Antes de la pandemia, el ruido de ambiente de las cafeterías, del vaivén de los clientes, de los camareros y de la máquina de café eran quienes se introducían en medio de preguntas y respuestas. Ahora, eso ha sido sustituido por los cortes de conexión de nuestros ordenadores. Pero ambas situaciones, no obstante, no evitan, para nada, que una buena conversación sea llevada a cabo.
Aida González Rossi (Granadilla de Abona, 1995) estudió Periodismo en la Universidad de la Laguna porque, como a muchos, le gustaba escribir. Pero pronto descubrió que estaba más cerca de la literatura que de ser periodista. En 2017, obtuvo XX Premio Internacional Julio Cortázar de Relato Breve de la ULL, con su cuento Casas, desiertos o bosques y en 2018 publicó su primer poemario, Deseo y la tierra (Cartonera Island), y también participó en la antología Liberoamericanas. 140 poetas contemporáneas (Liberoamérica). Este 2020, que empezó apareciendo en la antología Sin mar por medio (NACE), lo concluye con la publicación de su segundo poemario. Titulado Pueblo yo (Liberoamérica), verá la luz este miércoles 21 de octubre.
«Pueblo yo es un libro que lleva saliéndome un montón de tiempo»
¿Cómo defines Pueblo yo? «Si tengo que definir Pueblo yo en realidad lo defino como una conversación de Messenger. Igual la conversación que siempre necesité tener con una amiga y nunca tuve. En realidad, es un libro que está dividido en dos partes, en «Pueblo» y en «Yo», que narra una especia de viaje interior que consiste en quedarse en el mismo sitio. Soy de un pueblo del sur de Tenerife, Granadilla de Abona, y lo que cuento es ese viaje de estar durante la adolescencia en un sitio que parece infinito, pues no salimos demasiado de él, y después tener que trasladarnos a otro punto de la isla, que no tiene nada que ver con lo que pensábamos que era. Después, la vuelta, volver al pueblo. Los regresos cuando has estado muy metida en un sitio y luego te vas, son complicados, porque al final tienes que establecer una distancia entre lo que es el entorno y lo que eres tú. Quizás, Pueblo yo es un poco eso, intentar desconectarse de lo que es el pueblo en el que creces para poder encontrar lo que tú eres, para poder ser un yo y no solo un yo conectado al pueblo».
¿Y cómo nació? «Pues justo he estado pensando que Pueblo yo realmente fue un libro que lleva saliéndome un montón de tiempo. Pero saliendo como salen las rozaduras: no es un libro que yo eligiera escribir de alguna manera, se fue escribiendo un poco solo hasta cierto punto. Hay otras cuestiones, además, como pueden ser la sexualidad, el cuerpo o la reflexión en torno a lo que significa el nombre».
«En Pueblo yo, reflexiono sobre el cuerpo mismo»
Haces mucho hincapié en la adolescencia, en tu paso por ella. «Pueblo yo es un libro de adolescencia, sobre todo la primera parte. La adolescencia es el momento donde somos conscientes de nosotras mismas por primera vez, cuando recibimos toda esa lluvia de opiniones sobre nuestro cuerpo. También es ese momento en el que tu cuerpo parece que acaba como rompiéndose un poco en trozos: lo que tú ves de él, los que los demás ven de él, lo que las personas que deseas crees que van a ver de él. Es el momento en el que eres consciente de la norma y, en algunos casos, como yo, te sitúa fuera de ella. A la hora de hablar del cuerpo, un momento muy importante es la adolescencia, cuando se produce la ruptura. Hay otros momentos vitales también en los que hay rupturas en ese sentido, pero la adolescencia es la primera».
Otro punto fundamental es el concepto de «lo corporal», que también trataste en Deseo y la tierra. «En Pueblo yo reflexiono sobre el cuerpo mismo. Para mí, el tema del cuerpo es muy importante porque creo que viene a enlazar con un problema, una cuestión que es muy importante en la poesía. Más bien, en la literatura en general que escribimos las mujeres. Es un tema que siempre ha sido denostado y siempre ha habido una división muy grande cuerpo/mente en la tradición literaria. Virginia Woolf dice, en un texto muy cortito que se llama Estar enfermo, algo así como que la literatura intenta alejarse del cuerpo, hacer como que el cuerpo no existe. Creo que las mujeres que escribimos, sobre todo gran parte de las que escribimos ahora, estamos reclamando nuestro propio cuerpo, dentro de la escritura, dentro de lo que se ha considerado siempre como parte del intelecto. Me interesa la reflexión sobre los cuerpos no normativos, porque las personas que estamos dentro de esa periferia dentro de todas las periferias, tenemos la oportunidad y, de cierto modo, la obligación, de reclamar nuestro espacio como cuerpos no normativos y válidos».
