Lo advertí en las últimas series. Ninguna de estas listas tiene nada de objetivo. Son, en realidad, manifestaciones cinéfilas irreprimibles, un trasunto de poner en orden lo que vemos, escuchamos y, ante todo, vivimos. Así funciona el audiovisual: nos llega a todos los sentidos. Nos golpea, nos mima, nos educa, nos divierte y entretiene. Entre tanto jalón perdido, yo me quedo con los pequeños descubrimientos; historias mínimas y experiencias máximas. Sé que son solo algunas páginas de un libro que se escribe en formato palimpsesto alrededor del globo. Pero, de cualquier modo, ahí va toda una década de cine. Quién sabe en lo que puede degenerar una buena discusión sobre el séptimo arte.
NOTA: Se ha convenido no incluir títulos de listas similares anteriores.
‘La red social’ (David Fincher, 2010)
Nadie duda del talento de David Fincher. Pero si la película sobre el inventor de Facebook (o inventores, de ahí el gran nudo de la intriga) se hace un hueco en esta lista es por la ágil pluma de Aaron Sorkin. El guionista desarrolla la acción poniendo el foco de atención en los diálogos, que se suceden de un modo frenético. Ayudados por un montaje igualmente vertiginoso, poco a poco vemos cómo un universitario rarito y antisocial se convierte en el fundador de la empresa más exitosa de la década. No es un camino de rosas, sino todo lo contrario; es una historia de envidias, egos, competiciones y puñales. Al final nos quedamos con el sabor amargo que siempre nos deja la tecnología: qué solos estamos.
‘Midnight in Paris’ (Woody Allen, 2011)
Bueno, no es la mejor película del director, sobre todo si tenemos en cuenta que Irrational Man forma parte de esta década (2015). Tampoco estamos ante un gran protagonista y ni siquiera los personajes femeninos están desarrollados con la delicadeza suficiente para suscitar una reflexión o emoción profunda en el espectador. Pero estamos en París. Ese París de Belle Époque, de felices años 20, de locos años 30. Nos paseamos por el Café Le Flore y conversamos con Hemingway, Dalí, Cole Porter y otras eminencias artísticas de la época en el Barrio Latino. El sueño de cualquier escritor. ¿A quién no le gustaría quedarse a vivir en esta película plagada de referencias a la más alta cultura de vanguardia europea?
‘Amour’ (Michael Haneke, 2012)
Tuve que enfrentar a un veterano realizador ampliamente consagrado con un enfant terrible canadiense. Por desgracia, Laurence Anyways, la historia de travestismo de Xavier Dolan salió perdiendo. En su lugar, ocupa el pódium este filme que nos hace recuperar la fe en el amor. Después de toda una vida juntos, la pareja de ancianos protagonistas se niegan a decirse adiós a estas alturas. Ambos son profesores de música jubilados que viven en París. Los problemas llegan cuando el personaje de Emmanuelle Riva sufre un infarto que le deja medio cuerpo paralizado. Entonces empieza una ruta llena de curvas, sacrificio y compromiso. Una película tierna, pero ante todo (y como nos tiene acostumbrados el director austriaco), dura, turbadora e inquietante.
‘Her’ (Spike Jonze, 2013)
Me da igual saltarme mi propia norma. Incluí Her en la lista de las mejores películas del siglo XXI y la agregaría también a la lista de las mejores películas de la historia del cine. Es una de esas cintas que debo ver de a poco, en pequeñas dosis. A veces incluso debo luchar contra las ganas de revisitarla por pura salud mental. En cada visionado, siento que se me muere un cachito de esperanza y que el agujero se acerca más y más a los centros. Esta historia de amor entre una inteligencia artificial y un lobo solitario de tono futurista nos cuenta, en realidad, una fábula del presente. Joaquin Phoenix y Scarlett Johansson (no sé cuál de los dos me dejan más sin aliento) van tejiendo una trama hecha de contradicciones. Lo inhumano no es siempre tecnológico. En muchas ocasiones, lo inhumano habita dentro. Se llama soledad.
‘10.000KM’ (Carlos Marques-Marcet, 2014)
Por encima de Boyhood (Richard Linklater) y de Mommy (de nuevo Xavier Dolan, que se queda fuera por los pelos), me quedo con esta rara avis del cine catalán, una de las óperas primas más queridas del cine europeo reciente. Una intimísima historia de amor que explora las relaciones a larga distancia en la era de internet. La pareja, interpretada por Natalia Tena y David Verdaguer, tendrá que replantearse en qué direción va la relación o si, en cambio, la dejan tocar fondo en medio del Atlántico. A medio camino entre Estados Unidos y Barcelona, el espectador es partícipe de los problemas de pareja a través de la pantalla de Skype. Pero como titulé aquella vez, los abrazos son siempre analógicos.
