La vida no tiene sentido. Esta es la implacable verdad a la que se enfrentan los personajes de Bojack Horseman, la serie animada para adultos original de Netflix que ha terminado este 31 de enero, con el aclamo de la crítica y los fans.

Para quien lleve incomunicado desde 2014: Bojack Horseman es un show centrado en el desarrollo de su protagonista, un caballo antropomofico y una estrella olvidada de Hollywood (Hollywoo o Hollywoob) que trata de afrontar una crisis existencial, paliada usualmente con alcohol, drogas, promiscuidad y una escasa inteligencia emocional. Por cierto, el protagonista es Bojack, Horseman, obviamente.

Una serie real como la vida misma

El show comienza con un detonante de lo más banal y explotado por la narrativa: actor ególatra y retirado desea escribir sus memorias para ser recordado con admiración por la historia, y la encargada de esto es una escritora independiente y bohemia. Pero este contemporáneo Sunset Boulevard aborda conflictos mucho mayores que el olvido de las estrellas del antaño.

A pesar de tener unos primeros episodios centrados en esta trama, paulatinamente la serie te transporta a un espacio totalmente distinto al esperado. Gracias a unos secundarios de libro y a unos diálogos cada vez más naturales y reveladores de lo que en principio parece una simple subtrama (que posteriormente se enunciará como el elefante de la sala), se toma un tono profundo, decadente, existencialista y con un mayor abanico de personajes, sin perder Horseman el protagonismo en ningún momento.

A medida que los episodios, e incluso las temporadas avanzan, las tramas son muchas veces una simple herramienta para hacer avanzar la verdadera historia de esta obra: el desarrollo de sus personajes principales. Pero este recurso consigue resultar natural debido a la aleatoriedad presente durante toda la obra, llegando al punto de que el espectador no es consciente de que dos de los personajes principales se sinceran por primera vez en mitad de un concurso que resulta ser la forma de retornar al arte para la pseudofigura de J. D. Salinger en la diégesis BojackHorsiana.

Si lo único que envolviera al caballo fuera este aura aleatoria y espontánea, se podría criticar a la pieza por poco natural, infantil, o irrealista, siendo justo lo contrario.

Como anteriormente se ha expuesto, el plato fuerte de la obra son sus personajes y su desarrollo, es aquí donde se muestra una serie mucho más real y adulta que otros intentos que caen en el efectismo o la rimbombancia del artista.

Bojack está vivo, y a pesar de ser mitad caballo, es mucho más humano que personajes de otras series. Este brillo presente en los ojos de cualquiera de los personajes principales se debe a todo lo que cargan en sus espaldas. Todas sufren sobre sus hombros el peso de desgracias pasadas con gran profundidad: ausencia de figuras paternas (o la presencia de horribles), discriminación, un mundo que no comprende, todos estos hechos legan una infinidad de traumas: desconfianza hacia el exterior, egoísmo superlativo, caridad superlativa, gestión emocional torpe, etc.

Además de la complejidad de estos conflictos, se suma una coherencia argumental exquisita que está presente en cada acción de los personajes. Pero la mayor herramienta de esta humanidad es la negación a la narrativa lineal clásica de presentación, conflicto y solución.

Los personajes se enfrentan una y otra vez a distintos obstáculos, que superan, evaden o esperan hasta su ida. Pero esto no da lugar a un final feliz, ni un final triste, simplemente no da lugar a un final. Ya fue nombrado con anterioridad: en esta serie las tramas son muchas veces una herramienta, hay una trama mucho mayor e importante, que es la evolución de los personajes frente a un problema sin solución: la vida no tiene sentido.

Un caballo sin razones para correr

Nihilismo, del latín nihil, que significa literalmente nada.

Hay un último peso de profundidad en el torso de los personajes, uno filosófico. La serie está repleta de filosofía nihilista: conflictos, personajes, referencias y homenajes.

El nihilismo nace con los cínicos en la Antigua Grecia, su miembro más conocido posiblemente sea la figura de Diógenes de Sinope. Estos pensadores fueron de los primeros antisistemas, su filosofía se basaba en negar cualquier valor ético o metafísico, aunque en Bojack Horseman se emplea una visión muchos siglos posterior a la planteada en la Antigua Grecia, más cercana a las óperas de Wagner, concretamente a la filosofía nietzscheana.

Bojack retrata dos conceptos que el autor de Röcken creó, el primero es el nihilismo negativo, practicado por aquellos que, tras descubrir la ausencia de significado en el vivir, dotaban a su existencia de decadencia y ausencia de cualquier tipo de interés. El segundo es la moral del esclavo, una actitud victimista en la que aquel que sufre se recrea en este dolor y siente un extraño gusto por él. A su vez, emplea este dolor como excusa para evitar cambiar su actitud y no tener que evolucionar.

Bojack Horseman toma muchas referencias del creador de Zaratustra, pero hay un autor aún más empleado por la serie, que a su vez estuvo en gran medida influenciado por Nietzsche a la hora de crear el libro que es la base de la narrativa de la pieza audiovisual.

Bojack Horseman, el Sísifo contemporáneo

«No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía». Con esta fuerza comienza el libro más famoso de Albert Camus, El mito de Sísifo.

El pensador franco-argelino alega que la vida carece de una razón de ser, mientras que los humanos somos por naturaleza racionales y tendemos a buscar un significado a esta. De este conflicto nace lo que Camus denomina El absurdo.

Horseman busca una razón a su sufrimiento, tanto al recibido, como al generado. Busca qué le ha llevado a ser tan cruel, por qué no es castigado, por qué no puede mejorar, qué debe hacer. Pero todas estas acciones las busca con un único fin: ser feliz.

Todos los personajes sufren el mismo conflicto y tienen la misma meta: la vida no tiene sentido y quieren ser felices. Para superar este problema emplean los métodos que enumeró Camus para enfrentarse al absurdo: negar la falta de razón en el vivir y distraerse con falsas creencias que permitan una pseudofelicidad, el suicidio o enfrentarse al absurdo y buscar la manera de vivir feliz en la el sin sentido.

Para describir la situación del humano Camus la compara con el mito de Sísifo, el hombre que debe subir una roca hasta el final de una colina cada día de su vida. Sísifo no tiene un final feliz, ni uno triste, simplemente no tiene un final. Lo mismo pasa con los problemas, traumas y la propia vida del humano.

Bojack carga cada día con una roca más pesada, de la que no podrá librarse nunca, no hay un final a sus problemas y sus traumas. Cuando por fin los supere, sea feliz, y sienta la ansiada livianez, estos volverán, hasta el día de su muerte.

«A veces la vida es una mierda, y después sigues viviendo». Y es un alivio seguir viviendo. Cada día es más fácil cargar los problemas y convivir con ellos. El caballo nunca dejará de subir la roca, pero subirá la colina, dejará el peñazco en la cima, lo verá bajar y podrá contemplar feliz las estrellas mientras baja para volver a cargarla. Hay que imaginarse a Bojack feliz.

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Básicamente intento hacer dos cosas útiles: Cine y escritura. Aquí solo puedo escribir. Si lo hago bien o no, lo decidirá quien me lea.


Un comentario en «Bojack Horseman: el Sísifo contemporáneo»

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