Jamás creí en tus labios. Jamás peregriné hacia las remotas dunas de Oriente por ti. Jamás osé entonar una elegía, ni plegarias, ni himnos, ni baladas, ni éxtasis, nada, para ti. Nada. Nada, mi príncipe sin altar, sin palacio, sin vestiduras regias, sin espejos, sin cosas. Ni siquiera te honré con migajas del poco pan que sobró de ayer. Ni unos míseros céntimos para insípidas golosinas, ni una mirada breve y santa, ni un mentiroso no tengo suelto, ni un despreciable lapo en tus pies descalzos y negros. No reparaba en tu condición de príncipe insobornable, no reparaba en ti… Y yo, troglodita metafísico, nunca me atreví a proferir una blasfemia que confesase mi absoluto desamparo ante tu cruel omnipotencia, tu sombría creación, tu refinada payasada de esteta depravado…
¡Fuiste tú! ¡Principio originario de la historia, raíz obscura de todo acontecimiento terrenal! ¡Certeza de la carne! ¡Infatigable artífice de poetas, héroes y santos!… El sigiloso Demiurgo que aún afina en las sombras la desgarradora queja de Job, las revelaciones de Dostoievski, los adioses desesperados de Shakespeare, el infierno de Rimbaud…
Yo siempre ignoré la cercanía de tus hermosos ojos verdes. Tu pestilente aliento verde tendiéndose como colgante de oro, frío, en mi cuello. Tu mano insinuándose como un otoño en mi corazón. Tus besos atragantándose en las dudas de los santos. Tu piel ensangrentada que refresca la voz de Baudelaire. Tus ojos que espantan a los ciegos. Tus ojos que alumbran las salas de urgencia de los hospitales, que ríen en los cementerios, que indican una salida a los obsesivos soliloquios de los criminales… Tus límpidos ojos verdes que espían y provocan la perdición de esa turba de matrimonios que se refugian los viernes en bares y mueren de sobredosis de whisky, lágrimas, semen, moco, muecas, ludopatía, tele, móvil, reality, porno , dinero, cosas, ideologías, ídolos, trabajos, realismo, fotitos, informativos, éxito, branding, mindfulnes, healthy lifestyle, sudor, mucho sudor…
To hear with eyes belongs to love´s fine wit
Oír para ver. Oír para verte. Oír los bostezos del camarero en su cafetería recién vacía. Oír los interminables diálogos de una gitana que, harta de mendigar a la indiferencia de las ciudades, ruega a Dios por la milagrosa desaparición de su insomnio. Ojalá le caiga en suerte una dulce tregua en sueños, escapar de la inquisición de las noches blancas.
Oír para ver tus ojos verdes. ¿Qué quieres decir? Oír la impaciente espera de un enamorado, oír la melancolía de las vacas que pacen en el campo, oír el espachurrado hocico de un ratoncillo muerto, oír las desconsoladas lágrimas de un recién nacido en brazos de mamá. ¿Por qué lloras mi niño?… Parece que nos resignamos a nacer, a tragarnos el salitre de las primeras lágrimas, a convivir con esa nostalgia de un paraíso más allá del nacer y el perecer, más allá del goteo de las horas, más allá del desprendimiento de los símbolos griegos, hinduistas o materialistas, más allá de los molinos o los gigantes de Castilla, más allá de la fe redentora de Jesús, más allá de los éxtasis de los místicos, Bach o las revoluciones de mayo del 68, más allá de las encarnizadas disputas entre dioses y entre humanos…, más allá del olvido huimos hacia otro sol en el que acurrucarnos y dormir lejos de este sueño de Dios ramplón, torpe, insolente y descuidado… Corazón atado a otros mundos…. Tranquilízate, Emil…, tranquilízate, aquí estoy… Verás que disfrutarás de las montañas y de los animalitos de Los Cárpatos. Amarás Rumania con locura.
