El futuro me aterra. Desde pequeña, me invade una sensación de vértigo ante esa palabra, como una hiedra apretada que se enrosca en mis rodillas. Habría dado todos mis cromos de Doraemon porque alguien me dijera que todo iba a estar bien o en qué profesión seré realmente feliz. Las posibilidades son infinitas: habitan todas las sombras y todas las luces de la humanidad en ese tiempo verbal que aún no ha existido, pero que vendrá. Pareciera que ser joven es una conversación constante sobre eso que viene: sobre las ganas, las trabas y las oportunidades para construir algo mejor. Si hablamos del arte, nos apoyamos en su presente y su futuro para vislumbrar y debatir el nuestro: encontrar personas —artistas— que le dan luz y una estructura firme para sostenerse, nos calma y nos devuelve la esperanza. Gaia Fiorina y Jefferson García Hernández han sido esas personas para mí.
Nacieron en 1999, son estudiantes de Bellas Artes en la Universidad de La Laguna y tienen mucho que decir, y lo dirán con las piezas que están creando y crearán. Él es de Las Palmas y ella de un pueblo de Milán, coincidieron—entre ellos y conmigo— en las lluviosas calles laguneras. Desde el 30 de octubre y hasta el próximo 18 de diciembre, junto con otros estudiantes de la Facultad, tienen piezas expuestas en el festival cultural Keroxen, en Santa Cruz de Tenerife. Sus propuestas son un maridaje entre tecnología y reflexión que funcionan como un espejo en el que miramos nuestra existencia y la de los otros con los que compartimos tiempo y planeta. Podemos respirar y preocuparnos por otras cosas: el futuro del arte está en buenas manos.
¿De dónde surge la participación de los estudiantes de Bellas Artes en el festival Keroxen?
Gaia Fiorina: «Keroxen es un festival cultural que se celebra desde hace años y que hibrida un festival musical con el arte contemporáneo. Para esta edición, algunos profesores contactaron con los organizadores y consiguieron que ese espacio fuera cedido a gente de la facultad o recién graduados. En julio se abrió la convocatoria y tuvimos que enviar un dossier de proyecto de los que se seleccionaban 10 piezas».
Jefferson García Hernández: «Teníamos que diseñar el proyecto en base a una estructura que nos daban ellos: una cabina hecha con bidones de gasolina. Se eligió una cabina porque se busca que te metas e interactúes con la pieza. Hubo propuestas que eran individuales, grupales e incluso, dos chicas propusieron dos piezas que estaban en diálogo».
¿En qué consisten sus piezas?
G: «Mi proyecto era grupal e hicimos unas habitaciones en miniatura, y dentro unos circuitos eléctricos que creaban diferentes efectos. Se pensó como una serie abierta en la que siempre se pueden ir añadiendo cosas, aumentando la complejidad. Lo adaptamos a la cabina, insertando esas pequeñas habitaciones dentro de los bidones y, al final, el efecto era como un edificio de noche en el que ves todos los colores de las ventanas. Es una propuesta interactiva en la que el espectador tiene interruptores, así que vas decidiendo las cosas que van pasando: el espectador es como un gigante voyeur que se asoma a las habitaciones. En esos cuartos no se ven cosas habituales, sino un escenario contingente, muy industrial y con toda la estructura del circuito eléctrico a la vista. A nivel teórico, lo interesante es ver lo eléctrico y la proyección de la figuración que deja abierta la interpretación e interacción. La idea es que sea algo divertido y que pueda enganchar a la gente».
J: «Yo trabajé sobre varios bidones apilados en los que proyectaba la misma pieza: una galería digital, como las de los móviles o Instagram, que se disponían una al lado de la otra. Hay una serie de proyecciones que rodean la pieza y forman una única proyección. Lo que se proyecta son ventanas, de manera que se ve como un simulacro de edificio. Luego, deformo la imagen mediante un proceso de edición, poco a poco, y se ve como una animación en la que una ventana normal comienza a desgarrarse y a veces se une con la ventana de al lado. Me parece interesante eso: la deformación de la imagen en la propia galería».
