Ha pasado un año desde que finalizara la serie Narcos (Chris Brancato, 2015). Su emisión distribuida por la empresa Netflix permitió que muchas personas conocieran de primera mano una realidad que se vivió en los años ochenta en Colombia. La serie narra el nacimiento y el fin del imperio de la cocaína del Cartel de Medellín en tres temporadas y treinta episodios.
“Don Pablo”
Esta obra consiguió cautivar a millones de espectadores mediante una doble moral entre el sufrimiento de una familia y la crueldad de uno de los mayores narcotraficantes de la historia, Pablo Escobar. Sorprende la caracterización del personaje interpretado por Wagner Moura, actor brasileño que no había hablado español hasta ese momento. Su voz pausada y tajante acompañada de una aparente seguridad en todo lo que llevaba a cabo nos crea una visión de cómo operaban los grandes magnates de la droga en aquella época. Narcos intenta encajar en el realismo más cotidiano a los protagonistas. Muchos de los personajes -incluido Escobar- consumen tabaco, alcohol y otras drogas (cocaína, marihuana, etc.). El vestuario, los decorados y los lugares escogidos para la grabación (barrios, haciendas, etc. en Colombia) sumergen al público en la trama. En suma, la música juega un papel fundamental, desde la canción introductoria -cuyo autor también es brasileño- hasta las rancheras y baladas que aparecen y desaparecen en momentos de tensión o al final de las secuencias. Asimismo, combinar la crueldad en el ámbito profesional y la ternura en la vida privada son factores determinantes en el éxito de la serie. Escobar es capaz de asesinar a un hombre de un disparo y, poco después, jugar al fútbol con su hijo. De este modo, la forma de percibir al protagonista se vuelve confusa y nos hace empatizar con él. ¿Se busca así una justificación a sus crímenes? Es obvio que en ningún caso se haría apología a este tema, pero sí nos abre una puerta a la cordura por las desventuras que atraviesa la familia con dos menores inocentes. Nos encontramos ante una de las más famosas obras culturales que han recreado la vida de Pablo Escobar, pero lo cierto es que no es la mejor fuente de documentación para conocer su historia. De hecho, su hijo ha publicado un libro donde describe esa vida que recuerda cuando era niño y deja claras las diferencias entre las series y lo que de verdad ocurrió.
Murphy, la otra cara de la moneda
Los dos bigotes más famosos de la serie los lucen Escobar y el agente de la DEA, Steve Murphy (Boyd Hoolbrook). En la serie se compagina la situación de ambos y se establece una inevitable conexión que va más allá de perseguidor y perseguido. Murphy hace las veces de narrador omnisciente y habla de sus propios actos, lo que crea un carácter documental a la vez que cercano que ameniza el transcurso de los episodios.
Acompañado de su compañero Javier Peña (Pedro Pascal) el policía hace todo lo posible para capturar al narcotraficante. Su carisma y personalidad quedan reflejadas desde el primer momento de la serie. De esta forma, reúne muchas de las condiciones prototípicas de un agente, pero que en ocasiones se ve superado por sus emociones.
Otro aspecto a tener en cuenta es que se da la clásica distinción entre el héroe y el villano -a pesar de la doble vertiente ya mencionada-. Murphy y su antagonista parecen estar condenados a encontrarse. Sin embargo, en muchas etapas se alejan cada vez más gracias a las vías de escape de “El Patrón”.
Dos culturas
Por un lado, la riqueza de la obra radica en la mezcla del mundo latino y el americano con la presencia de actores y actrices de ambos lugares en el reparto. Con esto aumenta el realismo sin que se pierda el calibre espectacular de las series de acción estadounidenses. Así, se observan los dos hemisferios del mercado de la droga: el millonario y el de aquellos que no ven otra salida para sus vidas.
Por otro lado, se trata de un caos constante, con excesos y falso bienestar que anuncian poco a poco los acontecimientos que se suceden. No obstante, no se excluye la ironía y el humor ni el sentimiento de pertenencia a la nación que llena de esperanza a los protagonistas. Narcos es agridulce.
Por tanto, la doble nacionalidad de la serie es un rasgo para simbolizar la frontera entre las dos sociedades que se rompe por medio del narcotráfico. Así que no podemos atribuir a la serie una intención informativa, sino la pretensión de representar la realidad con fines comerciales.
En conclusión, Narcos es una serie recomendable que no deja a nadie indiferente y que conecta con el espectador, a pesar de contar un momento histórico cuyo desenlace es conocido por todos.
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Soy muy práctico: todo lo que aprendo quiero plasmarlo en la vida cotidiana. Curso el doble grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual, por lo que comunicar es una de mis pasiones. Preocupado por el medio ambiente, apasionado por el arte, extrovertido por la vida… combino todo esto como puedo.