A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra ‘madre’ era la palabra ‘madre’ y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba. Julio Cortázar.

Con estas palabras se refería el escritor argentino a los significados de las palabras. Como él, somos muchos a los que nos gusta inmiscuirnos en un viaje, prácticamente sin rumbo y sin duración, al fondo del conjunto de letras que usamos para referirnos a una realidad. O mejor aún: al origen de las palabras que no representan algo que existe, sino algo virtual e incorpóreo.

Con esa ilusión, te absorbe el viaje al origen de nuestras palabras, donde, hace muchísimos años (aunque para algunas, no hace tanto), nuestros antecesores decidieron ponerle nombre a la realidad en la que vivían.

Muchas veces, sucede que el significado original se ha perdido por la evolución social y por su uso, pues suele ir variando a lo largo del transcurso de la historia. Pero, en otras ocasiones, retrotraernos al inicio nos da una imagen que poco difiere de la realidad que vivimos hoy día.

Les propongo un juego: relataré procesos y vivencias que hemos vivido en España en los últimos 15 años y, en lugar de usar las palabras clave que usaríamos en un contexto normal, o que leeríamos en una crónica, me referiré a ellas con la explicación de su etimología. El reto consistirá en intentar adivinar a qué término me refiero (las soluciones estarán al final de la publicación).

Nuestros últimos quince años

Si algo ha marcado nuestra vida los últimos quince años, ha sido el cambio brusco1 que sacudió nuestro país. Las cargas que se habían librado2 antes de 2007, retornaron al día a día. El esfuerzo y el sacrificio3 ya no eran los protagonistas; de hecho, fueron los más afectados. El lugar que se usa para protegernos4 de las adversidades se volvió insostenible, pues prácticamente no había ni bienes ni medios para poder realizar algo5 y, en múltiples ocasiones, muchos se vieron despojados de toda esperanza6.

Las almas se removieron vivamente7 frente al minoritario grupo social que no se mezclaba8 con el resto y que, curiosamente, eran los que manejaban el timón9. Una mayoría social clamó un trueque10 político, encabezado por los representantes de aquellos irritados y enojados11.

A pesar de todo, no fraguó del todo el trueque, pero sí nos dejó una nueva situación de todo lo que se ve12.

Hasta este mismo momento, no se ha vuelto a tener algo perdido13, que sí tuvimos en los años previos a este relato.

El origen no está tan lejos del final

Resulta curioso observar el origen de nuestras palabras, y ver que algunas todavía conservan el espíritu originario, mientras que otras lo han perdido totalmente. El caso de trabajar (¡ups, ya he desvelado una solución!) es totalmente curioso. Viene del latín tripalium, que era un instrumento de ¡tortura! a tres palos en el que se amarraba a la persona a la que se quería torturar.

Especial mención merecen aquellos términos, que llamaremos ‘centrales’, y de los que emanan, a través de prefijos y otras variaciones, el resto de palabras. Aunque no aparezca en el relato, la etimología de la palabra construir tiene mucho que aportarnos. Procede del latín struere, que significa ‘amontonar’. Ya le hemos añadido el prefijo ‘con-‘, pero todavía podemos adjuntarle alguno más: ‘dis-‘, para destrozar lo amontonado; ‘in-‘ para amontonar conocimientos internamente; y ‘obs-‘, para amontonar y así dificultar el paso.

Antes de terminar, es menester (ya que estamos), repasar las etimologías de las que conforman nuestro título. ‘Cimiento’ se refiere a la parte del edificio que está bajo tierra, por lo que su significado originario es el ‘principio’ o ‘raíz’ de algo. Por otra parte, ‘realidad’ se refiere a la ‘cualidad relativa a la cosa verdadera o real’, conformada a partir de la palabra latina ‘res’ (cosa), el sufijo -alis (relativo a) y otro sufijo, -dad (marca cualidad). Podríamos destripar nuestro título como ‘el principio de la cualidad de referirnos a las cosas verdaderas’.

Nunca está de más hacer un viaje retrospectivo hacia el lugar de donde venimos, pues de otra forma no entenderíamos (o nos costaría más) el lugar en el que estamos. Nuestra mayor aliada a la hora de viajar: nuestra lengua.

SOLUCIONES:

  1. Crisis. Del latín crisis, y este del griego krisis (separar).
  2. Ahorros. Del árabe hurr.
  3. Trabajo. Del latín tripalium (objeto de tortura).
  4. Casa. Del latín casa (choza, cabaña), aunque era más frecuente domus.
  5. Recursos. Del latín recursus.
  6. Desahucio. Del verbo arcaico afuciar (tener esperanzas), con el prefijo ‘des-‘ (quitar).
  7. Crispar. Del latín crispare.
  8. Casta. Del gótico kasts, ‘grupo de animales’.
  9. Gobernantes. Del latín gubernare (pilotar un barco).
  10. Cambio. Del latín cambium (trueque, dar una cosa por otra).
  11. Indignados. Del latín indignari (irritarse por un hecho).
  12. Panorama. Del griego pân, ‘todo’ y hórama, ‘lo que se ve’.
  13. Recuperar. Del latín recuperatio.

Recuerda que puedes suscribirte al blog en el cuadrado de la derecha (justo debajo de los comentarios si estás en el móvil) y recibir en tu correo electrónico un aviso cada vez que publiquemos. ¡Gracias!

WhatsApp Image 2020 03 01 at 14.58.36
+ posts

Estudio Ciencias Políticas y Sociología en la UC3M y combino mi pasión por los fenómenos políticos y sociales con la cultura, elementos indisociables de una misma y compleja realidad. Desde pequeño me ha encantado escribir y lo utilizo como manera de evasión y difusión.


Un comentario en «Los cimientos de nuestra realidad»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *