«El tiempo no es oro. El oro no vale nada. El tiempo es vida». Estas palabras de José Luis Sampedro hicieron reflexionar a nuestro protagonista, el poeta Antonio Carreño. Aunque nació en Alicante en 1986, Carreño ha vivido en varios lugares de la orografía española; no obstante, la ciudad de Madrid es quien le ha abierto los brazos y lo ha acogido, como esa ciudad océano  que describe Elvira Sastre. Y precisamente por eso, Antonio Carreño sabe de lo valioso del tiempo, y así lo plasmó en la dedicatoria de su primer libro Y cosas que me callo: «a ti, por dedicarme lo más valioso de tu vida: tiempo».

Nos habíamos citado, cuando el sol se estaba poniendo, en una cafetería al norte de la Puerta del Sol. Ya Carreño me esperaba, sentado en una mesa en el centro del local. Con la simpatía y cercanía que lo caracteriza, desde el día que lo conocí en un recital por el Día Mundial de la Poesía, me recibe con una sonrisa y un apretón de manos. «¿Qué tal estás, todo bien?» Tras conversar un poco, pedimos una porción de tarta cada uno. «No conocía este sitio. Pensaba tomarme una cerveza, pero viendo la carta me ha entrado hambre», me dice mientras decidimos qué dulce elegir.

Cuando el mundo animal y el de las letras se mezclan

Carreño es licenciado en Veterinaria y ha trabajado por España en sectores relacionados con su especialización. Lo primero que, seguramente, se nos pase a todos por la cabeza -eso me pasó a mí-, es lo raro que parece, en un principio, la mezcla entre el mundo animal y el de las letras. Se entiende mejor cuando me cuenta que de pequeño le gustaba contarle los sucesos que le pasaban a Quique, Zara y Flecha, los perros de su familia. «Me sentía mejor contándoles las cosas a ellos. Por eso, con el diseño de la portada, la calavera de un can, quise hacerles un homenaje».

Al preguntarle cómo empezó a interesarse por el mundo de la poesía, al poeta se le iluminan los ojos y, tras un breve sorbo de su cerveza, se prepara para contarme desde el principio. «Me llamó la atención desde que estaba en el colegio, y siguió cuando pasé al instituto. No profundicé mucho en ese entonces, hasta que conocí a Escandar Algeet. Era un formato que no había leído hasta entonces». Antonio Carreño había empezado a leer poesías de autores históricos, de siglos atrás, pero el momento en el que conoció poesía actual a través de Algeet, marcó un antes y un después. «Cuando te hablan de sentimientos crudos, de calle, que te llegan y te reconoces en ellos… Eso es lo que me condujo de verdad a todo este mundo».

De Saramago a Benjamín Prado, pasando por Ismael Serrano

A pesar de eso, lo primero que escribió no era poesía, sino relatos cortos con los que, incluso, llegó a ganar un concurso de su instituto. Sus referentes, y a quienes devoraba en la adolescencia, eran Lorenzo Silva y Saramago. Todavía no ha dejado de escribir pequeñas historias, y prueba de ello es Caja negra, incluido en su primer poemario. «Ese fue el proceso hasta llegar a la poesía. Luego me abrió camino Luis García Montero, Benjamín Prado, Felipe Benítez Reyes… iba tanteando varios autores y me fue picando cada vez más el gusanillo de la poesía», añade Carreño.

Y cosas que me callo, libro de Antonio Carreño.
«Y cosas que me callo», el primer poemario de Antonio Carreño

Como suele ocurrir, la poesía que leía se entremezclaba con las estrofas que escuchaba de cantautores como Ismael Serrano. Pero aún así, a mi pregunta sobre si nunca ha pensado musicalizar sus poemas o componer canciones, la respuesta es negativa. «Me da rabia», dice entre risas. «Llevo tocando la guitarra desde los diecisiete, pero no me sale. Canto mucho de cantautores pero no he podido componer nada». Algo en su manera de expresarse, como el brillo en sus ojos al pensar su respuesta, me dice que es algo que le encantaría. «Ojalá, algún día me llegue la inspiración divina», apostilla con una sonrisa.

Un recorrido con tiempo

El reloj y el calendario vuelven a la conversación. Si al principio el tema era que el tiempo es vida; ahora el foco iluminaba el arduo y largo proceso hasta que se imprimió el primer ejemplar del libro de Carreño. «Desde que empecé, han pasado cuatro años». No ha sido corta la espera, pero no le importa. Y eso se nota a mucha distancia, por cómo cuenta, con mucho orgullo e ilusión, todo el camino que terminó, por el momento, hasta hace poco menos de un mes.

Como muchos, comenzó a escribir en su propio blog, homónimo a su poemario. Pero el poeta alicantino quería darse a conocer más allá de la red. «Contacté con una editorial pequeña de Sevilla, y les gustó mi trabajo. Pero tenía un conocido en una importante editorial a la que le parecía bien mi trabajo también y me fui con ellos».