‘Spotlight’ (Tom McCarthy, 2015)
Comprendan ustedes que no soy muy de Lanthimos (Langosta). Tampoco es que tenga nada en contra del griego, es solo que su extravagancia no es mi tipo por muy bien que sepa encajar propuestas filosóficas interesantes. Sin que sirva de precedente, me quedo con un poco de cine hecho por y para la industria. No sobra ni falta nada en esta intriga que se desarrolla entre las cuatro paredes de una redacción del Boston Globe. Con un elenco insuperable (Rachel McAdams, Michael Keaton, Mark Ruffalo, Liev Schreiber), la cinta narra el proceso de investigación periodística que desató un escándalo en Estados Unidos e hizo sacudir los cimientos de la Iglesia a raíz de los casos de pederastia en su seno. Ideal para aquellos periodistas que, como yo, odian el periodismo. Qué cosquillitas hace en eso que llamamos vocación.
‘El viajante’ (Asghar Farhadi, 2016)
Con una violación. Así empieza la oscarizada película del iraní Farhadi. A partir de una premisa simple, el director va descubriendo una comunidad árabe completamente occidentalizada y nos pone frente a un espejo. En ese cara a cara con nosotros mismos descubrimos una sociedad deshumanizada, donde la tragedia se convierte en tabú y las mujeres son silenciadas. Algunas se niegan, claro. Farhadi es perfectamente consciente de la complejidad humana, de las contradicciones que nos perturban, y con esa caligrafía sutil y existencial nos recuerda que aún quedan muchas heridas por curar. Y que, mientras, solo somos cicatrices.
‘Muchos hijos, un mono y un castillo’ (Gustavo Salmerón, 2017)
Sí, lo sé. Es la sorpresa de la lista. Como ya me he cansado de reivindicar el asombroso Verano 1993 (Carla Simón) y de exclamar que el mejor cine español lo dirigen mujeres catalanas, me permito un pequeño trueque. Por darme el gusto. Porque el documental también existe y, oye, es un género igual de disfrutable. Nos salimos, esta vez, de la línea didáctica o denunciatorio que suele caracterizarlo para conocer, bajo el aspecto de una película casera, la historia de Julita Salmerón, una ancianita encantadora y desternillante. Fue rica, falangista, dueña de un mono y de un castillo. Ahora es nuestra abuela. De aquellos tiempos solo le quedan los hijos y una última aventura familiar: encontrar las vértebras perdidas de una tía fusilada durante la Guerra Civil. Mientras, nos quedan las anécdotas surrealistas de una vida curtida a desgracias y de las que solo queda hacer comedia. Y qué comedia. Mejor que unas croquetas de Primo de Rivera.
‘Roma’ (Alfonso Cuarón, 2018)
Quién nos iba a decir que sería Netflix el que nos diera nuestra dosis de cine de autor en 2018. Aunque se quedó a las puertas del Óscar como castigo a la plataforma de vídeos bajo demanda, Cuarón se sale con la suya y nos sumerge en una historia familiar, de infancia y de un México desconocido. Roma huele a mamá, a la diferencia de clases, al sudor del trabajo y al sudor del miedo. Es una película experimental en blanco y negro, construida a base de sombras. Pero no te dejes engañar: Cuarón esculpe con luces.
‘Joker’ (Todd Phillips, 2019)
No he visto Parasites. Perdón. Lo siento también por Pedro Almodóvar (Dolor y gloria) y mi adorado Carlos Marques-Marcet (Los días que vendrán). También tenía que hacerle un hueco al cine de Hollywood. Sobre todo cuando se ha hecho con tanto mimo o, al menos, con el afán de ponerle sello. Eso es lo que consigue, desde las primeras escenas, Todd Philipps, que sale de la trilogía de Resacón para involucrarse hasta las trancas en este estudio de personaje (violento, inestable, crudo e intimidante) que tiene como telón de fondo la historia del villano más icónico del Universo DC. ¿Su proeza? El realizador no se convierte en cómplice del maníaco-depresivo maravillosamente encarnado por Joaquin Phoenix, pero tampoco juzga a su personaje. Simplemente lo deja ser. Así, en modo expansivo. Nos reímos poco, eso sí.
El periodismo me queda de paso. Escribo. Arte, misantropía y revolución. Excelsior.