Roma es la ciudad que alberga la mayor concentración de bienes culturales y arquitectónicos del mundo. Pasear por sus calles es hacer un viaje a través del tiempo. La ciudad eterna no solo ha sido cómplice de la teatralidad del Barroco, sino que ha dado cobijo al pintor italiano por excelencia de este movimiento: Michelangelo Merisi, más conocido como Caravaggio.

Con una vida personal tan corta como polémica —murió a los 38 años en la costa italiana acusado de asesinato—, es el máximo exponente del tenebrismo y del realismo. Al lado de Guissepe Cesari y del cardenal del Monte se formó el genio, pero también la persona que se vio sumida en la miseria y la enfermedad.

El artista vivió en muchos lugares, pero Roma es la ciudad que alberga el mayor número de obras. De los 50 cuadros catalogados, unos 26 se encuentran repartidos en museos, iglesias y colecciones privadas romanas.

Caravaggio: un pintor de frutas y de adolescentes andróginos

Al noreste de la ciudad de Roma, en Villa Borghese —donde Caravaggio solía pasar las tardes—, encontramos una de las pinotecas más importantes, la Galería Borghese que alberga obras de la primera etapa de Caravaggio.

Caravaggio se autorretrató como el dios del vino, con las hojas de parra en la cabeza, en su obra Baco enfermo, que pintó tras salir del hospital. Las uvas marchitas son un elemento de naturaleza muerta, técnica que aprendió al lado de Cesari. La expresión realista de su rostro demacrado y amarillento ya anticipaban el realismo que caracterizaría su obra.

El rasgo diferenciador de Caravaggio respecto a otros pintores de la época es que no buscaba el idealismo en sus modelos. Dejando de lado el decoro, Caravaggio retrataba a sus personajes inspirándose en personas mundanas. El modelo de Muchacho con cesto de frutas es un adolescente andrógino de mirada provocadora de los arrabales de Roma.

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Muchacho con cesto de frutas. Foto: Arte compacto

El encargo con el que alcanzó la fama

En el centro de Roma, a solo unos metros de Piazza Navona, en la Iglesia de San Luis de los Franceses se encuentran las obras que impulsaron a Caravaggio a formar parte de los círculos artísticos de la época. Bajo la tutela del cardenal Francesco Maria del Monte, el pintor abandonó su temática profana y se dedicó a la pintura religiosa. Una serie de tres lienzos sobre la vida de San Mateo decoran la Capilla Contarelli, considerados los cuadros más barrocos y caravaggistas realizados hasta el momento.

El dramatismo en San Pedro y San Pablo

Atravesar el pórtico de la Iglesia de Santa María del Popolo es meterse de lleno en la segunda etapa pictórica del artista. La fuerza expresiva y el realismo dominan las escenas de La Crucifixión de San Pedro y La Conversión de San Pedro. Encargadas por el cardenal Carasi, estas dos obras maestras están impregnadas de un dramatismo conmovedor.

Las diagonales marcadas y el aumento de la perspectiva y del tenebrismo caracterizan ambos lienzos. Los focos de luces se sustituyen por los tonos naranjas y los blancos. La conversión de San Pablo fue duramente criticada por dar más protagonismo al caballo — y a su magnífica anatomía— que al santo. Además, las figuras religiosas no están divinizadas, siguen siendo los ancianos de los arrabales los que actúan como modelos.

La única obra que consiguió consenso

Cruzando el puente de Sant’Angelo y el Tíber, llegamos a Cuidad del Vaticano. Aunque inicialmente fue un encargo para la Iglesia de Santa María de Vallicela, los Museos Vaticanos no podían prescindir de un Caravaggio. Solo acogen una obra, pero es la más monumental de todas. La deposición de Cristo fue toda una revolución en la manera de representar este momento religioso. Caravaggio no abandonó el realismo psicológico y la tensión dramática se manifiesta en el alzamiento de los brazos y los ojos mirando al cielo de María Magdalena. A pesar de no seguir los cánones impuestos por la Iglesia, fue una de las pocas obras del pintor que consiguió la admiración unánime de sus contemporáneos.

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Cristo es colocado sobre la piedra con la que se cerrará el sepulcro. Foto: Museos Vaticanos

El punto álgido del tenebrismo de Caravaggio

Regresando al lugar de inicio, a la Galería Borghese, vislumbramos la que es considerada una de las mejores obras de la historia del arte: David con la cabeza de Goliat. Realizada meses antes de morir, es el culmen del tenebrismo y del realismo. Caravaggio se autorretrata en la cabeza de Goliat con un rostro deforme con la intención de conseguir el perdón del Papa y poder volver a Roma, ciudad que había tenido que abandonar acusado de asesinato. En la espada se lee una inscripción que identifica a David con la humildad y a Goliat con la soberbia. Sin embargo, no pudo cumplir su deseo y murió un año después en una playa enfermo de malaria.

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Con una mano, David sostiene una espada, y con la otra, la cabeza de Goliat. Foto: Artehistoria

La obra de Caravaggio supuso una verdadera revolución pictórica y no dejó a nadie indiferente. El dramatismo, el realismo exacerbado, la expresividad de sus personajes, el tenebrismo y el contraste de colores provocaron al mismo tiempo admiración y rechazo entre sus contemporáneos. Los juicios más duros vinieron de la Iglesia que criticaba el poco decoro que desprendían sus cuadros, —utilizaba como modelos a prostitutas para encarnar a la Virgen y a vagabundos como apóstoles—.

Caravaggio absorbe al espectador, al igual que él quedó absorbido por la capital italiana. Las obras maestras del artista están repartidas por toda la ciudad Roma y siempre es un lujo conocerlas de primera mano. Quizás esto sea una buena razón para ir (o volver) a la ciudad de las siete colinas.

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Creo que no es casualidad que haya nacido y crecido en una ciudad que se llama igual que uno de los grandes poetas de la historia: Lorca. Lorqui(a)na de corazón y estudiando Periodismo y Humanidades en Madrid, siempre me ha interesado todo lo relacionado con el mundo de las letras, en especial, el arte y la literatura.


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