En los últimos años, la conciencia hacia la violencia machista ha crecido paulatinamente (si bien no de forma suficiente). Los medios han sido diversos: campañas institucionales, educación, la incesante capacidad de los movimientos feministas de marcar el rumbo, etc. Pero muchas veces, el foco no siempre apunta a todas y dejamos a un lado a nuestras mayores, quienes además crecieron bajo la dictadura franquista.

El rol tradicional de la mujer

Las mujeres históricamente han estado relegadas al hogar, al trabajo doméstico, a la invisibilidad en la esfera pública y a la dependencia del hombre. Un hecho que se hizo más patente cuando España se sumió en la oscuridad de Franco: los pocos avances que se consiguieron en la Segunda República desaparecieron de un plumazo. El papel de la mujer era el que era: mantener el hogar (en limpieza y cuidados), ser madre y servir al marido. La recia educación del régimen no dejaba alternativa y la llegada de medios de masas como la televisión que, a través de sus anuncios, solo ahondaban en este rol.

Por ejemplo, cuando la solución a un marido maltratador era simplemente servirle un coñac o la felicidad matrimonial radicaba en una buena cocina para la mujer. Ejemplos como estos hay muchos, incluso más de uno hoy en día, pero reflejan claramente qué rol tenía que asumir cada uno en las relaciones matrimoniales (las heterosexuales, claro, las otras ni se contemplaban) durante los años oscuros del siglo XX.

El olvido de la violencia machista en la tercera edad

Cuando se ha crecido bajo este paraguas, es de vital importancia revertirlo cuando se tiene la oportunidad. No solo en cuanto a la erradicación de este tipo de mensajes y de cultura patriarcal, sino también con un apoyo robusto y accesible a quienes lo sufrieron. Y en eso hemos fallado.

Esa es la conclusión del estudio Mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género, realizado en 2019 por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. Tal y como se refleja en el informe, la invisibilidad de la violencia es debido a dos grandes factores: por un lado, el «olvido» de este sector poblacional en las campañas de concienciación (donde predominan las figuras de mujeres jóvenes) y, por otro lado, la interiorización de esta violencia debido a la falta de autorreconocimiento como víctimas.

La invisibilidad en la búsqueda de apoyo y ayuda

Esto último se refleja en el 40% de mujeres víctimas de violencia de género la sufrieron (o sufren) durante más de 40 años, toda una vida. También, en el 27% que vivieron bajo este oscuro panorama durante más de 20 años. Además, son menos propensas a denunciar su situación, precisamente por esa falta de reconocimiento como víctima y la cultura patriarcal: solo un 33,8% pidió algún tipo de ayuda (médica, social, legal) y solo el 50% de ellas trató de hablarlo con algún cercano, frente al 46,8% y el 81,30%, respectivamente, de las menores de 65 años.

La falta de independencia económica en muchos casos era motivo suficiente para permanecer en silencio y no abandonar la relación, lo que no hacía sino apuntalar y normalizar la violencia machista en la cotidianidad. Pero eso no eliminaba el miedo que el 98% de las mujeres mayores de 65 años declararon sentir (más de la mitad, siempre y constantemente) y haber sentido.

No podemos seguir fallando

La normalización de estos patrones patriarcales es un punto importante, pues más del 30% de las mujeres de la tercera edad constataban como motivo por haber mantenido la relación en que la violencia machista era lo usual (y lo esperable). Y lo que es más sangrante: estaba tan normalizado, que hasta el 35% afirmaba no haber abandonado el matrimonio por miedo a que sus maridos las mataran.

A nuestras mayores les debemos mucho: haber sostenido sobre su espalda familias enteras, haber sacrificado sus sueños, haber sido piezas clave en la transmisión de la cultura tradicional o habernos enseñado la importancia de no dejar a nadie atrás. Pero les hemos fallado al olvidarnos de ellas cuando más lo necesitaban y no arrojar luz (ni presupuesto) a la invisibilidad que sufrieron y sufren en cuanto a la violencia machista. No podemos seguir haciéndolo.

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Estudio Ciencias Políticas y Sociología en la UC3M y combino mi pasión por los fenómenos políticos y sociales con la cultura, elementos indisociables de una misma y compleja realidad. Desde pequeño me ha encantado escribir y lo utilizo como manera de evasión y difusión.


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