Hace apenas unas semanas, en pleno puente de diciembre, se estrenó Merlí: Sapere aude (Héctor Lozano, 2019). La vi porque su antecesora, Merlí (ídem, 2015), de TV3, me había cautivado. Eso sí, la nueva serie tiene igual o incluso menos contenido de filosofía que la primera. Tampoco creo que nadie (empezando por mí) fuese buscando obtener formación filosófica en la serie. No obstante, sí que lanza un mensaje fundamental: hay que estudiar «filosofía», pues «nos hará libres» y «nos hará pensar». Pero esto no deja de ser un concepto tramposo.

El mantra «estudia filosofía que así pensarás» (como si no pensáramos el resto del tiempo en el que no estudiamos filosofía) es un concepto vacío y, a la vez, simple. Se propone como solución a muchos problemas pero, al mismo tiempo, no sabemos definir lo que estamos diciendo. Pero aún así, es una de las frases más repetidas cuando la conversación camina hacia tintes académicos.

¿Qué es la filosofía?

Habría que ver, pues, qué es eso de «filosofía». Sería muy osado afirmar que hay una sola definición del término. Como carezco no solo de cierto recorrido que pueda respaldar una posible definición sino también de una clara y concisa de lo qué es la filosofía, traeré la que siempre le gustaba explicar a mi profesor de dicha materia en el instituto. Para él, es un ámbito común a todas las áreas de investigación y que aparece cuando los objetos de estudio de las mismas desbordan los propios límites. Es decir, un biólogo estudia la «vida» y cómo está formada, pero se ve incapaz, con esas herramientas, de trascender a un debate más allá sobre qué es eso de la «vida», y ahí aparece la filosofía. Igual ocurre con la física o con la química.

Ahora que más o menos hemos definido la filosofía como una especialidad que completa al resto en muchos de sus debates, también queda claro que no es un ámbito de «letras», pues hay que conocer de otros muchos (de «ciencias») y, por tanto, se construye una transdisciplinaridad. Y, por tanto, no se constituye como un espacio cerrado, sino que es una concepción global permeable, pues de lo contrario, estaríamos hablando de ámbitos puramente metafísicos.

Entonces, ¿qué es eso de «estudia filosofía»? No quiero que, llegados a este punto de la lectura, consideren que la intención de este texto es sentar una superioridad moral frente a otros o realizar una disertación densa sobre la filosofía. Al contrario, la intención es intentar dotar de sentido el lema de Merlí.

Factores individuales pero también sociales

Obviar el contexto en el que se enmarca el mensaje es catastrófico. Y no me refiero a que el encuadre sea una ficción o un entretenimiento, sino a la sociedad en general en la que se ubica. El neoliberalismo que impera silencioso pero penetrante asfixia, en muchas ocasiones, la posibilidad de «pensar» realmente, en el sentido de profundizar en cualquier ámbito o de disfrutar de contenidos culturales con la capacidad suficiente temporal y espacial de reflexionar sobre ellos.

Por ende, cuando se nos presenta una serie como Merlí matamos dos pájaros de un tiro: nos entretenemos pero también conocemos algunas ramas del pensamiento histórico y algunos de sus autores. Si algo no le podemos negar a la serie, es que, en cierto sentido, ha introducido como tema de conversación la filosofía, sea cual sea esta última, e incluso se ha atrevido a mostrar en la ficción a jóvenes que la estudian en la universidad (¡pero si eso no tiene salidas!).

Pero es insuficiente, y muchas veces nos quedamos con la percepción de que conocemos el tema pero, sin embargo, no hemos pasado más allá de la superficie, pero estamos convencidos que controlamos la materia. Para luego, ir por ahí diciéndole a los demás que no quieren pensar o que las nuevas tecnologías atontan nuestras capacidades de entender.

El neoliberalismo es fundamental para entender esta problemática

Muchas veces, situamos toda culpa en lo individual (aunque haya parte) obviando los factores sociales. El mismo neoliberalismo que sitúa todo alrededor del individuo, ya sean culpas o beneficios («no estudias porque no quieres», «no piensas porque te da pereza») , sin tener en cuenta factores macros es aquel que te suministra la filosofía en forma de Merlí y te hace pensar que esa es la dosis de aprendizaje suficiente y con la que te tienes que conformar.

Ahora podrás decirme que, de la misma manera que considero que el mantra de Merlí es vacío y simple, afirmar que todo corresponde a algo superior fuera de nuestras capacidades puede servir de autoexculpación y de liberación de conciencia. No, está claro que hay factores individuales que atañen y que también tienen su parte, pero pasar por alto las condiciones materiales y socioeconómicas, que son las mismas que condicionan a los sujetos, es caer en la misma trampa.

Merlí ha puesto en primera plana la asignatura de filosofía y ha acercado parte de sus contenidos de una forma amena y entretenida. Pero que no nos digan que hemos aprendido filosofía (no seamos tan vanidosos). Tampoco que con la filosofía todo el mundo «pensará» y así se arreglarán los problemas de la educación, que no es ninguna fórmula mágica. Vamos a plantar cara y aprovechar Merlí como el punto de inicio de una reflexión y de un aprendizaje, no como el punto final. Que no nos vendan cuentos. Tenemos que cuestionar sobre qué se sostiene el sistema para hacerlo mejor.

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Estudio Ciencias Políticas y Sociología en la UC3M y combino mi pasión por los fenómenos políticos y sociales con la cultura, elementos indisociables de una misma y compleja realidad. Desde pequeño me ha encantado escribir y lo utilizo como manera de evasión y difusión.


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