Si el amor ha sido un tema recurrente para muchos artistas, la ciudad de Madrid no se queda atrás. La capital española ha inspirado a múltiples figuras de nuestro país, desde Pérez Galdós en su obra La de Bringas en la que retrata su «Madrid galdosiano» hasta las nuevas voces del panorama musical actual. Como si todo el que haya pasado por Madrid estuviese en deuda con ella, como si todos quisiéramos rendirle nuestro pequeño homenaje. Porque Madrid es de todos al mismo tiempo que no es de nadie.

Madrid es la Puerta del Sol celebrando la entrada del nuevo año, miles de visitantes asombrados frente al Guernica en el Museo Reina Sofía y Las Meninas en el Prado; Madrid es jornada de puertas abiertas en el Congreso de los Diputados y un atardecer en el Templo de Debod. Pero también, decenas de niños paseando con sus padres por el Retiro, el Teatro Calderón siendo cómplice de los éxitos de Lola Flores, la Gran Vía abarrotada de gente en el puente de la Constitución y resquicios de la Movida en rincones inesperados. Para algunos, Madrid es tan solo una ciudad más. Para otros, va más allá de todo eso. Y ahora, Pongamos que hablo de Madrid.

«Yo me bajo en Atocha»

Espero que algo haya cambiado desde la última vez que dejé Madrid. Una estación de Atocha desolada por un estado de alarma, una ciudad desierta por una pandemia que arrebataba vidas sin miramientos. Por primera vez en tres años hubiese deseado que mi línea de cercanías habitual estuviese abarrotada de gente; hubiese deseado no haber podido mover ni el brazo en los 15 minutos de trayecto mientras pensaba en qué me haría de cenar o mientras escuchaba disimuladamente la conversación telefónica de la persona que me estaba empujando contra la puerta.

Subir las escaleras de la estación de Sol como si de correr una maratón se tratase o que los ocho minutos hasta que llegase el metro se conviertan en los minutos más largos de mi vida era mi rutina habitual. La mía y la de mucha gente. Veía a todas esas personas correr por las escaleras en hora punta y pensaba en cómo serían sus vidas, a qué se dedicarían, si serán madrileños o madrileños de adopción. Mientras tanto, sonaba Sabina en mi cabeza: «Donde regresa siempre el fugitivo / Pongamos que hablo de Madrid».

«Madrid de todas las suertes»

Canta Xoel López: «No sé, si me abrazaste o me engulliste / pero entonces ya era preso de tus calles, / no sé si me besaste o me curtiste / pero en ti confluyen todos mis caminos / y tu luz hoy me atraviesa cada día». Y a mí, Madrid me abrazó y me engulló y me volvió a abrazar y me volvió a engullir cada septiembre, cada mes y cada día que pasaba allí. Y creo que me di cuenta de ello cuando los domingos empezaron a gustarme más y los lunes se hacían menos cuesta arriba.

Igual que la protagonista de La Virgen de Agosto (Trueba, 2019), así me sentía yo. Al principio, Perdida en Madrid; luego, tratando de descubrir aquella ciudad durante los primeros meses de mi vida universitaria, sin saber todavía que sería Madrid quien terminase por descubrirme y exprimirme a mí meses más tarde. Mientras, me acordaba del libro Madrid en el cine de Pedro Almodóvar (Camarero, 2017) sobre los distintos Madrid dentro de una misma Madrid en los que Almodóvar había filmado buena parte de sus películas.

«Que recordarás las tardes de invierno por Madrid»

La función de las ocho de la tarde en Teatro Español con Mario, un concierto con Ane, ir de compras con Reyes, las cenas con Aleida en el hindú de Lavapiés, ver cómo Nara y Raquel se han convertido en unas expertas de la farándula, las excursiones con Ana, Carlos y Nuria antes de que se dispersasen por Asia y América son algunas de las tardes de invierno que recuerdo en Madrid. Alfred cantaba: «Madrid, tienes todo». Y tenía razón.

«Eres mi rincón favorito de Madrid», decía también Pereza. Las ciudades no son nada sin las personas y yo soy y Mi Madrid es gracias a vosotros. Madrid te atrapa y luego te suelta. Pero «quédate (quedaos) en Madrid» y a ser posible, conmigo.

«En Madrid está lloviendo y todo sigue como siempre»

Llevando la contraria a Alejandro Sanz, me temo que en Madrid no todo seguirá como siempre. Las barcas del Retiro siguen esperando que las parejas paseen en ellas, los teatros ansían colgar el cartel de Aforo completo y Malasaña no ve la hora de recuperar sus bares y garitos. Los besos y abrazos, las terrazas llenas, las vidas ajetreadas y la posibilidad de tener miles de planes tendrán que esperar. Muchas cosas tendrán que esperar.

Mientras tanto, no quedará otra que soñar con el día en el que los codazos sean sustituidos por abrazos, el día en el que entrelacemos las manos sin antes desinfectarlas y veamos la sonrisa de la persona con la que hemos quedado sin que una mascarilla nos lo impida.

En breves, nos iremos pa’ Madrid (y sin remordimientos).

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Creo que no es casualidad que haya nacido y crecido en una ciudad que se llama igual que uno de los grandes poetas de la historia: Lorca. Lorqui(a)na de corazón y estudiando Periodismo y Humanidades en Madrid, siempre me ha interesado todo lo relacionado con el mundo de las letras, en especial, el arte y la literatura.


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