«Todo esto para buscar el concepto de cyborg de Donna Haraway: un cyborg como metáfora de unión de lo real y de la ficción»
Gaia Fiorina
¿Qué proyectos tienen de cara al futuro?
J: «Hace un tiempo, encontré un álbum musical de 1980 que se llama The absence of a Canary (La ausencia de un canario) y a partir de ahí, hago una pieza por cada una de las canciones, que son catorce. Con ellas estoy preparando una especie de exposición, colocándolas en posiciones que se argumenten la una con la otra. Hablan de diferentes temáticas en relación con la ausencia de territorio, de historia, la conquista de las Islas, etc».
G: «Quiero desarrollar mi proyecto a partir de la pieza que tengo en Keroxen. Vi la proyección de la figuración de una narración en algo abstracto, porque es eléctrico y básico, y yo defiendo una estética de la funcionalidad por la cual lo bello es lo que es necesario. La belleza es dada por la necesariedad de la parte y, básicamente, es bello porque funciona. Estoy investigando sobre la proyección de la figuración en los LED: cómo se puede ver la figura humana en unos LED funcionantes (que se enciendan), sin añadir nada más».
«Por otro lado, me interesa también la proyección de los afectos en una máquina, me interesa mucho la mecatrónica, la robótica y la inteligencia artifical, así que estoy creando robots muy básicos. Desde el antropocentrismo, se tiende a considerar como inteligencia solo la de un cerebro de un ordenador complejo, y sin embargo, en el mundo animal y en la robótica, inteligencia puede ser también un sistema nervioso periférico dotado de sensores que no pasan por un sistema nervioso central. Así que estoy creando esos robots, muy sencillos, y estoy viendo cómo proyectamos los afectos y tendemos a verlos como una personificación de ese objeto. Todo esto para buscar el concepto de cyborg de Donna Haraway: un cyborg como metáfora de unión de lo real y de la ficción (para ella también en la ciencia ficción). Yo encuentro esa metáfora en el cyborg: no me refiero a un ser medio orgánico medio máquina, sino a la proyección de los afectos y de la figuración en el abstracto de la máquina».
¿Cómo ven el futuro de las artes? ¿Hay posibilidades y ganas de explorarlas?
J: «Creo que algo importante sobre el panorama artístico en Canarias, es que vivimos en la periferia, en la ultraperiferia. Estamos muy desligados y el territorio es muy limitado, llega un punto en el que nos conocemos todos los que trabajamos en el archipiélago. Es frecuente que al acabar la carrera de Bellas Artes, salgamos a estudiar un máster o lo que sea, y luego volvemos a las Islas con lo que hemos aprendido fuera y eso nos enriquece. En la Península no tienen la limitación del territorio que tenemos aquí y eso da la sensación de un panorama mucho más abierto. Al tener una facultad nada más en toda Canarias, está muy definida la gente que imparte clases en Bellas Artes y la perspectiva que tienen. Sin embargo, en nuestra facultad tenemos un itinerario “transdisciplinar” que no existe en muchas facultades del resto de España y eso nos da un buen posicionamiento en cuanto a arte contemporáneo».
«Hablaba el otro día con un profesor que al estar nosotros en la periferia tenemos la necesidad, y la obligación, de superar muchas más dificultades y de tener un nivel muy alto para poder salir y llegar a otras partes del mundo. La digitalización nos permite saber qué es lo que se está haciendo en todo el mundo y estamos exigiéndonos más de lo que, a lo mejor, se exigen en otros sitios del país mejor ubicados y con más prestigio. Yo creo que la gente de nuestra edad, que hemos vivido dos crisis, tenemos una situación de precariedad tremenda que muchas veces no nos motiva ni siquiera a vivir. Una vez que te metes en la carrera, y ruedas, la motivación aumenta porque recibes feedback bueno, aporte de conocimientos y debates sobre las mejoras del ambiente cultural y social. La motivación no está desde el principio, sino que va apareciendo».
