Hace unos meses tuve la ocasión de asistir a la exposición temporal que albergaba el Palacio Real de Madrid: «La otra corte. Mujeres de la Casa de Austria en los Monasterios Reales de las Descalzas y la Encarnación». Una exposición que, más bien, es un recorrido biográfico de diferentes mujeres de la Casa de Austria; de aquellas princesas, infantas y emperatrices que pasaron toda su vida o, los últimos años de ella, recluidas en un monasterio.
Ingresar en convento: una alternativa al matrimonio
Muchas de estas mujeres decidieron entregar su vida a Dios. Ingresar como monja de clausura era la única alternativa frente al matrimonio. Desde finales del siglo XVI y principios del XVII, se produce una gran fiebre fundacional en Europa y un notable desarrollo de los conventos. En esta elección, además de la motivación, intervenían diversas cuestiones: el criterio económico; la cuestión de la oferta y la demanda por el mercado matrimonial y las dotes; el convento como refugio frente a la actitud masculina de verdadero acoso hacia las mujeres; o una salida para la mujer que se negaba a casarse.
En el caso de las mujeres de la Casa Real, la mayoría de ellas ingresan después de quedarse viudas y ser demasiado mayores para volver a contraer matrimonio. La vida en el convento era una opción bastante llevadera para sus últimos años, lejos del sometimiento de un nuevo marido. Otras de ellas, eran tan solo jóvenes infantas que decidieron ingresar en el convento bajo el cobijo y amparo de sus madres, tías u otros familiares directos, siendo este ingreso voluntario una alternativa a un matrimonio no deseado. También era habitual que fueran las hijas de reyes y emperadores fruto de relaciones extramatrimoniales las que tomaran los hábitos.
Las colecciones de arte en los Reales Monasterios
Los matrimonios dentro de la Casa Real eran enlaces en los que primaban los intereses políticos y económicos. En muchas ocasiones, los novios se conocían el día de la boda y las infantas estaban comprometidas nada más nacer. Los matrimonios de la Casa Real eran endogámicos. Por esta razón, se llevaban a cabo entre miembros de la misma familia, en los que era frecuente una notable diferencia de edad entre los contrayentes. El papel de la mujer de la Casa Real se reducía a dar a luz a un varón legítimo, que sería el futuro heredero al trono.
Los monasterio de las Descalzas Reales y de la Encarnación funcionaban como cortes paralelas a las del Rey. Eran considerados una red internacional, cuya influencia llegaba a Lisboa, Bruselas, Praga, Viena y Florencia. La exposición pone en valor obras de arte que en ocasiones pueden pasar desapercibidas en sus lugares de origen.
Las colecciones incluyen 110 obras de arte conservadas en los Reales Monasterios, que alternan obras conocidas con otras que no son accesibles para el público. Sacar estas obras de ambos monasterios no ha sido tarea fácil por dos razones: siguen siendo monasterios de clausura en la actualidad (en las Descalzas viven monjas clarisas y en la Encarnación, monjas agustinas) y las obras expuestas tienen un innegable valor histórico y artístico.
Los relicarios: símbolo de la unión del poder dinástico y religioso
El foco del recorrido se pone en los personajes femeninos que estructuran la muestra: la infanta Juana de Portugal; su hermana, la emperatriz María de Austria; la hija de esta, sor Margarita de la Cruz; la infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II; sor Ana Dorotea, hija del emperador Rodolfo II; y sor Ana Margarita de Austria, hija de Felipe IV. Estas mujeres plantearon un espacio de poder femenino y desarrollaron un «microsistema político» que permite hablar de «otra Corte».
Recorriendo las once salas que componen la muestra, el espectador comprende el concepto Pietas Austriaca, la devoción cristiana de la Casa de Austria que se apoyaba fundamentalmente en la defensa incuestionables de los misterios católicos. El símbolo de la combinación de poder dinástico y religioso se ejemplifica en los relicarios que presiden las estancias, en los tapices y altares mayores que adornaban las ceremonias, y en la colección escultórica española del siglo XVII, de artistas de la talla de Pedro de Mena y Gregorio Fernández.
Juana de Austria y Margarita de Austria: fundadoras de los Monasterios Reales
Las dos fundadoras de los Monasterios Reales son los pilares en los que sustenta la muestra: Juana de Austria, quien levantó el Monasterio de las Descalzas Reales; y Margarita de Austria, esposa de Felipe III, fundadora de la Encarnación, convento que estaba unido al Alcázar Real por un pasadizo. Juana de Austria era hija de Carlos V e Isabel de Portugal. Fue princesa de Portugal a raíz de su matrimonio con el príncipe don Juan Manuel, que murió mientras ella estaba embarazada. No volvió a contraer matrimonio ni regresó a Portugal para ver a su hijo Sebastián, del que se conservan en las Descalzas numerosos retratos.
