Obtener el Premio Hiperión de poesía es siempre una alegría enorme para quien lo recibe. Rocío Acebal Doval (Oviedo, 1997) lo ganó este año con su poemario Hijos de la Bonanza (Hiperión, 2020), en medio del inicio de la pandemia. No sin la «rareza» que, desde luego, caracteriza este 2020. «Fue anticlimático. Me olvidé de poner mis datos de contacto cuando lo envié y el editor tuvo que buscarme en Internet y luego me mandó un email para pedirme que lo llamase, que había sido galardonada [risas]».

Por la red también se fijó esta entrevista y por la red se llevó a cabo. Las tradicionales cafeterías, centros neurálgicos de numerosas conversaciones, han pasado ahora a las videollamadas, donde las cámaras actúan como intermediarias y ya no hay oportunidad para ese trozo de tarta de zanahoria.

Hijos de la bonanza no es el primer poemario de la joven asturiana. Se estrenó en 2016 con Memorias del mar (Valparaíso Ediciones), pero en este, galardonado con el Hiperión, muestra su progresión como poeta. «He sido mucho más libre escribiendo, he tocado más temas y, sobre todo, lo que escribía ha ido creciendo conmigo misma». Todo lo que contiene el poemario es una ficción pero no una mentira. «Los poetas escriben ficciones, más o menos biográficas, o sin serlo, pero ficciones». Para Acebal, «la poesía es un género que soporta muy mal que mientas, por eso toda ficción tiene que tener, para mí, un anclaje en la realidad, por lo que, al final, es una realidad ficcionada».

Un ágora como impulso a la poesía

Los orígenes de Rocío Acebal con la poesía, se remontan a la adolescencia. «Con unos 15 años, con el boom de lo viral en las redes sociales, empecé a interesarme más, me picó la curiosidad». Pero una vez estuvo dentro, empezó un camino sin retorno. «Devoré todos los libros más vendidos del momento y empecé a escribir los primeros versos propios». Pero lo que supuso el verdadero momento sin marcha atrás, fue cuando su amigo (y también poeta) Lorenzo Roal la invitó a participar en la revista Maremagnum. Y ese fue su ágora, conoció a otro compañero poeta, Mario Vega y, entre los tres, compartieron versos, cambiaron de gustos, se intercambiaron lecturas y, sobre todo, fueron dando sus primeros pasos. «Sin ese grupito de poesía, el paso de la poesía por mi vida hubiese sido temporal. Y ahora tengo más libros de los que puedo leer [risas]».

Sus inspiraciones y referentes son variados, de unas épocas y otras y en diferentes lenguas. «Siempre me gusta reivindicar a Víctor Botas, poeta asturiano, cada vez que lo leo parece que nunca se acaba». De Asturias también se queda con Ángel González, «que además, creo que es una referencia para muchos de mi generación». Del norte de España al extranjero, directa a Emily Dickinson, a la que le gusta leer en su versión original. «Su puntuación y sus mayúsculas me encantan, pero además cada palabra de sus poemas tiene tres caminos distintos que se abren». De Ángela Figueras, incluso, ha desgastado sus obras. Pero no puede evitar mencionar dos nombres más, dos Luises: Luis García Montero y Luis Alberto de Cuenca.

Hay poesía en lo político

Acebal acaba de finalizar sus estudios en Derecho y Ciencias Políticas, y a pesar de que todavía no ha accedido al mundo laboral, en Hijos de la bonanza se palpa la preocupación de todo joven: la precariedad del trabajo. «Para el libro, creé un personaje que quiere representar a una parte de una generación que se está encontrando con que ser universitario (que serlo, no obstante, es un privilegio) y con aprender idiomas, no vale». Pero la joven asturiana va más allá. «Muchos jóvenes se están encontrando con que salen de su formación, con todo lo que se les pide y llegan al mundo laboral y solo hay contratos precarios, encadenan contratos temporales a los 30, no pueden tener hijos porque no saben cuándo van a perder el trabajo, o por loso precios de los alquileres de las ciudades…».