G: «Yo tengo una perspectiva de guiri jajaja Yo vengo de lo que debería ser lo más “re-loco” de estudiar arte (Milán) y sin embargo, la facultad de aquí me parece mucho mejor que los estudios que mis amigos en Italia están haciendo. Me da la sensación que en Italia, al no ser periferia como decía Jefferson, hay muchísima competitividad y aquí percibo más sentimiento de unión y de trabajo junto o compartido: nos inspiramos con las cosas interesantes que proponen los demás, en lugar de competir contra ellos y así vamos creciendo. Las posibilidades en el futuro son precarias, pero porque el arte es un mundo precario. Hay mucha gente queriendo hacer cosas, no solo como artistas que desarrollan su propia obra, sino en el área de la curaduría que también es muy interesante a nivel laboral y personal. Yo creo, también, que debería fomentarse la hibridación y la comunicación entre distintas especialidades, todas igual de relevantes, como la escultura o la ilustración que a veces se quedan un poco atrás y no deberían».
«La gente de nuestra edad, que hemos vivido dos crisis, tenemos una situación de precariedad tremenda que muchas veces no nos motiva ni siquiera a vivir».
Jefferson García Hernández
¿Los lenguajes de los jóvenes tienen espacios para crecer y desarrollarse?
J: «En la facultad, a veces hay una prevalencia por la técnica clásica que facilita la evaluación de las asignaturas. La técnica es, básicamente, aplicar unos conocimientos que te han sido dados pero sin ningún tipo de reflexión sobre lo que estás haciendo. Entonces, hay propuestas nuevas que están mal evaluadas: por ejemplo, si un alumno te habla de robótica y tu no tienes conocimientos sobre el tema, el profesor se ve con dificultades a la hora de poner una nota numérica. La técnica clásica te puede dar el aprobado sin que haga falta que el profesor llegue a tu discurso y a tus ideas. La educación que hemos recibido fundamenta las notas en algo maquínico más que en un proceso de comprensión real y profundo. No podemos escaparnos del arte contemporáneo. El arte ya es contemporáneo de por sí, porque vamos a entrar a un diálogo en el que estamos hablando del aquí y del ahora. Lo contemporáneo ahora, con lo digital y lo conectados que estamos, es super abierto. Hay pintores que hacen pinturas barrocas y que se ganan la vida con propuestas anacrónicas y sigue siendo arte contemporáneo».
G: «La técnica es necesaria pero no hay que quedarse en eso. Para llegar a un dibujo contemporáneo puede ser útil hacer un dibujo que sea clásico, porque te enseña a mirar unas líneas y tener control e intención sobre lo que vas a hacer después. La técnica no se suele insertar en el contexto contemporáneo, la gente muchas veces piensa «vale guay es un cuadrito guapito» y ya, no les llega de lo que tú estás hablando».
¿Ustedes creen que a través de los lenguajes que nos proporcionan las artes se puede dar respuesta a los problemas y a los debates de nuestra generación? ¿O para qué creen que sirve el arte?
G: «Hay autores que dicen que el rol del artista es imaginarse y prever el futuro. Uno no puede pensar o actuar desde cero, sin pensar en la narración de esa cosa. Donna Haraway habla de la ciencia ficción como algo «re-loco» porque es capaz de inventar narraciones y a partir de ellas podemos construir realidad. Y yo creo que eso es lo que puede hacer el arte: crear narraciones, materializar algo que no es real aun. Por ejemplo, sobre el tema de la automoción se suele oír esa idea de «las máquinas nos van a robar el trabajo». Antes antes de llegar a ese mundo de completa automoción, hay que saltar hacia otras ideas: el derecho a vivir no debe estar supeditado al hecho de trabajar. Para cambiar esto, primero hay que pensar una narración en la que eso pase. También, el arte puede crear narraciones sobre algo que sí está pasando pero quizás enseñándote algo que no es inmediato, o subrayar aspectos de la realidad en los que no nos fijaríamos. El arte no necesariamente da respuestas, también puede plantear preguntas. La ciencia ficción se tiene como un género menor, como algo solo recreativo cuando en realidad es algo creativo: ahí podemos imaginar nuevos futuros y situaciones, y si no las puedes imaginar nunca podrás hacerlas».