Rebelión del Príncipe contra su imperio
Anoche yo posé mi oído en la tierra y escuché tus mil y un nombres. Surgiste como una incoherente y agitada letanía, una parodia de marchas fúnebres, una estridente y penosa algarabía de circo de posguerra en bancarrota. Hoy, mi Príncipe, te presentas, soberbio y cortés, engalanado de sofisticados seudónimos como «neurosis», «caso clínico», «reacción psicosomática», «vértigo», «trastorno nervioso», «la culpa es de la educación», «falta de cultura», «fenómeno estructural», «el capitalismo», «el comunismo», «Trump», «Maduro», «ser humano»…, y otra sarta de vocablos de sobra conocidos. No importa el nombre que te adjudiquen los mortales, no altera tu corazón de tinieblas, tu incorruptible esencia de eterna manzana putrefacta…
Príncipe astuto. Camaleón divino. Caricatura de Las Sirenas. Jamás desvelas tus llagas, tu vientre ulcerado de vieja, tus ardientes lágrimas de ángel apátrida condenado a gobernar, contra tu voluntad celeste, en esta enfermiza e inmortal pesadilla de ciegos presidiarios que lamen los restos de sangre o el barro que ensucia tus manos acostumbradas al hielo. Predestinado a torturar. La tierra apesta a matadero. El cielo apesta a gritos sin respuesta, a silencio, a duda, a nombres tallados en tumbas… ¿Quién nos librará de tus matanzas, Demonio? ¿Algún día te hartarás de despedazar amores, de decapitar niños, de arrasar pueblos con tus insulsas verdades, de ahogar familias en altamar, de estrangular a las jóvenes utopías, de hacer del arte tu desastrosa propaganda, de dejar palidecer a la humanidad de terror, de aplacar el apetito de sol, de infectar la sangre de cocaína, de fustigar la insaciable sed de cofres rebosantes de riquezas o de toneladas de rifles, navajas, metralletas, para vengar una pena eterna? ¿Renunciarás a tu manía de hundir tus malolientes y rencorosas pezuñas en los ojos atónitos de los dioses ¿Renunciarás a la pareja, a la amada, que seduces y guías hacia el ocaso entre danzas macabras?…
Pensamiento crepuscular
Me reprocharán que estos pensamientos saben a exceso, a locura, a embriaguez, a sinsentido, a contradicción. Yo responderé: «Claro, ¿qué pensamiento vital no oculta fiebres y paradojas?» Y estimo que la mayoría de lectores (es decir, dos o tres, con suerte. Aquí nadie es Reverte) dejarán este artículo ininteligible e incoherente a medias por la falta de escrúpulos y la altanería del autor. E insisto: tienen razón. La contradicción es un sacrilegio para la lógica, para el espíritu sistemático, y ningún conquistador de la verdad está para aguantar los berrinches de un tipo romántico y paradójico que habla del demonio sin citar las fuentes expertas que verifiquen su sagrada información. Yo, a modo de fuente y sin ningún ánimo de provocación, cito a tus dulces sueños de angelito, tu vida de rosas…
En este artículo solo quise homenajear al contradictorio, erótico, irónico y nocturno pensamiento de Emil Cioran. La consciencia de nuestra tristeza… Un pensamiento que aligera el alma, que siempre invita a la lucidez.
Hoy recuerdo que hace uno o dos años recibí un misterioso regalo del poeta rumano. Un modesto y desgastado espejo de bolsillo. Y justo anoche, sobre las 2 de la madrugada, lo abrí por primera vez. Decidí mirar adentro, mirarme. Sin luz. Y ahí te encontré, te vi, te oí: «mis ojos verdes, mis ojos verdes, mis ojos verdes…»
Autoficción de un estudiante de Periodismo: "Solo deseo andar a ras de tierra, desplazarme con la ligereza del aire y la monotonía del agua, encontrarme con la grandeza de alguna piedra. De resto, tan solo hay negación de mí mismo. Cáscaras de nuez vacías".