Cuando hablamos de Ara Malikian (Beirut, Líbano, 1968), nos referimos a uno de los violinistas más prestigiosos de los últimos tiempos. Sin embargo, no solo está situado en el top de los músicos que componen con este instrumento por su indudable dominio del mismo, sino también por una historia única antes de alcanzar el éxito del que disfruta hoy en día: una historia marcada por la tragedia más absoluta, con el violín como única luz al final de un túnel escabroso, oscuro y prácticamente eterno.

Primeros años

El padre de Malikian era un auténtico fanático de la música y más concretamente del violín, por lo que no tardaría mucho en hacer que se convirtiera en una prioridad para su hijo. Ara, obligado por su padre, practicaba entre siete y ocho horas desde los siete años: sesiones sumamente duras para un niño que lloraba amargamente, que no le acababa de gustar y suplicaba continuamente por tener tiempo para jugar con sus amigos. Gracias a la estricta exigencia de su padre, el pequeño siguió practicando y perfeccionando su técnica (también entre sollozos y lamentos) hasta los 12 años, cuando dio su primer concierto como violinista en su localidad natal: el primer paso de una auténtica carrera musical. La experiencia de tocar para otras personas le marcaría enormemente. Desde ese día, juró que lo daría todo por cumplir su sueño: dedicarse profesionalmente a la música.

Duro contexto bélico en el Líbano

El Líbano, entre los años 70 y 80, era un país sumamente convulso: se sucedía una guerra tras otra, que implicaba bombardeos en un gran número de sus pueblos y ciudades, con sus consecuentes destrucciones, muertos y heridos. Por este motivo, según Malikian, los bombardeos eran percibidos como algo normal y rutinario por los niños de su época. Aprendían a llevarlo con naturalidad, a pesar de las evidentes dificultades: cortes de luz y de agua constantes, interrupciones de suministros de comida, refugios en los sótanos de las casas mientras caían las bombas, etc.

La infancia de Malikian fue muy dura, no solo por el contexto bélico constante definidor de su tierra, sino también por los niveles de exigencia de su padre para con la práctica del violín, algo que le impidió vivir una niñez «normal». Sin embargo, hoy en día lo agradece mucho: no tiene ningún problema en reconocer que, gracias a la insistencia de su padre, lleva una vida plena y feliz, en la que puede dedicarse a lo que más le gusta y le llena.

La huida a Europa

La visión de Ara Malikian sobre el Líbano y sus guerras cambiaría por completo en pocos años. Cuando era un poco mayor, instantes antes de su primer concierto, tanto él como su familia se plantearon la posibilidad de que saliera del país a buscar mejores oportunidades y, sobre todo, un ritmo de vida más calmado en el que pudiese estudiar y practicar tranquilamente para progresar aún más. El hecho de que a Malikian le costara una enormidad llegar a la escuela día tras día debido a los constantes ataques aéreos fue determinante para tomar la decisión, pues a su padre no solo le importaba que dominara el violín, sino también que recibiera una buena educación. Fue algo muy duro de asumir para todos, pero en el fondo sabían que iba a ser lo mejor para él.

Con solo 15 años se mudó a Alemania a estudiar en la escuela de artes Hochschule für Musik und Theater (Hannover) gracias a una beca del gobierno. El director de orquesta Hans-Herbert Jöris quedó maravillado por el talento del joven libanés y decidió apostar por él concediéndole una plaza en su prestigioso centro. Lo que debería haber sido un orgullo fue un profundo sufrimiento para Malikian, quien actualmente afirma (y de forma rotunda) que mudarse a otro país lejos de su familia fue mucho más duro que vivir las guerras en el Líbano. No conocía nada ni a nadie, estaba totalmente perdido en un país totalmente distinto al suyo y no sabía valerse por sí solo. No obstante, tras dos años sumamente complicados, consiguió adaptarse, y a partir de entonces perdió completamente su miedo a viajar y a verse en situaciones completamente nuevas. De hecho, hoy en día reside en Madrid, pero ha afirmado en algunas entrevistas que no siente que tenga una casa fija: para él cualquier lugar del mundo puede convertirse en su casa.