'Hijos de la bonanza', poemario de Rocío Acebal Doval galardonado con el XXXV Premio Hiperión.
La joven asturiana es la trigésimo quinta premiada por la editorial Hiperión. Foto: Poesía Hiperión

«Hijos de la bonanza es un libro muy político, aunque para mí eso es un poco difícil, porque está el riesgo de que lo que escribas se quede en una consigna, que aunque no tengo nada en contra de ellas como tales, creo que no hacen un buen poema, simplifican mucho la realidad y la poesía requiere de un zoom y de cierta complejidad». Lo que transmite Rocío Acebal es la sensación de impotencia que sentimos muchos jóvenes, esa misma que le provoca no poder evitar escribir sobre ella en su poemario o desarrollarse en esta reflexión. «Además, vivimos en un sistema productivo insostenible. No podemos tener este ritmo de vida indefinidamente, con el cambio climático, que ya es una realidad». Y Acebal remata: «No me gusta pertenecer a una generación que no puede mirar más allá del mes que viene porque el panorama es desolador. Tenemos una niebla absoluta».

La precariedad juvenil también es protagonista en Hijos de la bonanza

En otros momentos, diríamos que para intentar, metafóricamente, disipar la niebla, las luces del bar se encenderían. Pero en esta ocasión, fuimos nosotros mismos quienes tuvimos que apretar los interruptores de nuestras lámparas para no perder el calor de la conversación. Porque hablar con Rocío Acebal es compartir un relato, salvando las distancias, de nuestras propias vidas y las de muchos jóvenes. También de aquellos, como nosotros, que tuvimos que salir de nuestras comunidades autónomas para estudiar en la universidad.

«Venir a Madrid fue ilusionante, pero cuando terminé la carrera, y me paré a pensar de qué iba a hacer en el mañana, me di cuenta de que no podía volver a trabajar a Asturias. Fue una idea que me costó entender». Y no porque después de estar en La Gran Ciudad no quisiese volver a su tierra, pero cree que es una oportunidad que no tiene. O, al menos, no igual a la que puede tener en Madrid o Barcelona, tanto los asturianos como muchos de otras comunidades autónomas. «Lo triste ha sido al terminar la carrera, una vez hecha la experiencia. Dices “quiero trabajar, quiero tener un proyecto de vida en mis raíces” y no».

Con clara impotencia, Acebal finaliza: «Tu realidad es en otra ciudad y te das cuenta de que te va a costar un mundo volver al lugar donde viniste, si es que puedes hacerlo». Pero no es solo triste para los que estamos fuera, sino también para el propio territorio. «Una comunidad autónoma no se sostiene con una buena parte de sus jóvenes yéndose a trabajar fuera, ya sea en el extranjero o en el resto de España».

«Si tenemos una crítica dominada por los hombres, no es infrecuente que tengamos unos recomendados dominados por los hombres»

Otro tema central en Hijos de la bonanza es el feminismo, también transversal políticamente entre la mayoría de los jóvenes. Para Rocío Acebal lo es, y habla de la posición secundaria de las mujeres en la poesía. «Ahora se está rescatando a muchas, de generaciones anteriores como las Sinsombrero, que quedaron a un lado, en su época, por mala fe, porque antes de ser poetas eran mujeres». A pesar de que se ha avanzado, Acebal todavía señala algunos puntos importantes. «Si tenemos una crítica dominada por los hombres, no es infrecuente que tengamos unos recomendados dominados por los hombres». Así, se crea un bucle inconscientemente, en los que hombre recomienda a hombre y esos son los que salen en festivales y recitales. «Por suerte, ahora también se están rompiendo, por esfuerzos conscientes y porque es difícil ignorar a poetas como Raquel Lanseros o Aurora Luque».

Y llama a hacer esa búsqueda consciente. «Mientras haya un patrón social que es en cierto grado machista, siempre vas a tener que pensar conscientemente en mujeres, si no no sale». Y saca a colación un pata importante de la configuración de cada género. «Con este sistema, la socialización de las mujeres las hace más calladas, menos proclives a llamar la atención o dejarse ver, vamos a tener a hombres que hablan mucho más alto que sus compañeras».

«Yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema». Gil de Biedma

La noche se asoma por nuestras ventanas y llega el momento de que la poesía ponga el punto y final. Rocío Acebal, ganadora del XXXV Premio Hiperión de Poesía Joven, tiene claro que lo que le ha aportado encorsertar versos. «A mí lo que me gusta es escribir, y creo que la poesía ha educado mi mirada, para ver cosas o momentos que crees que sería bueno compartir».


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