Nunca pensé que un obstáculo para hacer la entrevista a un cantautor iban a ser las propis melodías. Cuando entro en la cafetería en la que había quedado con el protagonista, Luis Fercán, me llama la atención lo alta que está la música de ambiente. Como tenía tiempo y el establecimiento estaba vacío, me acerqué al camarero y le pregunté si podía suavizar el volumen. No podía, sus jefes no le dejaban. «Cambio de planes», le escribí a Fercán. Me apresuré a recordar un bar que me había llamado la atención por el camino cuando salí del metro. Sin ninguna referencia en Google Maps (¡cómo se atreven!), la segunda cafetería de la tarde acogió una charla cálida y en la que no faltó grieta en la que meterse.
Luis Fercán es una persona activa, campechana y que rehúye de ostentaciones. No hay nada más que ver su fercaneta, la furgoneta con la que va a cada concierto siempre que las condiciones geográficas se lo permitan. «Refleja un poquito la forma de vida que me gusta llevar: ir a los sitios yo con mi guitarra de forma íntima y llevar mi música a donde sea». El intimismo que caracteriza muchas de sus canciones se ve reflejado aquí y Fercán lo achaca a sus orígenes: «Soy más gallego que un grelo (risas)».
No es de extrañar que en Mi luz afirme que lleva el norte en las pupilas, que le hacen ver más fácil la tempestad. Así, justifica que en la última gira, le haya funcionado mejor en el norte que en el sur. «La gente del norte, creo, se siente más cerca por elementos que menciono en mis canciones, como la lluvia; hay mucha identificación».
«No puedo parar de escuchar música, es enfermizo»
La energía que transmite, su permanente guardia en la entrevista mientras le formulo las preguntas, se entiende mejor cuando, a bocajarro, le pido que me explique qué es la música. «Estímulos», responde rápido y directo. «Y forma de vida», se apresura a añadir. Se autodiagnostica enfermizo de la música. «Tío, es que no puedo parar de escucharla». No hace falta que intente convencerme mucho: sus auriculares, enrollados alrededor de su móvil y conectados al mismo, delatan que hasta un segundo antes de entrar en la cafetería los llevaba puestos y, que un segundo más tarde de salir de la misma, ya estarán en sus oídos.
Fercán ha agotado, entre otros, míticos espacios de la noche cantautora madrileña como el Libertad 8 o La Fídula. Pero eso no le evita recorrerse media España para ir ampliando cada vez más su público. «Si consigo meter diez personas nuevas aquí, diez allá… Eso significa que en unos años habré conseguido cien nuevos oyentes. Y eso es lo que quiero». Rehúye de lo que se denomina panorama mainstream y no se corta en valorarlo. «Eso, cada día, me la trae más floja (risas)». Pero está encantado con el circuito de nuevos cantautores que se van haciendo hueco. «Hace un par de años, no veía todo el movimiento que sí que hay ahora. Dan Millson nos juntó alrededor de la Sala Búho Real y estoy orgulloso de ver lo que se ha creado».
Una red de cantautores como sostén común y conjunto
La cercanía que le caracteriza, de la que me percaté nada más me saludó, también explica las constantes menciones a su círculo de cantautores, una red de apoyo común que tiene que ver con el éxito de sus integrantes. «Nos apoyamos muchísimo: Yoly Saa, Ainoa Buitrago, ELE, el propio Millson…, y lo hacemos porque realmente nos gusta lo que hace el otro; la gente tiene que escucharlos y nosotros somos los primeros que tenemos que ayudarnos. Son todos como hermanos para mí».
A Fercán se le iluminan los ojos cuando habla de este tema, orgulloso, también, de ser el mayor de este grupo. «Yo conocí a Ainoa porque se me acercó después de tocar en la Búho Real, que le gustaba mucho mi música». Echa la vista atrás y recuerda sus inicios. «Ver esto y pensar que yo cuando llegué a Madrid era, más o menos, el único de mi edad y que me peleaba como un cabrón por conseguir visibilidad… Mi primera vez en Libertad 8 solo me fueron a ver 4 personas».