Sin embargo, un alto en el camino, representado por un cambio editorial, impidió que se publicase su libro. Desde ahí, Carreño no cejó en su empeño y fue buscando nuevas compañeras de baile que quisiesen danzar al ritmo de su tinta. Lo consiguió, tiempo más tarde, con Verso&Cuento. Envió una pequeña píldora de versos encorsetados y la editorial aceptó su proposición. «Les gustó, pero me dijeron que había una espera de un año», añade. «Pero no me importó. Iba a publicar mi libro y con eso bastaba».

«¿Qué es la poesía?», nos preguntamos como Celaya

Habíamos consumido la mitad del tiempo de lo que duraría la entrevista. Pero la otra mitad la ocuparía una sola pregunta, una sola reflexión. Le aviso de que será la pregunta que más curiosidad me daba cuando surgió al preparar esta entrevista. Una pregunta que estaba seguro que le daría mucho que hablar. Retrocede un poco, no mucho, pero lo suficiente como para que me percatase de su tímido movimiento de protección. «Miedo me das», dice con una sonrisa nerviosa. En el fondo, la cuestión no era extraña, pero sí difícil. No alargo más la pequeña tensión que había creado y le pregunto, a bocajarro, que qué es eso de la poesía.

Duda mucho qué responder. «Es complicado», me comenta tras un silencio de segundos en los que sonreímos por la pregunta. «A mí me parece que la poesía es intentar esculpir las piedras con las que tropezamos». Pero no le vale como respuesta. Sigue pensando, con su mano sobre su mentón, como si aquella le estuviese transmitiendo la respuesta y esta se quedara en la punta de su lengua, como en su poema Dulce.

La entrevista deja de ser una entrevista

Y aquí, dejamos de ser entrevistador y entrevistado. No nos cambiamos los roles; los roles dejan de existir. Nos convertimos en conocidos, desaparece la poca rigidez de los corsés propios de la entrevista y, tras muchos titubeos, nos enfrascamos en un debate, un intercambio de pensamientos desordenados. No tengo que ser yo quien intente dar la respuesta, pero me devuelve alguna pregunta y ahí comienza el verdadero juego.

«Estamos en este debate que ha llenado páginas: qué es la poesía de antes, la poesía de ahora…», atina a comentar. «¿Hasta dónde podemos definirlo? Realmente es muy difícil».

«Muchas veces, el problema está en que tenemos interiorizado una superioridad moral». Esto que comenta Antonio Carreño nos hace parar a los dos y crear un silencio de segundos. Se pregunta, después, cuál es el interés de mucha gente que critica. «A mí me gustaría saber qué es lo que le ofende. Está claro que todo lo que se escribe no le va a agradar a cualquiera que lo lea». El problema también viene cuando esa superioridad moral de intentar discernir qué es y qué no lo es. «El autor no sabe hacerlo de otra forma, es su manera de expresarse. A veces también insultas a quién le gusta, y volvemos a ver la superioridad moral».

El trasfondo económico y social también aparece. Carreño es una persona formada y comprometida y sabe de lo que habla. «Otra cosa es el capitalismo salvaje, que muchas veces encuentra un filón para sacar el máximo beneficio», aporta el poeta. «Lo que sí está claro es que siguen existiendo apuestas de gente que no es conocida. Ese es mi caso». El batiburrillo de ideas que hemos ido comentando se cierra en torno a la idea de que el debate va a existir siempre y, desde luego, que es multifactorial. «Tenemos que tener cuidado, en todos los aspectos, desde la música hasta la propia política, en no caer en la superioridad moral. Eso sí. Quizás la belleza de la poesía no radica en el número de versos, sino en la medida en la que los poemas se convierten en tu propio espejo», concluye Carreño.

¿Cuáles son las cosas que nos callamos?

Para terminar, después del fructífero debate, hay un pequeño silencio, y aprovechamos para descansar algunos segundos. «¿No me vas a preguntar por el título?», me comenta riéndose. Curiosamente, era la cuestión con la que quería finalizar la charla. Y así lo hago. Le pregunto por qué eligió ese título y, sobre todo, cuáles son esas cosas que nos callamos. «Es lo que nos pasa a todos en una ruptura, en una conversación. Son las ideas que se te ocurren que no aparecen en ese momento concreto pero te salen luego, tardío». Carreño dispara justo a esa parte de nosotros que se lamenta por no haber podido acertar en las palabras, por no haber logrado unir las letras para resolver una disyuntiva. «Es un ajuste de cuentas. Aunque no me salgan en el preciso momento, me van a salir aunque sea tarde».

Antonio Carreño apura su cerveza y se lleva con ella los últimos suspiros de mis preguntas; también de sus respuestas. Pero, mirando fijamente la espuma que queda en el vaso y jugando con el título de su poemario, me dice para poner el colofón a una agradable charla: «¿Y si no lo he dicho todo?».

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Estudio Ciencias Políticas y Sociología en la UC3M y combino mi pasión por los fenómenos políticos y sociales con la cultura, elementos indisociables de una misma y compleja realidad. Desde pequeño me ha encantado escribir y lo utilizo como manera de evasión y difusión.


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