Debo prevenirles de que aquí no encontrarán ningún análisis, ni sesudo ni simple, de ningún tipo de obra artística, sea novela, lírica, cinematográfica o musical. Tampoco ninguna disertación literaria, crítica política o entrevista a alguna figura reseñable. Ni tan siquiera una concisa declaración de amor, una pasajera historia de ruptura o una carta de despedida.

Esto que sigue debió ser, también desde hace algunos meses, todo lo anterior. Y no puede ser porque no encuentro la manera de que lo que vivo y siento se traduzca en palabras. Así que, mejor, vamos a dejar este texto como una confesión.

Me falta leer, que diría mi madre

Decía Ricardo, hace ya unos meses, que nos hace falta centrarnos en lo concreto, en lo exacto, dejarnos de rimbombantes locuciones y de ruido vacío. Así que voy a seguirlo: no les entretendré con archisilabismos forzados (aunque esto siempre él me lo recuerda, seamos justos) y largos párrafos sobre una cuestión tan simple: siento que no puedo escribir nada de interés para esta pequeña ágora.

Mi madre dirá, no sin razón, que me falta leer. «Leer de verdad», claro, porque los artículos de prensa los devoro (más de la cuenta). También es cierto que este mantra maternal me lo ha dicho durante muchos años, que coloca el listón alto (a ver quién le sigue el ritmo a una apasionada profesora de Literatura) con un nivel de exigencia que, todo sea dicho de paso, es culpable de quien soy ahora.

Cuesta encontrar historias frente al ordenador

Antes solía decírmelo porque tenía la sintaxis «oxidada», pero ahora lo que más necesito son historias que me llenen, que me aburran, que me entretengan y que me sientan. Y es difícil concentrarse en una lectura cuando llevas todo el día delante de una pantalla siguiendo las clases online, tan siquiera sacar ganas para hacerlo.

La pandemia nos ha afectado a todos, de lleno, y en todos los ámbitos, pero yo donde más la estoy sintiendo es aquí. Me cuesta escribir más, me cuesta leer más y me cuesta ver más. Nos ha quitado tantísimas experiencias, tantísimas escapadas al cine, a una presentación o un simple viaje con amigas. O paseos de fin de semanas, salidas sin rumbo, ahora escondidas tras las medidas de prevención. Cuesta encontrar y contar historias cuando la vida transcurre, varios días a la semana, frente al ordenador.

Por supuesto, otros sabrán buscar la historia, o crearla, como más de una ha hecho aquí mismo, de una manera tan literaria que abruma luego compartir espacio. Pero como no todos hemos sido bendecidos con la magia de la palabra, tendremos que esperar a otra ocasión. Porque ojalá contar con la pluma de Ricardo, la tenacidad de Elena, la creatividad de Alexis, la pasión de Carla y la sensibilidad de María.

Todos los abrazos, las escapadas y las historias volverán

Ustedes se habrán preguntando qué hago contándoles esta confesión. Pero no podría decirles otra cosa a quienes semana tras semana nos leen, ya sea con vientos atlánticos o mediterráneos, y nos han empujado a seguir creciendo. Y sí, un recordatorio para todos: ya queda menos, esta pesadilla está terminando. Ya hay más personas vacunadas que contagiadas en nuestro país. Así que apretemos en este último sprint de responsabilidad y vacunemos. Todos los abrazos, las escapadas y las historias volverán. Prometido.

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Estudio Ciencias Políticas y Sociología en la UC3M y combino mi pasión por los fenómenos políticos y sociales con la cultura, elementos indisociables de una misma y compleja realidad. Desde pequeño me ha encantado escribir y lo utilizo como manera de evasión y difusión.


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