Manuela dice que ya no soporta (en el buen sentido, espero) que todos mis últimos artículos sean tan ñoños en lo personal. Si le soy sincero (y a ustedes también), lo cierto es que ya no me sale otra cosa. Y cuando me sale, no suelo quedar igual de contento. A veces, pienso que es por el paso de los años: entiéndanme, a pesar de que uno, parece, se ha ganado la fama de «viejoven», la madurez deja de perdonar.
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No es ningún discurso victimista, tampoco una justificación. Ahora, cada vez que pasan 365 días, parece que todo va más rápido pero tú estás en el mismo sitio. Las responsabilidades crecen, el mercado acucia, se va a acabar lo que se daba. Y entre tanto, tú solo buscas estabilizarte.
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Los nuevos comienzos, aquellos que son, a efectos prácticos, tabula rasa, siguen asustando. Qué pensarán de mí, qué impresión daré, me estaré excediendo en la confianza, quiénes serán aquellos con los que me lleve más. Volver a asumir que, de nuevo, algunos caminos se separan y que quienes te han acompañado los últimos años ya no llenarán los sitios de tu nueva aula.
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Suena nostálgico, quizás demasiado tremendista o dramático. No lo es, al contrario. Solo son señales de que ya vas enfocando mucho más el trazado que culmina en el sitio que te toca, y cada vez son más pasos los que se avanzan. Aún así, tengo más ganas que nunca de ralentizar el tiempo, recuperar las actividades que la pandemia paró y sentirme vital.
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También toca tomar decisiones, poco o muy trascendentales, saber asumir los lugares en los que encajas mejor en unos momentos y otros y saber renunciar a aquello en lo que no puedes estar. A quién vamos a engañar: decidir empezar algo cuesta lo mismo que decir que algunos elementos deben guardarse en un lugar lejano.
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A todos, en cualquier momento, nos llega ese momento de inflexión (que, además, seguramente no sea solo uno) en el que la vida se ve con unas gafas totalmente distintas. No estoy inventando la rueda, pero poner por escrito aquello que te marca siempre ayuda a unos y otros a refugiarse en lo compartido del ser humano.
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Frente a nuevos comienzos, la seguridad de seguir recorriendo tu camino; frente a las dudas, la certeza de saber que sin elegir, nunca sale nada. Y frente al paso del tiempo, la firmeza de madurar y el objetivo de seguir cumpliendo años ubicados en nuestro pequeño e insignificante lugar en el mundo, acompañados de los momentos y las personas que nos rodean. En nuestro puerto escondido.
Estudio Ciencias Políticas y Sociología en la UC3M y combino mi pasión por los fenómenos políticos y sociales con la cultura, elementos indisociables de una misma y compleja realidad. Desde pequeño me ha encantado escribir y lo utilizo como manera de evasión y difusión.
Me gustaría decirle a Manuela que, al contrario que a ella, la «ñoñez» en la que se expresan tus últimos artículos me parece un logro; un acierto al que yo calificaría de «intrépida autenticidad». Enhorabuena, Mario, por haber dejado atrás el «viejunismo» para instalarte en la sabia y serena «adultez».