«Quería demostrar que los puntos suspensivos no son lo peor»
En Pueblo yo juegas mucho con los signos de puntuación, sobre todo en la primera parte. «Con respecto a los signos de puntuación, mi intención es convertir esto en característica narrativa de los poemas, no usarlos aleatoriamente. El libro, como dije, tiene mucho de Messenger, y la primera parte está escrita con puntos suspensivos. Quería reflejar quizás esa languidez de la adolescencia, de aquello que se escribía virtualmente y que no se quería compartir del todo. Y también, debo confesar que mi amiga Andrea Abreu había leído en un libro que los puntos suspensivos era lo peor [risas]. Entonces quería demostrar que no son lo peor, porque forman parte del lenguaje de mi adolescencia».
«Los espacios en blanco son el miedo a desaparecer»
También utilizas los espacios en blanco como recurso. «Sí, en la segunda parte, para marcar el ritmo. Son espacios que cortan en medio de las frases, es decir, la puntuación de la primera parte respeta el orden sintáctico, pero la segunda no. ¿Por qué? Porque al final la primera parte es algo que está muy claro. La segunda parte, es la vuelta, está difuso, y tienes que encontrarte a ti misma, ‘¿quién eres?’. No sabes muy bien por dónde ir. Sientes que vas desapareciendo y tiene un ritmo bastante entrecortado, como que estás ahogada, cómo voy a resolver esta situación. Es un ritmo dubitativo y fue lo que intenté reflejar con los espacios. Para mí los espacios no es solo ritmo. Al final los puntos suspensivos son ese estar muy segura de lo que dice pero no saber decirlo compartirlo. Los espacios son el miedo a desaparecer».
Nombras a Andrea Abreu, y en cierta medida, la expresión de lo corporal, de la adolescencia, recuerda a su Panza de burro. «Sí, de hecho Andrea escribió el prólogo de Pueblo yo, así que está bastante conectada con el libro. Además, es de mis mejores amigas, y estuvo muy presente en la escritura de este poemario, igual que yo en Panza de burro. Nosotras nos conocimos en la Universidad y en ese momento teníamos una idea clara de lo que queríamos hacer con la escritura y la fuimos nutriendo juntas. En Panza de burro sí que se trata el tema de los cuerpos no normativos, el de los cuerpos gordos. Aunque se trata desde el otro, pues es la narradora, Shit, quien mira a Isora y ve en ella lo que es el cuerpo gordo. En la infancia no te nombras como gorda, o te da un poco igual, y eso se refleja bastante en el libro de Andrea, porque la protagonista ve belleza en el cuerpo de Isora, no a pesar de que es un cuerpo gordo, sino en cierta manera porque lo es. Es una perspectiva interesante porque al final es el testimonio de lo que significa las realidades que nos parecen tan pesadas, lo que significan en la infancia».
«La amistad entre mujeres es un tema que hay que reclamar fuera del estereotipo»
También ambas tratan el tema de la amistad entre mujeres, ¿no? «Nos interesa mucho. Creo que ha sido poco tratado en el pasado y está teniendo un boom. Es una cuestión que siempre ha estado estereotipada y hay que reclamar fuera del estereotipo. Tiene una doble incidencia porque incide en lo que las mujeres consideramos que tiene que ser una amistad entre nosotras, pero también que consideremos eso incide en cómo vamos a ser amigas, la red de cuidados que vamos a tejer, etc».