Juana fundó en 1557 el convento de las Descalzas Reales sobre la residencia de Alonso Gutiérrez (tesorero de Carlos V), lugar donde ella nació. La princesa de Portugal siempre consideró las Descalzas Reales como un palacio a la vez que un convento, llevando hasta sus últimos días un estilo de vida que combinaba lo cortesano y lo religioso. La colección de retratos cortesanos de las Descalzas era la principal que existía en Madrid tras la de Felipe II. Contenía retratos de aparato de Antonio Moro y Sánchez Coello, entre otros. Esta segunda corte funcionaba en paralelo a la corte del rey ubicada en el Real Alcázar.
De Viena a Madrid: María de Austria y sor Margarita de la Cruz
La colección de retratos de la emperatriz María de Austria, hermana de Juana de Austria e hija de Carlos V, representa el eje Madrid-Viena. María entró en las Descalzas Reales en 1583, procedente de Viena y Praga, tras haber enviudado del emperador Maximiliano II. Dentro del monasterio, llevo una vida de carácter más monacal que su hermana Juana. En el retrato de sus últimos años de vida, un rosario en su mano izquierda simboliza el carácter religioso de su vida en el monasterio, y la corona imperial, su sentido político. Ambos símbolos llaman la atención acerca de la dualidad palacio/convento, tan usual en la época.
Sin duda, es su hija sor Margarita de la Cruz quien refleja a la perfección la doble condición religiosa-política de los monasterios. Viajó con su madre a España y tras un intento fallido de casarse con su tío Felipe II, Margarita ingresó en el Monasterio de las Descalzas. Allí vivió como monja clarisa hasta su muerte. A esta figura se la retrata de pie o de rodillas, pero siempre con el hábito franciscano, muestra de la piedad religiosa del Madrid de los últimos años de Felipe III e inicio del reinado de Felipe IV. Sor Margarita de Austria cultivó altas relaciones internacionales con el Imperio y con ciudades italianas como Módena, cuyas intenciones eran meramente políticas, familiares y dinásticas.
El solemne ritual fúnebre
Los dos monasterios madrileños reflejan cómo la corte española defendió la opción artístico-religioso. La imagen sagrada fue un medio de estímulo religioso frente a la piedad y a la devoción. En ellos se exponían y veneraban no sólo reliquias, sino también imágenes religiosas de todo tipo a las que se otorgaba tal categoría. De sor Margarita de la Cruz se conserva un relicario de bronce dorado, que alberga en su interior el dedo de la religiosa.

La última sala de la exposición recrea el ritual de la muerte en los monasterios, una ceremonia caracterizada por la solemnidad. Se muestra el túmulo de doña Juana de Austria con paño, almohadón y corona funeraria, pero también la tipología monástica del retrato funerario, que representa a las difundas ataviadas con hábito religioso.
Espacios creados por y para mujeres
En la Edad Moderna, las opciones de vida para la mujer eran limitadas. La mujer, en este caso la perteneciente a la Casa Real, podía contraer matrimonio o ingresar en un convento; es decir, o se entregaba a un hombre o se entregaba a Dios. De esta manera, la vida en el monasterio se planteaba como una alternativa al matrimonio. La religión era uno de los principales pilares en los que se sustentaba la monarquía y el poder real.
Estos conventos, espacios creados por y para mujeres, llegaron a constituir espacios femeninos de poder que se transformaron en auténticos centros políticos. Entre las rejas de los monasterios de las Descalzas y la Encarnación se encontraron algunas de las mujeres más importantes de la Europa de los siglos XVI y XVII. Estos conventos eran realmente percibidos como «otra Corte», pues la mayor parte de los relicarios que se exponen eran regalos de embajadores, nobles o incluso monarcas europeos que formaban parte de operaciones diplomáticas cruciales para el funcionamiento de la Monarquía Hispánica.
La labor de las mujeres de la Casa de Austria
Las obras de arte expuestas se mueven entre el Renacimiento y el Barroco y constituyen un fiel análisis de la vida artística, religiosa y política de estos dos espacios tan cortesanos y palaciegos como religiosos. Las colecciones de Juana de Portugal y la emperatriz María de Austria son de una riqueza artística incalculable. A esto hay que añadir que dichas colecciones artísticas no serían fácilmente accesibles de no estar expuestas en esta sala temporal del Palacio Real, por la condición de clausura actual de los monasterios.
Aunque la historia las haya borrado solamente por el mero hecho de ser mujeres, muchas de ellas desarrollaron una intensa labor artística y fueron un eslabón clave de la red política internacional de la monarquía.