1. Palabra (Literatura): Puerto escondido

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Cantabria es el escenario de esta serie de María Oruña. Fuente: María Oruña

Valentina Redondo y su equipo me han acompañado durante el mes de agosto. Es más, podría decir que, después de tanto tiempo que hemos pasado juntas, ya somos amigas. También he recorrido Cantabria de punta a punta: desde Santander, pasando por Suances e Hinojedo, hasta Santillana del Mar. He comido cocido montañés en alguna ocasión y he dormido en el Palacio de la Magdalena. He explorado las decenas de cuevas que tiene la comunidad cántabra e incluso he sido socia del Club de Tenis de la Bahía de Santander.

La serie «Puerto Escondido», de María Oruña ha sido mi descubrimiento de verano. Nunca he sido demasiado afín a las novelas de misterio hasta ahora. Una serie de crímenes aparentemente sin conexión entre sí, un bebé emparedado, una princesa medieval en pleno siglo XXI, un crimen de habitación cerrada y un palacio con sucesos paranormales. Estos son los ingredientes de las novelas de María Oruña: Puerto Escondido, Un lugar a donde ir, Donde fuimos invencibles y Lo que la marea esconde.

María Cayuela

2. Imagen I (Cine): La flor de mi secreto

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Marisa Paredes como Leo Macías en La flor de mi secreto (1995)

El verano de 2020 fue raro y bonito. Pasé mucho tiempo con la mejor compañía posible: yo. Aprendimos a amarnos, a soportarnos y, sobre todo, a cuidarnos. Era agosto y hacía mucho calor. Hubo muchas horas de silencio, cálido, agradable y elegido. Ese verano desvirtualicé a Ricardo en una librería lagunera y a Mario en una cafetería de esa ciudad con olor perenne a humedad y a invierno. Alexis y yo nos hicimos buenos amigos, y entre tantos amores culturales me sentí inspirada para regalarme primeras veces. En el verano de 2020 vi, por primera vez, una película de Almodóvar. En realidad, fueron unas cuantas. Volver me cautivó: a quién no, honestamente. Pero hubo otra película, menos renombrada, que cogió mi corazón y lo arropó. Al son desgarrado de Chavela Vargas, me vi en el personaje de Marisa Paredes en La flor de mi secreto (Almodóvar, 1995).

El desamor duele como si te arrancaran el esternón de un mordisco. Un golpe seco, certero y sin titubeos que nos deja ojipláticas y muchas veces hechas un gurruño abrazando nuestras rodillas. Estos sentires no provienen de algo bello, intenso y sincero. Vienen adornados y agravados por la decoración de esos invitados pesados, que nadie invita ni soporta pero que están siempre en todas las fiestas: patriarcado y capital. Tanto gustas, tanto vales. Indigna ver a una mujer inspiradora y excitosa como Leo Macías (pero podría ser cualquiera de nosotras) llorando por un mindundi, vulgar y aburrido, que la menosprecia y manipula constantemente. Nos han educado para que el amor de pareja, monógama y heterosexual además, sea lo que define nuestra valía. Si tienes un hombre que te ronda, tu cotización de mujer se posiciona al alza. Como la bolsa, salvo que aquí en vez de acciones, nos jugamos la vida. Un sistema económico que regala e inocula inseguridades, para luego venderte el antídoto: compra esta crema, esta ropa, este viaje, este corte de pelo. Compra o nadie te va a amar nunca. Compra porque estás con tu soledad y nada más, a nadie le importarás a no ser que compres.

El amor es una red, no jerárquica, que impregna y sostiene la vida. Es bellísimo cómo Leo se reencuentra y se recompone lejos de cualquier mirada masculina y capitalina: a veces solo necesitamos volver a casa con mamá, bordar y rezar. Lloramos a mares los desamores porque nos creemos solas: el triunfo del neoliberalismo individualista empieza por aquí. No estamos solas y no necesitamos las migajas de amor de ningún machango. Nos tenemos las unas a las otras. Siempre. Leí en un comentario de algún blog que «quien crea que Leo se volvió loca, no ha entendido nada». En efecto. Mientras ustedes gobernaban e iban a las guerras, nosotras amábamos. Y ese es el secreto del triunfo de la alianza fatal entre capitalismo y patriarcado.

Elena Torrent Paz

3. Imagen II (Serie): El reino

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El segundo de la lista, colocado por estrategia más que convencimiento, pasa a ser el candidato tras un asesinato. Foto: Netflix

No soy mucho de thrillers, pero este de Netflix ha sido una de las mejores recomendaciones que me han hecho. La serie, creada por Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro, desgrana, prácticamente montados sobre una montaña rusa de giros inesperados, un relato y un análisis de la política actual demasiado certera. La polarización, el auge de la extrema derecha y de su legitimación, así como el blanqueo de los delitos de odio (ambos fenómenos de la mano), pero también el trascendente papel de las redes sociales y la tecnología en la configuración de nuestros mapas mentales, en la forma en la que nos enfrentamos a las situaciones cotidianas y políticas.

El reino, protagonizada por un fantástico Chino Darín, y con los papeles fundamentales de Diego Peretti y Mercedes Morán, dio por finalizado mi verano. Un aliciente importante para enfrentar un nuevo curso, pero también un must para ver, en la historia alrededor del ultracatólico candidato por accidente (o no) a la presidencia, un conciso diagnóstico de los momentos que vivimos. «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos», decía Gramsci en la frase de apertura. Nunca cejemos en el intento de dar luz y contener a los monstruos.