J: «Primero habría que definir el término generación porque es problemático, depende del contexto, de la parte del mundo, de la zona, de la clase, del género, del privilegio. Lo de la narración, que decía Gaia, tiene que ver con la idea de linealidad: el traspaso de información a la siguiente generación, y aquí se mete la técnica. La técnica se va desarrollando poco a poco y mejorándose, y la tecnología básicamente es la lógica de la técnica, cuando llegados a un punto en que se añaden las matemáticas, por ejemplo. Philippe Dubois decía que la tecnología no es algo nuevo o que haya aparecido de la nada, sino que se lleva desarrollando desde tiempos como la Cueva de Lascaux: ellos hacían el pigmento rojo, lo ponían en la pared y ahí quedaba el rastro de tu mano. Dubois lo relacionaba con la fotografía analógica en la que la luz deja rastro. El arte consiste en poner la imagen tuya fuera: poner la mano en una pared y que, al levantarla quede un dibujo rojo, te estás poniendo fuera de ti y eso genera que te veas desde otra perspectiva y de otra forma. Cuando pintas un retrato, estás viendo a esa persona desde fuera. Esto es un trabajo introspectivo, fundamentalmente, aunque se debe establecer diálogo y feedback para qué tu te plantees por qué representas algunas imágenes o símbolos y así reflexiones sobre tu propio contexto».
«No podemos escaparnos del arte contemporáneo. El arte ya es contemporáneo de por sí, porque vamos a entrar a un diálogo en el que estamos hablando del aquí y del ahora».
Jefferson García Hernández
¿Qué es el arte? ¿Quién es artista?
G: «Saber quién es o puede ser artista, no es relevante. Esa idea de “artista” va muy ligada a la idea de control y posesión sobre tu trabajo que, por un lado, es importante para el proceso de reparación de género y de etnia. En estos casos es importante reconocer la autoría pero, la creación de esos nombres de artistas «re-locos» y muy bien pagados es cuestionable. Es importante reconocer el trabajo de las “minorías” pero, en realidad, cuando me dicen quién es el artista pues no lo sé y tampoco me importa. Hacer un buen trabajo es lo que importa. Yo sobre el arte veo la posibilidad de conectar varias cosas: Jefferson por ejemplo, conecta lo histórico, con la creación y con el arte contemporáneo. El arte es conexión y materialización. La técnica clásica no es importante, pero la técnica en el sentido de materializar y crear sí, aunque no sea necesariamente físico, sino en el sentido de “parir algo”. El arte es una conexión intencional que da un hijo. Es una cuestión compleja que siempre está en debate. Creo que el arte siempre está ligado a una persona que tiene una intención y la materializa de una manera concreta».
J: «Yo voy a soltar una “hot take” así de entrada: artista no te puedes considerar tu mismo, sino que te lo tiene que considerar el otro. Y no podemos hablar de que uno sea artista o no, sino que es más o menos interesante como artista, dependiendo del interés que despiertes o la cantidad de gente que se sientan atraídas por tus piezas. El arte puede existir sin una relación directa con el artista. Hay piezas en las que se ha perdido la documentación de su autoría y se consideran arte, porque en otras épocas no había el interés por datar la autoría. El arte es un concepto muy amplio y su debate debe representar toda esa amplitud. Hegel dijo que el arte es el medio de representación de lo humano, ¡y se quedó tan ancho! La historia de Narciso por ejemplo, al verte reflejado en el agua y observar como tu reflejo se deforma y te desligas de él, pues así funciona el arte».
¿Ustedes creen que para crear necesitamos una postura política?
G: «Yo creo que no se puede desligar de la política, porque tú no puedes desligarte de la política en absolutamente nada que hagas en tu vida. El hecho de ignorar la política es un ejercicio de privilegio: ignorar lo político ya es político. Yo no puedo de ninguna manera obviar el hecho de que soy considerada mujer, y cada cosa que haga será política porque soy mujer. Sin embargo, puedo evitar pensar en el contexto racial porque tengo una posición de privilegio en este sentido. Entonces, no pensar en ello estoy ejerciendo mi privilegio de persona blanca. Cualquier cosa que hacemos es política, y el arte también».