El cantautor gallego tiene claro cómo quiere que sea su carrera, que entronca directamente con el intimismo y la pasión que siente. «Cada día tengo menos interés en que me contrate una gran discográfica, en fichar por una radio». Luis Fercán sabe perfectamente dónde está el éxito de su música, el que le está funcionando y con el que está más que orgulloso. «Cada vez creo más en mi proyecto, en mi manera de hacer las cosas. En recorrerme kilómetros con mi fercaneta, en llegar a más gente por el boca a boca de sus amigos y conocidos».
«Me gusta más hacer canciones para que se note el cariño que le tengo a esa persona aunque me haya dejado»
Luis Fercán es de esos que no se refugian, se muestra tal y como es en el plano de tú a tú, en espacios cortos, pero también en su música. Se apresura a interrumpirme, con toda la razón del mundo, cuando insinúo que la cierta tristeza que parece que es transversal a eso de ser cantautor, también se encuentra en sus canciones. «Se piensa que es así, pero no. No tengo ninguna canción de ese desamor un poco tóxico, del odiar de repente a otra persona porque me haya dejado». Su buen rollo, cercanía y simpatía demuestran por qué esto es así. «Me gusta más hacer canciones para que se note el cariño que le tengo a esa persona aunque me haya dejado».
Sus composiciones son su manera de expresarse, pero también de sanarse: su guitarra es su psicóloga, como afirma. «Me ha salvado de estar jodido. A lo mejor es paranoia mía (risas), pero cuando compongo una canción, saco esa mala experiencia de dentro, la aparto y deja de estar. Ahí lo gestiono mejor». De hecho, Mi oscuridad fue una época muy mala de su vida pero no se sintió así cuando la compuso. «Cuando el primero que lo escuchó, Pablo Benavente, me preguntó que si estaba bien, lo que le dije le chocó, porque estaba feliz: en ese momento conseguí estar bien».
«Las grietas no tienen por qué ser malas»
Fue el poeta Benavente quien le sugirió la frase que abre Grietas, su disco: estoy lleno de grietas, eso me recuerda que algún día estuve completo. «La vida te pone pruebas, te mete personas en tu vida que no siempre son buenas y mi manera de gestionar la vida es a través de mis canciones». Pero, al igual que no es de odiar en el desamor, no todas las fisuras son malas. «Grietas resume mis últimos años, unas brechas en mi vida que, en global, han sido maravillosas. No tienen por qué ser todas malas».
En su insaciable sed de vivir la música, Luis Fercán lanzó Furias en diciembre de 2019, un EP de cinco canciones. En dos de ellas, compartía su pasión con esa red de apoyo mutuo: Portugal, con Yoly Saa y Todo el miedo, con Ainoa Buitrago. Se alegra mucho cuando le comento que debe darme diez canciones para sintetizar la música que le acompaña en su día a día; no ha tardado ni un segundo en desbloquear su móvil para navegar en la infinidad de playlists de su Spotify.
Atenúen las luces y suban su volumen
La voz rasgada que inunda sus canciones y les aporta magia también hechiza nuestro diálogo. Se atenúan las luces del bar, le saco la foto que da por finalizada la conversación y el camarero vuelve a subir el hilo musical cuando abandona la cafetería, rápido para presentar la sesión de micro abierto de la Sala Búho Real de ese día. Ahora, les toca a ustedes: bajen la intensidad de sus luces, de su móvil, de su portátil, y suban el volumen de sus auriculares. Disfruten con la música, en general, pero también con la banda sonora de esta entrevista, que son las canciones de Fercán y también con la propuesta musical que nos deja.
¿Cómo suena la vida de Luis Fercán?
Elaborar una lista no siempre es fácil, así que de las diez canciones, le puse condiciones para cinco: una propia, una en español, una en inglés, otra en algún idioma que no fuese de los anteriores y, la última, de un género radicalmente distinto al suyo. El resto, libre. Este fue el resultado: