Y lo que llamamos amarnos fue quizás yo de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano.
‘Rayuela’ (Julio cortázar)
Me descuelgo de la aurora de tu noche, de azul y verde tu ausencia. El agua se sale de sus bordes y tú te me escapas; ya no puedo ni quiero atraparte. Te zarandeas desde la mágica esquina y me preguntas:
—Y tú, ¿qué haces aquí?
Y yo ya no sé qué responderte después de tanto tiempo sin haber descosido ningún interrogante. Por eso solo callo y sacudo la cabeza, me escondo detrás de los hombres, tan atrás que se despliega el tiempo y solo quedamos tú y yo y los dioses. Y ocupa cada uno un astro: Venus, Júpiter, Saturno y Marte. Converso con todos ellos, desde el mensajero alado hasta el Hades. Esquivo cometas y meteoros, dibujo el fuego de Santelmo allá donde habitaste, viajo sobre océanos y tú tan azul, tan azul y tan verde.
Pero el amor, el dios, el padre y la guerra no son buenos conversadores. Salgo del sistema solar, me alejo de los parhelios en busca de nuevos dioses menos romanos, es decir, menos helénicos. Si, como Heidegger decía, somos seres para la muerte, ¿qué podemos hacer para sanarnos?
El paria
Esplín de pastos grises,
de cieno y ciego esparto.
Mudo estoy, mudo quedo.
Señor, líbrame de la prosa:
que soy preso de la palabra y
quiero ser preso de la cosa.
Pensamiento y arte, dioses seculares
Suena aún tu canción de caracolas, pero ya no entiendo tus palabras. No hay poesía en el hecho de marcharse: me quedo a solas por fuerza y el mundo se siente tan vacío. Y lo pienso aquí, en la Isla, o en París o en Tokyo. ¿Por qué todo aparece tan vacío? ¿De qué nos sirve pensarlo todo desde arriba si apenas rozamos la superficie?
Se lo dije a Alexis en mi réplica. Hay que atarse a las cosas vanas: lo mundano forma parte del mundo. No basta con pensar el universo soñado ni el inteligible, es necesario mezclarse con el barro porque habitamos en él. Como camiones de basura dentro de camiones de basura. Carl Sagan escribió que somos polvo de estrellas que piensa en las estrellas, la forma en la que el universo se piensa a sí mismo. Expresado con menos belleza: no hay modo de salir de este lodazal.
Y es que al final los sueños son naderías, por mucho que Tarkovski nos quiera hacer creer. Al final, la vida es querer que te quiera esa persona, ir a clase en Google Meet, entrenar en chándal una hora, hundir la nariz en Cernuda y Apollinaire, un octubre que arranca otoño y acaba el estío, la carretera llena de máquinas que ocupan todo lo ancho hasta el borde, levantarse dehpueh de lah dose (así, en canario). Y significa también negar o renegar tus circunstancias: que tú, Ricardo, nunca escribirás porque esa es tu vida de pobre y nunca hay luz para los pobres, por muchas velas que encienda la ilusión del capital.
Trimurti errante
Que ningún dios instale en mí la necesidad o la culpa, no creo en el martirio ni en el perdón. Me parece que la vida es mucho mejor sin recuerdos: de pronto se nos cruza un gato egipcio y, mientras dura, lo queremos. Si el final es lo único cierto, ¿será el final el mismo principio? Dios, si has de entrar, que sea para acabarme una sola y última vez. Entre tanto, déjame ser paria y ser burla. Que nunca ha habido ni habrá nada más. No necesito dioses-subterfugios, tan solo voluntad.
Si no creer es un pecado, propongo pecar en exceso, fuera del número siete. Porque toda falta es peccata minuta en comparación al hecho de vivir sin amor. El homo sapiens es, ante todo, un ser sintiente: el primer escenario en el que se piensa es en el del dolor. El mío no es un sufrir cristiano, sino existencial. Me quema el peso de las estrellas griegas.
Vale la pena un mundo en donde existan bibliotecas, los cisnes de Chaikovski, las almas tristes de las letras, el Pont des Arts y el Sena, los garabatos de Lorca, alguien que grabe el deseo como objeto oscuro y punzante. Eso creo hoy, aunque no con absoluta firmeza. La duda es un fruto del mañana.
Viviré mientras existan las flores amarillas.
El periodismo me queda de paso. Escribo. Arte, misantropía y revolución. Excelsior.
Vivirás mientras tus letras estén impregnadas de colores.
Gracias por ponerme al día con la filosofía de los sueños sin luz.