Ciudadano del mundo

En Alemania se empezaría a curtir como uno de los mejores violinistas del mundo y experimentó una increíble mejora que le llevaría a seguir formándose en otra prestigiosa academia, esta vez de Inglaterra: la Guildhall School of Music and Drama. Desde entonces, no pararía de viajar por el mundo: pisó cientos de auditorios de los cinco continentes y ganó pretigiosos premios musicales y reconocimientos más que merecidos, por todo el esfuerzo y las adversidades que tuvo que pasar a lo largo de su temprana juventud.

Ara Malikian
Ara Malikian en uno de sus conciertos. Foto: Wegow

Malikian cuenta hoy en día con la nacionalidad española, ya que se asentó en Madrid, pero también con la libanesa. Además, es de ascendencia armenia, pues sus padres eran inmigrantes. Dada su condición de extranjero por causas de fuerza mayor, ha expresado su opinión acerca de la crisis de los refugiados numerosas veces. Asegura que no entiende la actuación de los gobiernos europeos y que deberían hacer más por subsanar la crisis migratoria del viejo continente. Y es que Malikian, hace no tantos años, estaba en su misma situación y logró valerse por sí mismo con creces: algo que no tiene dudas que harán los miles de inmigrantes que quieren traspasar las fronteras de Europa.

La increíble historia del violín

No, no se trata de un título que le he adjudicado a una suerte de resumen de la historia del violinista libanés, sino del título de uno de sus discos más exitosos. Este álbum tiene un significado muy especial para Malikian, quien pensó en él y en su abuelo en la preparación y composición del mismo. Y es que su abuelo tuvo una historia parecida, pero con algún matiz diferenciador: quiso huir de Turquía durante el genocidio armenio en 1915y para ello tuvo que hacerse pasar por un violinista de una banda: algo que no era, ya que ni sabía tocar el violín. Sin embargo, lo consiguió, por lo que el violín se convirtió en su salvavidas, al igual que en el caso de Ara Malikian.

Este disco es uno de los más introspectivos del artista: un disco que pretende cautivar las emociones de los oyentes, basado en las historias más crudas y duras basadas en las grandes crisis existenciales, pero también en los momentos felices cuando se alcanza la plenitud o simplemente la paz en algún lugar fuera del territorio hostil de origen. Ara Malikian no duda en reconocer que el violín le salvó la vida: que de no ser porque siguió adelante para convertirse en violinista profesional fuera de su país, ahora mismo estaría probablemente muerto. Por ello, el punto de fuerte de sus conciertos son las emociones transmitidas: emociones que varían de la tristeza y el dolor de mirar al pasado o la felicidad y la tranquilidad por haber conseguido llevar una vida estable. Una frase del propio violinista que dice mucho de lo que siente la música es la siguiente: «cuando doy un concierto y veo que el público no ha salido emocionado, no le echo la culpa ni a ellos ni a la música. Me culpo a mí mismo por no haber transmitido lo suficiente».

Ejemplo para muchos

Esta es la historia de Ara Malikian. Uno de los compositores y músicos más prestigiosos del mundo y uno de los mejores violinistas de la historia: logros que alcanzó con mucho esfuerzo y pasión hacia la música, y por supuesto teniendo profundos deseos de abandonar una vida en la que no le cayó nada del cielo, salvo bombas que le atormentaban día tras día. Es un artista que merece la pena conocer a fondo, ya que su historia es fascinante y es un verdadero ejemplo a seguir.

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Estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual de la UC3M. Una de mis mayores pasiones es escribir. Me llaman mucho la atención los deportes, el arte, la cultura, la literatura y la política; también viajar y conocer otros lugares: he visitado más de 20 países y 7 de ellos por mi cuenta, lo que me sirvió para adquirir una mentalidad más abierta.


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