La historia del planeta Arrakis, contada en la novela que Frank Hebert publicó en 1965, despertó el interés de algunos de los más grandes cineastas de nuestro tiempo. Dune arrastra una especie de hándicap: hasta hoy, ningún director había logrado un buen resultado en sus intentos de filmar la historia original.
El primero que intentó llevar Dune a la gran pantalla fue Alejandro Jodorowsky. Y aunque comenzó su ambicioso proyecto acompañado de personajes tan icónicos como Orson Welles o Salvador Dalí, la productora terminó por suspender ese primer intento de rodaje. Así que fue David Lynch quien tomó el relevo, publicando su película en 1984.
Lynch: «El claro ejemplo de cómo no adaptar un libro»
Lo que no sabía es que durante años sería considerada la peor película de toda su filmografía, y el claro ejemplo de «cómo no adaptar un libro». Este 2021 ha sido el canadiense Denis Villenueve el valiente que ha probado suerte estrenando la nueva Dune y, por el momento, las críticas son mucho más favorables que las que obtuvo su antecesor. Las razones del fracaso y el éxito de cada película son diversas, y el objetivo de este artículo es tratar de entenderlas.
Quizá la razón más evidente del fracaso de Lynch fue la ambición por comprimir una novela de 700 páginas en poco más de dos horas de montaje. Es imposible construir un guion coherente y comprensible en el formato que exige una película convencional. Pero lo curioso es que esa ambición no era suya, sino de la productora que le acompañaba. Lynch siempre se ha defendido alegando que su cinta contaba con un metraje inicial de ocho horas, pero le obligaron a reducirla por motivos comerciales. Y él tampoco se sintió con el poder de defender su idea contra viento y marea ante esa falta de libertad y confianza.
«Nunca llegué a insistir lo suficiente en nada para considerarlo algo mío. Realmente no me parecía que pudiera permitirme apropiármelo. Esa fue mi perdición», confesaba una década después. Esa falta de conexión con la película, sumadas a las imposiciones de Raffaella De Laurentiis, dieron lugar a un gran fracaso de crítica y taquilla.
El recorte provocó saltos temporales incomprensibles
Una de las consecuencias más evidentes de ese enorme recorte de información fue una trama a veces absurda y con saltos temporales incomprensibles. Además, es difícil empatizar con los personajes porque sus comportamientos llegan a ser de lo más imprevisibles. Por todo ello, se hizo necesario informar al espectador de forma directa todo lo que tenía que saber para no perderse por el camino. Y el cine debe lograr precisamente lo contrario: contarlo todo mediante imágenes y sonido. Si hay una voz en off explicando continuamente cada detalle para evitar la confusión, algo está fallando.
Por otra parte, la falta de recursos para reflejar todo ese universo que supone Dune dio lugar a unos efectos y puesta en escena algo ridículos, y un diseño de arte y vestuario que envejece peor cada año. Quizá hay películas que solo pueden llevarse a cabo si los medios y avances de la época son capaces de cumplir las expectativas necesarias, y esta no era una de ellas.
Lynch acabó sintiendo tal rechazo por su propia obra que se negó a salir en los créditos como autor del montaje, poniendo en su lugar el nombre de Alan Smithee. Este seudónimo, acuñado por el Sindicato de Directores de Estados Unidos, ha sido empleado por numerosos cineastas al avergonzarse del trabajo que habían realizado.
Denis Villeneuve ha tenido tiempo para aprender
Pues bien, Denis Villeneuve, director de la nueva Dune, ha tenido mucho tiempo para aprender de todos los errores cometidos en la versión del 84. En primer lugar, acertó desde que anunció que su adaptación contaría con dos partes. La primera de ellas, estrenada hace apenas una semana, demuestra que la decisión ha sido la correcta. El guion logra un ritmo adecuado, no existe una trama atropellada y, en consecuencia, no hay necesidad de sobreexplicar los hechos a cada minuto.
Los personajes de Villeneuve son reales y creíbles dentro de ese universo de ciencia ficción que les rodea, y logra crear esa empatía que faltaba en la versión de Lynch. La banda sonora, compuesta por Hans Zimmer, acompaña las escenas más dramáticas de una forma impecable y precisa. Una percusión épica que sumerge a los fans de Dune en lo más profundo del planeta Arrakis.
En definitiva, el director canadiense ha logrado crear un espectáculo coherente por fin, acabando quizá con el hándicap que arrastraba Dune desde el intento fallido de Jodorowsky. Y es que el Villeneuve poseía un largo recorrido en el cine de ciencia ficción, tras dirigir películas tan icónicas como Blade Runner 2049 o La Llegada. Es innegable que se mueve como pez en el agua en este género. Todo lo contrario a David Lynch, quien ha confesado en varias ocasiones que ⸻y solo hace falta revisar su filmografía para darse cuenta⸺ no se siente cómodo construyendo ese tipo de universos.
Villeneuve está orgulloso del resultado obtenido con este Dune
La productora que acabó con las 8 horas de montaje del director quería un taquillazo de las dimensiones de Star Wars, y Lynch nunca ha buscado eso en su cine. “Empecé a venderme en Dune” dijo en una entrevista. Hoy en día sigue arrepintiéndose y renegando de algo que nunca sintió suyo. Villeneuve, en cambio, se siente orgulloso del resultado obtenido y afirma haber cumplido el sueño que comenzó cuando leyó la novela en su juventud. «Hay un placer enorme cuando las imágenes que has conseguido se acercan a las que tenías en mente cuando eras un adolescente. Es orgásmico».
Quizá lo que une a ambos directores es que, para bien o para mal, ambos han dejado una huella en la historia del cine a través de sus diferentes y personales obras. Ambos han sido objeto de todo tipo de críticas y comentarios. Y ambos se arriesgaron con un complicado reto que muchos otros rechazaron. Al fin y al cabo, y aunque a Lynch le gustaría que el planeta entero borrase de su memoria su película, será imposible olvidar ambas Dunes.
