Se ha escrito mucho acerca de las siete maravillas del mundo moderno. Desde las pirámides de Egipto hasta el Taj Majal, pasando por el Coliseo de Roma. Sin embargo, ¿realmente tenemos que viajar hasta la India para quedarnos embelesados con una fastuosa obra arquitectónica? En esta lista —tan llena de ausencias como todas las demás—, proponemos una serie de monumentos imprescindibles de proximidad para demostrar que el turismo nacional puede ser tan rico desde el punto de vista cultural como cualquier otro. ¿Los has visitado todos? ¿Qué otro edificio emblemático añadirías a esta lista?

1. La Alhambra de Granada

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Siempre he asociado Granada con la tierra del poeta Federico García Lorca, lugar de su nacimiento y de su asesinato a mano de los fascistas. Cada vez que escucho su nombre, me vienen a la cabeza los versos que escribió Machado: «Que fue en Granada el crimen / sabed —¡pobre Granada!—, en su Granda». Desde aquella escapada de Mario y María a esta hermosa tierra sureña, figura entre los destinos turísticos que más me interesa visitar en un futuro cercano. La Alhambra, un conjunto arquitectónico que data del siglo XIII, es la joya de la corona. Alcazabas, fuentes, palacios y jardines se entrelazan en la que fuera la sede del reino nazarí de Granada, último bastión de la cultura mozárabe en España. Cada año, además, este patrimonio protegido por la Unesco es uno de los más visitados del país.

2. La Mezquita-Catedral de Córdoba

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De nuevo Mario me engatusa con sus travesías andaluzas, esta vez con lluvia y sus amigas. Las nubes, sin embargo, no le restan belleza a una ciudad marcada por sus patios, sus calles y, en general, toda su arquitectura. No obstante, el monumento que mejor contribuye a recrear esta atmósfera romántica es la Mezquita de Córdoba, que se comenzó a construir en el siglo VIII bajo el mandato de Abderramán I. Además de uno de los exponentes mundiales de la arquitectura musulmana y de la deuda de España para con la cultura árabe, representa uno de los símbolos de la diversidad racial del país desde que fuera reconvertida en catedral en el siglo XIII por Fernando III. En la actualidad, este bien de interés cultural y patrimonio de la humanidad acoge a ambos credos en su seno.

3. La Sagrada Familia

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Uno de los grandes dramas de la ciudad de Barcelona es la concentración de turistas, especialmente alrededor de los núcleos de interés. No se libra de este fenómeno, por supuesto, el emblema de la ciudad y el gran proyecto de Gaudí: la Sagrada Familia. También declarada bien cultural de interés nacional a pesar de que aún se encuentra en construcción —las obras se han prolongado durante casi un siglo y medio—, es uno de los focos de la cristiandad catalana junto al monasterio de Montserrat. Soportar a los guiris, sin embargo, se compensa con las portentosas vistas que ofrecen su fachada trasera y delantera. El interior, que se alza como una de las cumbres del modernismo europeo, tiene un coste superior. Concretamente, de 26 euros como mínimo. Un privilegio que pocos estudiantes —por muy apasionados del arte que seamos— no nos podemos permitir.

4. Teatro romano de Mérida

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El teatro de Mérida es la construcción más representativa del conjunto monumental de la capital extremeña, además de un vigoroso ejemplo del esplendor de la civilización romana en la antigua Hispania. Sirva este punto de la lista, asimismo, como una pequeña oda a Extremadura y a todos los lugares que sufren en sus propias carnes los problemas derivados del centralismo. Lejos de ser unas tierras baldías, esta comunidad alberga algunos de los parajes naturales y culturales más imponentes del sur de Europa. El Festival de Teatro de Mérida, convocado anualmente, es uno de los más importantes del ámbito internacional. Cada nueva temporada, no solo sirve para resucitar la fastuosidad de la cultura antigua, sino para revalidar el talento de la nueva escena dramatúrgica.

5. El acueducto de Segovia

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Siguiendo con la estela romana, en Castilla y León encontramos el acueducto romano de Segovia, que no solo es un portento de la arquitectura clásica que ha perdurado hasta nuestros días, sino que también representa la revolución de la canalización de agua en los grandes asentamientos. En la actualidad, convive con las casas y carreteras asfaltadas de la era moderna. Lejos de restarle valor, nos hace pensar en la importancia del pasado y el deber que nos ocupa en cuanto a la conservación de este tipo de construcciones antiguas. Lo que es más, el acueducto no es el único vestigio histórico de la ciudad, que cuenta con una fuerte presencia de arquitectura medieval.

6. El Museo Guggenheim de Bilbao

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Cuando pensamos en maravillas arquitectónicas potencialmente universales, siempre se nos ocurren en un primer momento edificaciones con varios siglos de antigüedad. Ignorar nuestro pasado reciente, no obstante, es tan grave como ensalzarlo hasta el extremo de desmerecer todo aquello que nos precedió. El Museo Guggenheim, proyectado por el arquitecto de fama mundial Frank Gehry —cuenta en su haber edificios tan relevantes como el Walt Disney Concert Hall de Los Ángeles y la Fundación Louis Vuitton de París— es uno de esos jalones recientes que demuestran que aún son muchas las promesas del arte moderno. Además de contribuir a la actualización de la ciudad de Bilbao y albergar importantes obras contemporáneas, está custodiado por la escultura floral Puppy, de Jeff Koons, y la araña llamada Mamá, de Louise Bourgeois, y se ha convertido en una parte imprescindible del paisaje urbano de la capital de Bizkaia.

7. Los Jameos del Agua

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Seamos honestos. En ocasiones barrer para casa se convierte en un imperativo. La imagen que se vende de Canarias es la de un paraíso de sol y playas, el chiringuito de británicos y alemanes, el lugar de jubilación de los godos adinerados. A pesar de ello, ignorar la amplia tradición cultural de las Islas es un error imperdonable. Muchas veces, los propios canarios no reivindicamos lo suficiente el legado artístico de los creadores locales. El caso de César Manrique es, quizás, una de las pocas excepciones. El artista lanzaroteño es una de las figuras de mayor renombre y proyección del Archipiélago. Entre sus contribuciones destaca el Lago Martiánez, la Fundación César Manrique —en la que vivió— o La Mareta —lugar de vacaciones de reyes, presidentes y jefes de Estado—, todas ellas marcadas por un estilo racionalista y las tonalidades azules y blancas. Los Jameos del Agua aprovechan la orografía de los tubos volcánicos de Lanzarote para construir un espacio de ocio, respeto al medioambiente, tranquilidad y equilibrio. Además, es el hogar de los cangrejos blancos, una especie endémica que vive en el propio jameo.

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El periodismo me queda de paso. Escribo. Arte, misantropía y revolución. Excelsior.


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