Tuve la suerte de casi heredar mi pasión por la fotografía. Yo no tuve padres artistas como Francesca Woodman, pero crecí en una casa con las paredes llenas de dibujos y fotos, con estanterías llenas de libros, música y cine. Me gustaba escuchar las historias que leía mi abuelo, que me enseñase álbumes de cuando mis tías eran pequeñas y de la ciudad «sin tantos coches y tantos edificios» aunque me repitiese cada diez minutos que las fotos se cogen por las esquinas y que los negativos se guardan bien en el bolsillo pequeño.  

Lo que tuvimos en común Francesca y yo fue descubrir nuestra pasión a una edad muy temprana. Recuerdo el día que mi abuelo me regaló mi primera cámara analógica. Estaba en el salón leyendo cuando llegué a casa de mi abuela, pasado un rato se levantó, y nos dirigimos a su habitación. Bajó una caja de la parte de arriba de su armario, yo lo miraba sin entender nada de lo que estaba pasando cuando de repente sacó un estuche viejo con forma de cámara, era una Praktica TL 1000. Volvimos al salón y ya sentados en el sofá comenzó a explicarme lo que era un obturador, en qué número colocar el diafragma y me habló de la sensibilidad de la película. De todo eso me quedé con que si era un día soleado tenía que mover la rueda del objetivo al 16 y la ruedita pequeña ponerla en el 250.

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Fotos: Raquel Suárez y Plataforma de Arte Contemporáneo

El proceso analógico 

Ocurre algo casi mágico en la sucesión de acciones que se llevan a cabo para que una experiencia sea tangible, porque al final una fotografía no es más que eso, transformar experiencias en un objeto. La película fotográfica, carrete, es una emulsión de haluro de plata y existen diferentes tipos de sensibilidades que luego sometemos a reacciones químicas en las que finalmente obtienes una fotografía. Es un proceso largo desde que cargas la película hasta que aparecen los negativos en miniatura. En el caso de la fotografía en blanco y negro, necesitamos un tanque de revelado y tres líquidos: revelador, baño de paro y fijador. Ese mismo proceso que utilizo yo es el que utiliza Cristina García Rodero, ya consagrada en la fotografía documental.

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Rituales de Haití. Foto: Cristina García Rodero
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Negativos. Foto: Raquel Suárez

Coleccionar fotografías es coleccionar el mundo 

Comparto mi amor por las fotografías de costas con Carma Casulá. Colecciono fotografías de mi isla, poder tener un trocito de mar cuando el ritmo de la ciudad me ahoga es el único salvavidas que me queda. He perdido la cuenta de las horas de vuelos que he acumulado a lo largo de los años y ahora las fotografías tomadas desde la ventanilla del avión son mis favoritas. Hoy en día no recuerdo una sola vez que me haya ido de viaje y no llevase mi cámara de fotos, o tampoco me imagino haciendo la maleta para volver a casa y no guardar un carrete y la cámara «por si acaso» aunque solo vuelva por tres días. Lo que fotografías no volverá a ser capturado por nadie de la misma manera, ni siquiera por ti misma.

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Proyecto ‘Al natural’. Foto: Carma Casulá
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Perteneciente a la serie ‘Vuelos’. Foto: Raquel Suárez
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Empeñada en vivir en otra época, colecciono cartas, libros de poesía, máquinas de escribir y CDs de los Beatles. Crear es vivir dos veces.


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