Dices que entraste a Periodismo porque te gustaba escribir, pero lo que más te llama es la literatura. «Sí, pero es cierto que yo estaba preocupada por todo lo que gira en torno al periodismo social. Después, cuando entré en la carrera descubrí que me gustaba más la cultura y lo que socialmente se puede lograr desde ahí. Tanto Andrea como yo sentíamos eso de estar algo fuera de lo que se esperaba de nosotras en la carrera y eso fue lo que nutrió nuestra amistad. Andrea cuenta en el prólogo que cuando nos conocimos, pasábamos horas diciendo todo lo que odiábamos la universidad. Eso paradójicamente, nos llevó a leer muchísimo y a tener tiempo mental para escribir y experimentar y hacerlo un poco entre nosotras. El otro día estábamos hablando, de hecho, que si hubiésemos estudiado una carrera más afín a lo que queríamos hacer, no habríamos leído tanto ni habríamos tenido ese tiempo, quizás, para elegir lo que queríamos leer».
«Me gusta mucho escribir microficción»
Ganaste el Premio Julio Cortázar de Relato Breve, ¿has pensado en que tus próximas publicaciones sean más narrativas que poéticas? «No te voy a mentir: es algo que siempre he querido. Me encantaría saber narrar bien, tener una voz muy propia. He descuidado un poco la narrativa y por eso siento que tengo que trabajar muchísimo la voz aún. Creo que mi poesía tiene una voz muy marcada y es algo que me gusta de mi escritura. Se lo dije una vez a mi amigo Javi Navarro, que yo lo que intento es buscar la voz con la que pienso para escribir. Quizás lo que estoy escribiendo ahora va un poco más por ahí, pero me queda mucho por entrenar. Algo que sí me gusta mucho es escribir microficción, microrrelatos. Quizás, por el tema de la poesía, soy más de píldoras cortas [risas]. Sí me veo jugando un poco con esas miniaturas. Al final, es algo muy parecido a la poesía en prosa. Mi editora, Inés Martínez, me dijo que no le gusta cuando la gente distingue entre poeta y escritora. Al final eres alguien que escribe, en un género o en otro. No es algo que dependa tanto de tu persona sino de la herramienta que quieras usar en cada momento».
Pueblo yo es tu segunda publicación propia, ¿cómo es lanzar un libro en este periodo pandémico? «En realidad, es la primera vez que publico al uso, porque Deseo y la tierra fue en cartonera, además de que era muy corto. Es más complicado, y más ahora, pero no me da miedo. Quizás, durante los momentos más intensos de todo esto, hubo más incertidumbre, y pensaba que a lo mejor no saldría cuando habíamos fijado, o dudaba de qué movimiento tendría. Ahora estoy muy tranquila, por la editorial con la que estoy y los esfuerzos que está haciendo a pesar de todo».
«Pueblo yo está escrito desde prácticamente todas mis periferias»
Ahora, para terminar, me gustaría preguntarte la que, quizás, es la pregunta más difícil. ¿Qué nos atrapará, como lectores, a Pueblo yo? Sé tu propia comercial [risas]. «Jajaja, es bastante difícil. El poemario es un acercamiento a alguien que escribe desde la periferia, desde lo canario. Yo he intentado no traducir los canarismos. Habrá palabras que no se entiendan fuera de Canarias, pero también experiencias que no se entiendan fuera de mi pueblo. Creo que eso es importante, al final, es importante reflejar la propia identidad sin traducirla, como hizo Andrea Abreu con Panza de burro. Pueblo yo es un libro interesante en cuanto a humor, yo me reiría si lo leyera [risas], no porque se interese por el humor, porque es a veces amargo, pero sí creo que hay cosas bastante adolescentes y bastante tontas, entre comillas. Me gusta mucho el humor y eso se acaba reflejando. También trato la cuestión del feminismo, que intento mantener siempre que escribo. Si yo me topara con el libro y no lo hubiera escrito yo, me interesaría un poco por eso. Yo lo veo un poco así: el libro le picará la curiosidad a las personas que estén interesadas por la cuestión de las periferias geográficas y generales. Está escrito desde prácticamente todas mis periferias: ser mujer, ser lesbiana, ser canaria y ser gorda».
Estudio Ciencias Políticas y Sociología en la UC3M y combino mi pasión por los fenómenos políticos y sociales con la cultura, elementos indisociables de una misma y compleja realidad. Desde pequeño me ha encantado escribir y lo utilizo como manera de evasión y difusión.