J: «No se necesita que la postura política sea intencional para que sea política. La idea de “política” tiene que ver con polis, y nos habla de lo que pasa en la urbe. Hay artistas que han vivido aislados y alejados de ese centro de poder y han hecho propuestas interesantes, como el caso de Alfred Kubin. No se posicionaba, pero luego tú puedes sacar interpretaciones o ligar o desligar sus piezas de dichas interpretaciones. El arte es inevitablemente un comentario sobre el otro, si puedes vivir en un hogar tu solo, aislado, pues dime quién te dio la casa, no has nacido de la nada, como llegaste ahí, etc, inevitablemente te vas a relacionar con otros. Otra cosa es que tú decidas intencionadamente que sea un comentario político o no, pero se puede sacar reflexiones políticas sobre cualquier pieza».
«El arte no se puede desligar de la política, porque tú no puedes desligarte de la política en absolutamente nada que hagas en tu vida. El hecho de ignorar la política es un ejercicio de privilegio: ignorar lo político ya es político».
Gaia Fiorina
¿Quiénes viven en sus cabezas?
J: «Hay una introducción a un libro de Deleuze y Guattari, que lo escribieron entre dos, que dice algo como “somos dos, pero ya somos muchos, y entre nosotros ya somos demasiados”. No pienso en mi subjetividad como yo hablándome a mí mismo, sino como pensamientos que voy cogiendo. Realmente, en mi cabeza vivo yo. Las lecturas que hago, todo lo que atraigo hacia mí, todo lo que conservo y todo lo que me entra, son fragmentos que no pertenecen a nadie. Yo pienso que cuando algo está escrito en un papel, ese fragmento es en relación al contexto que yo he vivido: no es que pertenezca a otra persona, es un fragmento que extraigo y tengo para mí. Algo muy individualista tal vez, pero no creo que vivan las personas que los escribieron en mí sino que viven muchos fragmentos. Cuando uno saca algo hacia fuera ya no nos pertenece, sino a quien lo vaya a leer».
G: «Seguramente en la cabeza de Jefferson vive Deleuze jajaja En mi cabeza viven muchísimas mujeres. Aunque no quiero reducir la experiencia femenina a una única cosa. Lo que me pasa mucho es ver la obra de muchas mujeres y sentirme identificada, no solo a nivel intelectual, sino a nivel emocional y casi físico. El año pasado descubrí a Ning Xiao Du, una artista china, y yo sentí algo como: tú eres yo y yo soy tú. Y me pasa lo mismo con Haraway. Toda la fuerza de esas mujeres, y de vez en cuando algún hombre jaja, es como que dejan de ser referencias teóricas para ser referencias emocionales, como si fueran mis amigas. Y puede ser que las esté entendiendo mal, pero en mi cabeza se crea esa figura en la que las siento cerca. Leo o veo lo que hacen y siento que me abrazan».
Recomiéndenme una película, un libro y una canción
G: Una canción: All I can do is cry, de Etta James; un libro: Papá puerco, de Terry Pratchett; una película: Labyrinth (Jim Henson, 1986).
J: Una canción: I talk to the wind, de King Crimson; un libro: en realidad, recomiendo un capítulo Pérdida y recuperación de un pelo, de Julio Cortázar, está dentro del libro Historias de Cronopios y Famas; una película: I’m thinking of ending things (Charlie Kaufman, 2020).
P.D.: entrevista realizada con la colaboración de uno de esos futuros del periodismo, David Peña Quevedo.
Nunca pude elegir entre ciencias y letras: por eso hice las dos. Hubo un tiempo en el que creí cambiar Periodismo por Medicina. Ahora creo que sin las palabras no se cura. Me gusta caminar, leer en la calle y hablar de política. Danzad, danzad o estaréis perdidos.