Mario Yanes

4. Pensamiento (Filosofía): La actualidad innombrable

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Calasso repasa todos los vértices de las características de nuestra sociedad actual. Foto: El Mundo

El 28 de julio se nos fue el escritor Roberto Calasso. Aquel apasionado lector de la mitología india, la Grecia de los dioses o los sueños grises de Kafka. Él nos descubrió que la Literatura es profecía: Baudelaire diagnosticó en el siglo XIX las taras que infectarían a nuestro mundo moderno y Nietzsche lamentó las heridas que se abrían en los ojos de Occidente al apostar por una vida sin la autoridad moral de un Dios. La literatura anticipa el mañana, lo advierte, y también el autor italiano nos demuestra que es como una especie de cine en el que mirar las historias míticas que nos repite el alma desde siempre. Una aproximación hacia a lo eterno.

En su penúltimo ensayo, La actualidad innombrable (Calasso, 2017), el novelista examina a los ídolos y a los ritos de nuestra sociedad contemporánea caracterizada por la secularización, el materialismo, el dataísmo, el positivismo o la superstición de la sociedad. Además, profundiza en las raíces metafísicas del terrorismo islámico y elabora un clarividente retrato de la figura del turista que detesta a los otros turistas, que contempla la realidad como un conjunto de cosas muertas (solo útiles para una o dos fotos) expuestas en un museo, a escala cósmica, llamado planeta Tierra. Zambrano escribe: «Una cultura depende de la calidad de sus dioses, de la configuración que lo divino haya tomado frente al hombre». Calasso desvela el rostro de estos nuevos dioses a los que rezamos, con aterrador fanatismo, a cada hora. Su penúltima obra incomoda, atenta contra los cimientos de las supersticiones de moda de la sociedad actual. No deja títere con cabeza. Nos despierta, nos hace pensar.

Alexis Rodríguez

5. Forma I (Pintura): Cueva de guanches

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Los estratos entre la vida y el sueño. Foto: Museo Reina Sofía

Y yo iba con los ojos tan llenos de agua que tenía que cerrarlos y dejar que las lágrimas me mojaran las mejillas. Y avanzaba por los pasillos laberínticos del Reina Sofía con el calor de julio entrando por las ventanas del patio interior y la maldita mascarilla constriñéndome la respiración. Apenas me cruzaba con otros turistas y podía detenerme frente a los cuadros, cuadros que veía por primera vez y yo sentía que ellos también me podían ver, que me desnudaban y me herían y me deshacían y me construían de nuevo pero con las piezas intercambiadas. Donde estaban mis ojos ahora había una oquedad que era la entrada de mi boca y en lugar de oídos me crecían siemprevivas y en las plantas de los pies unas alas me suspendían en el aire.

En la sala de los surrealistas, con el expresionismo del Guernica al fondo, se encontraban unas frente a otras las pinturas de Maruja Mallo, Salvador Dalí y Óscar Domínguez. Así que allí estaba, el pintor tinerfeño custodiando la pared blanca con sus imágenes oníricas. Imágenes que conocía del instituto, que había visto una y otra vez por internet, algunas incluso que había estudiado con minuciosidad. Pero con Cueva de guanches (1934) me sucedió todo lo contrario: era la primera vez que la veía, era la primera vez de verdad. Y me imaginaba la mirada del poeta Pedro García Cabrera clavada en esa obra que encerraba el significado del surrealismo mismo. El sueño y la vigilia, la extracción de algo, la fuente de riquezas, el mundo supremo que nos nace de los fondos. Domínguez es un autor que debemos siempre reivindicar. Y esta pintura, que se queda prendida de la memoria como una impresión psíquica, es solo una razón más.

Ricardo Marrero Gil

6. Forma II (Arquitectura): Las Setas

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Una obra reciente de gran impacto para la ciudad. Foto: C.R.

Sevilla tiene un color especial. Un color que desatina a los demás colores. Está llena de resplandores en sus esquinas, paseando por los Jardines de Murillo y devolviendo a la Giralda el aroma del azahar del Patio de los Naranjos. Sevilla, Sevilla, ¿tú sabes que puedes contemplar nubes de algodón desde su cúspide?

Ahí están Las Setas, digna hija blasfema de los arquetipos de la ciudad. Ya son diez años los que cumple desde que el arquitecto Jürgen Mayer ganara un concurso pasado de presupuesto. La remodelación de la aún Plaza de la Encarnación fue la semilla del Metropol Parasol. Un nombre por el que no lo conocen ni en su casa. Con unos 28 metros de alto, su infraestructura se ha convertido en el artificio de madera más grande del mundo, reciclada, según dicen. El diseñador de la pieza se inspiró en los ficus centenarios de la Plaza de San Pedro y las bóvedas de la Catedral. Así, cuando caminas por las setas como si fueras saltando cual David, el Gnomo, puedes avistar el Guadalquivir, la catedral y la Giralda, y el confín del mundo a tus espaldas. Porque, más allá de Sevilla, ¿qué puede haber?

Este verano llegó Aurora. Una representación lumínica que posee 14 patrones activados durante todo el año, inaugurada con motivo de su décimo aniversario. Son 10 euros la broma, sí, pero imagine volar por un momento en una alfombra. Así se siente, entre sonidos guturales del mar, el cálido aire de la noche que recorre los cuerpos sudorosos, y la hipnotizante levedad de las gamas que van desde el rojo pasión hasta el verde hierba como una colcha de niños pequeños. La cuestión es ofrecer en cada espacio, según si se pasea por las pasarelas y el Mirador o se encuentra el espectador bajo la curvatura de Las Setas, un aspecto único.

Carla Rivero

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