina este ciclo de crónicas desdichas. Afligidos por un acuciante sentimiento de culpa y rechazo, todos los artistas que confluyen en este reportaje hallaron el sosiego en la muerte. Pero más que su forma de saldar su deuda con Caronte, todos ellos coinciden en su indubitable fuerza creativa; un talento original y un talante extravagante que los elevaron por encima de toda una generación, legando al mundo un patrimonio que transgrede el paso del tiempo y las fronteras. Lástima que el arduo trabajo de hacer sentir, los hiciera, a su vez, sufrir tanto.


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